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REAL SOCIEDAD 3 - REAL MADRID 3

La Real empata al Madrid en el 93' y no descarta la Champions

Xabi Prieto igualó en la última jugada premiando la fe de su equipo, que aún opta a ser cuarto. El Madrid fue ganando 0-2. Los goles blancos fueron de Higuaín, Callejón y Khedira.
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El delantero argentino del Real Madrid Gonzalo Higuaín celebra la consecución del primer gol de su equipo, tras batir al portero chileno de la Real Sociedad, Claudio Bravo, en el partido de la trigésima séptima jornada de liga en Primera División que se disputa en el estadio de Anoeta.
El delantero argentino del Real Madrid Gonzalo Higuaín celebra la consecución del primer gol de su equipo, tras batir al portero chileno de la Real Sociedad, Claudio Bravo, en el partido de la trigésima séptima jornada de liga en Primera División que se disputa en el estadio de Anoeta.Javier EtxezarretaEFE

Excelente a ratos, apasionante siempre y merecido al final. Así fue el partido: una demostración de lo que vale la fe de la Real y de lo que sirve el escudo del Madrid. No jugó Cristiano (en la grada), pero entre el entusiasmo de unos y el orgullo de otros alcanzó para disfrutar de los disparatados guiones que nos regalan los últimos encuentros del campeonato.

A nadie mintió el choque. Ya desde el inicio arrancó con ritmo sincopado. A los 16 segundos llegó por primera vez la Real y a los cinco minutos Mikel González cometió un error de los de tierra trágame. Diremos, no obstante, que Markel Bergara colaboró generosamente en el desastre: para evitarse un problema, se lo entregó a su compañero, que confundió la calma con la pachorra y perdió la pelota ante Higuaín. El resto fue inevitable. El delantero del que se desprenderá el Madrid este verano marcó con absoluta facilidad (15 goles en Liga). Tal vez no sea el ariete piadoso que algunos piensan; tal vez ocurra, simplemente, que sólo hay sitio para un delantero de 50 goles y ese se llama Cristiano.

Temimos por Mikel González, pero Anoeta se solidarizó con su defensa y le aclamó en cuanto tuvo ocasión. El efecto fue tan saludable para el interesado como para su equipo, que se tomó el gol como un accidente, como el piano de cola que se desploma sobre la cabeza del paseante. El mérito de la Real fue sacudirse el polvo y proseguir el paseo.

Lo que enseñó el equipo de Montanier a partir de entonces fue lo que le ha traído hasta las tierras altas del campeonato: entusiasmo, agilidad y fútbol rápido. Illarramendi (23 primaveras) ejerció de comandante y se confirmó como mediocentro de referencia para los próximos diez años (Xabi tiene relevo). Agirretxe, por su parte, volvió a interpretar ese equívoco papel que nos hace dudar si tiende a la genialidad o a la torpeza. Su primera ocasión admite cualquier interpretación. Se deshizo de Carvalho con un toque sutil y cuando tocaba reventar la pelota, apostó por la vaselina juguetona con dirección al Cantábrico.

Si la Real no enderezó el rumbo y Agirretxe no añadió más muescas a su revólver fue, exclusivamente, por culpa de Diego López. El portero del Madrid las salvó de todas las formas y colores: por arriba, por abajo, lejanas y a quemarropa. Su catálogo de prodigios coincidió, en la primera parte, con una nueva edición del campus Xabi Prieto. No existe nadie más elegante en pantalón corto; si acaso Federer. Quede para el recuerdo un caño en forma de pase que propició la incursión del inagotable Carlos Martínez y el rubor de Marcelo.

La Real no perdió la fe a pesar de su recalcitrante infortunio. Pocos equipos han pisado tantas veces el área del Madrid esta temporada y pocos han desarbolado con tanta facilidad el mediocampo madridista, pero es seguro que ninguno se encontró a un Diego López tan inspirado.

A los once minutos de la segunda mitad, el Madrid volvió a morder. Kaká, invisible hasta entonces, adivinó el desmarque de Callejón (el enésimo) y le puso el tanto en bandeja. El gol cayó como otro piano sobre el lomo de la Real. Era una lección de pragmatismo, un jarro de agua fría. Suerte para los anfitriones que Khedira se apresuró a hacer un penalti y el tanto  de Xabi Prieto recuperó el ánimo de los locales.

Cuando Griezmann logró el empate y Anoeta estalló de alegría nadie imaginó que Khedira volvería para hacerse perdonar su mano dentro del área. Lanzado por Özil, el tanque alemán penetró en el área y culminó con un remate picadito, cruzado, de los que no imaginas en jugadores tan industriales.

Hasta allí había llegado la Real, no más lejos. Lo hubiéramos apostado con millones del monopoly y hasta con algunos euros de verdad. Lo seguimos pensando cuando el árbitro anuló un gol a Griezmann por fuera de juego en el último suspiro. Y continuamos en nuestras trece después del fallido cabezazo de Agirretxe a bocajarro, ya en el descuento. A la siguiente acometida entendimos la grandeza de la Real y lo absurdo de apostar contra un equipo así. Agirretxe (genial, sin duda) buscó a Xabi en el segundo palo y Federer entró en la portería con la pelota, no se fuera a perder de nuevo. El empate era de justicia, tanto como que la Real luche hasta la última jornada por la Champions. Es muy probable que hasta el Madrid esté de acuerdo.