Murcia
Cúmulo de despropósitos en el Murcia y un descenso anunciado
A cinco puntos del Mirandés, descendido de forma virtual, el ambicioso proyecto de la familia Samper se marcha, como hace ocurrió hace tres años, a Segunda B.
Si un milagro matemático no lo remedia, el Real Murcia consumará su descenso a Segunda B en Alicante el próximo fin de semana. Es penúltimo y ni siquiera depende de sí mismo para luchar por el consuelo de ser cuarto por la cola y esperar el favor del posible descenso administrativo del Guadalajara. Atrás quedan 40 jornadas que han ido evidenciando dentro y fuera del terreno de juego por qué el cuadro grana pasó de claro candidato a pelear el playoff a uno de los peores equipos de Segunda, números en mano.
No fueron sólo las lesiones, ni las sanciones, ni el encajar goles en todos los partidos a domicilio a las primeras de cambio. Al Real Murcia le condenó, especialmente, una serie de incidentes extradeportivos que enrarecieron el ambiente y que se llevaron por delante a un entrenador (Siviero) y obligaron a su sucesor (Onésimo) a tirar de un bloque de jugadores comprometidos pero en teoría suplentes como Acciari o Albiol.
Permisividad. De cara al espectador queda la falta de rendimiento y el comportamiento de algunos futbolistas. De puertas para adentro la lejanía que se ha denunciado durante años entre los empleados de Nueva Condomina y el cogollo de la toma de decisiones en Madrid. Esa distancia geográfica lo era también en la toma de decisión. Se relativizaron demasiadas faltas de indisciplina desde la propiedad y eso dio poder a unos jugadores que, en una parte importante, tienen contrato para la próxima temporada.
Todo ese cúmulo de despropósitos acaba con el Real Murcia en Segunda B y con una fractura social e institucional que puede ser demasiado profunda.