ESPAÑA-URUGUAY
La estrella de España ante la ambición de Uruguay
La Selección parte con las dudas de la portería y del nueve en su debut en la Copa Confederaciones frente a Uruguay (00:00 horas, Telecinco).
Si miramos a la Copa Confederaciones con cierto desdén se debe a dos razones. La primera es que este torneo cumple su octava edición (comenzó en 1992 como tantas cosas), y lo nuevo en fútbol siempre resulta sospechoso. El segundo motivo de nuestro recelo es que no hemos ganado nunca la Copa, peor aún: en 2009, en nuestra única participación, fuimos eliminados por Estados Unidos, fatídico presagio que se cumplió luego en el Mundial de Sudáfrica: ganamos, sí, pero en la prórroga.
Desde entonces hemos experimentado un particular refinamiento en los gustos y en las ambiciones. Nos hemos malcriado, para expresarlo sencillamente. Nos impacienta el fútbol de toque, nos aburre el papel de favoritos y hasta encontramos insoportable la bondadosa rectitud del entrenador. Pasamos por alto los elogios del planeta del fútbol con la misma arrogancia que las muy guapas ignoran los piropos del andamio. Nos hemos vuelto tontos, en muchos sentidos, dicho sea sin ánimo de ofender, sólo de despertar.
Pero nunca es tarde, dice el refrán (y los impuntuales). España juega esta medianoche un partido que podría tener el efecto de recuperarnos para la causa del fútbol sin remilgos. El horario importa, porque establecerá una complicidad especial de goles con sordina. E igualmente fundamental será el escenario, Brasil, y el adversario, Uruguay, último campeón de América. Quédense tranquilos los odiadores del fútbol con gaseosa: no hay concepto más contrario a un partido amistoso que uno frente a la selección uruguaya. Y Uruguay, ya lo advierto, no tiene este trofeo (sí dos Mundiales y 15 Copas Américas).
Desde el punto de vista de España, el partido gira en torno a esos debates que nos entretienen para distraernos del tedio de la gloria: Casillas o Valdés, Soldado o Torres, delantero centro o falso nueve. Nada cambia tanto, aunque nos empeñemos en mostrar opciones casi contradictorias. La Selección es un equipo que se caracteriza por transformar su fisonomía durante los partidos y el cambio no debe interpretarse como indecisión, sino como riqueza armamentística. Tenemos jugadores bajitos, rapiditos, horizontales, verticales y tantos nueves falsos como verdaderos. Por eso nos temen.
Sin certezas sobre el once de España (en su pronóstico no olviden que Del Bosque respeta galones y sensateces), la oncena uruguaya presentará a dos de los jugadores más cotizados del verano: Cavani y Luis Suárez. Por si el morbo no fuera suficiente, vestirán de blanco. Junto a ellos jugadores conocidos como Lugano, Godín, Cáceres o Cebolla; ni un mal futbolista, ni un alma amable.
El choque no sólo es trascendente para la clasificación del grupo (pasan dos equipos a semifinales y el primer puesto debería designarse hoy). También determinará cuál de nuestros sentimientos futboleros más arraigados prevalece: el entusiasmo desbordante o la trágica decepción.
Ni la "pertinaz llovizna" que auguran los partes desluce el cartel del partido: el primer campeón mundial (1930) se enfrenta al último (2010). El desafío no es pequeño. Una vez que aprendimos a ganar, el reto es seguir ganando. Y sonriendo.