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Athletic | Joseba Etxeberria

"San Mamés es el estadio de los estadios por la gente de aquí"

Joseba Etxeberria quiere degustar el momento. La Catedral, el estadio que le ha dado todo en el fútbol, se traslada unos metros. Tiene muy buenas vibraciones.

"San Mamés es el estadio de los estadios por la gente de aquí"

¿Qué significa San Mamés para Joseba Etxeberria?

Es mi segunda casa. He pasado más tiempo en Lezama, pero no tiene nada que ver. Las sensaciones más fuertes han sido en San Mamés y a medida de que se acerca el derribo... Me da mucha pena, pero es como cuando te vas de piso, lo haces para mejorar. El traslado no será muy traumático porque es aquí mismo. Otra cosa era irse a las afueras de Bilbao. El nuevo campo es una continuidad moderna de San Mamés.

¿A qué huele el santuario?

Se respira fútbol. No sólo lo decimos nosotros. Los comentarios de rivales, de compañeros de la Selección, te abren los ojos a la suerte de jugar aquí cada quince días. Es un estadio muy futbolero por la estructura de las gradas, el túnel de vestuarios, huele especial la hierba cuando se corta... La mejor definición es que es La Catedral del fútbol. San Mamés es el estadio de los estadios.

¿Qué comentarios de rivales le han llamado la atención?

Los de jugadores del Barça y del Madrid, que hay que ver los estadios que tienen. Un campo no impresiona por dimensiones, gradas, sino por la gente. Hay otros con más aforo, pero el ambiente no es el mismo. Se traslada al nuevo campo la misma afición y allí se unirá más gente. La magia continuará.

¿Recuerda la primera vez que lo pisó?

En el Torneo Asegarce, contra la Real. En la mañana antes del partido, Stepanovic me comentó que no saldría de inicio por la polémica que había por mi fichaje. Yo no lo entendía, quería era jugar. Se lesionó Guerrero, salí y Ziganda hizo una jugada y marqué en mi primer balón. Seguido, ganamos 4-0 al Racing en mi debut liguero y anoté el segundo. Luego me enteré que era el gol 3.500 en el Athletic. Más de pie no pude caer.

¿Y su emotiva retirada, en el 2-0 al Deportivo? En aquel cambio, rompió a llorar.

Superemocionante. Entre semana me fui haciendo a la idea. Salvados, se podía preparar todo desde la tranquilidad. Al cambiarme, entre que mis compañeros vinieron a despedirse, apareció Mejuto, que también lo dejaba en un partido que había pedido pitar, los rivales del Depor y, sobre todo, la gente... Fue una despedida muy sincera, sentí de golpe todo el cariño que me habían trasladado durante quince años. Me he sentido un privilegiado por mi carrera, muy valorado y querido. Estoy muy identificado con todo lo que rodea al club, no sólo al primer equipo y la actualidad. Me he dado cuenta con el tiempo de que soy un integrante más de esta gran familia.

Marcó al Zaragoza el gol que dio el subcampeonato y el paso a la previa de Champions. ¿Es su noche más inolvidable?

Sí, se juntaron cosas. Era el centenario, jugábamos en casa y dependíamos de nosotros. Ganar dio paso a un fin de semana de festejos y alegría. Hubo una unión muy grande esa noche entre quipo y afición.

Por si fuera poco, anotó el que supuso el acceso a la fase de grupos, ante el Dinamo Tblisi, y el primero del Athletic en la competición, al Rosenborg.

Nos costó muchísimo la previa. Allí perdíamos 2-0, nos pegaron un larguero y menos mal que metió Imaz faltando poco. Sufrimos en la vuelta, pero acerté. Luego vino el del Rosenborg y una pena de fase, merecimos pasar. Jugamos muy bien contra la Juventus y el Galatasaray en Estambul.

¿Su partido más triste?

La eliminatoria contra el Austria de Viena cuando el equipo estaba creciendo mucho, partidos que han supuesto ceses de técnicos... Ha habido más noches buenas que malas. La semifinal a penaltis con el Betis fue muy dura. La eliminatoria la perdimos en Sevilla por la cantidad de ocasiones falladas. Habríamos sido campeones.

No participó en la noche mágica ante el Sevilla, en el 3-0 del 'Toquero lehendakari'.

Fue muy especial, había que remontar pero desde el principio se fue a por el partido y se vivió una unión brutal con la grada por la salida del equipo.

¿Su gol más bonito?

Una vaselina con la zurda a Cañizares tras el contragolpe de un penalti parado por Aranzubia al Valencia. Fue vital, nos metíamos abajo. Luego, una chilena al Zaragoza a pase de Iraola...

Es famoso el rugido de San Mamés. ¿Impresiona más su silencio?

Más que el silencio es el run-run, cuando empieza la gente a comentar situaciones en las que el equipo no está bien, que no transmites. Es contagioso lo bueno y lo malo. Hay partidos en los que sientes que el balón quema. Es peligroso si el equipo tiene poca personalidad.

¿Ha tenido compañeros a los que les ha podido eso?

Sí, impone mucho. No es fácil de administrar ese ruido. En el pack del futbolista, hay que asimilar los elogios, no creerte tan bueno nunca, y las críticas. Los murmullos se acaban mediante el trabajo, la constancia y la confianza.

¿Puede contar alguna anécdota del vestuario?

Ha habido de todo. Puedo comentar que no he conocido muchos vestuarios, pero la sensación es que este es muy fácil. Ayuda ser todos de aquí, el carácter del jugador vasco que, salvo excepciones, no es de generar polémicas y declaraciones altisonantes. Jamás he visto a dos compañeros pegarse en quince años. Sé que en muchos equipos hay un follón así cada uno o dos. Si tendríamos esa mentalidad de que cuando las cosas se tuercen cada uno llama a su representante para irse, sería imposible que el Athletic permaneciese siempre en Primera. Ese orgullo, sumado al de la aficionado, es el camino a seguir.

Aunque entrena en Lezama a cadetes, es espectador en La Catedral. ¿Cambia la visión de la película rojiblanca?

Cuando estás en el banquillo como futbolista se sufre más que jugando. Cuando estás en la grada se pasa más nervios. El jugadores es el que más disfruta en las victorias y el que más disgusto tiene en las derrotas. Después de lo de Old Tradford, tuve una satisfacción enorme de ver jugar a mi equipo así, pero sabía que los que habían actuado en ese partido tenían la plenitud. Los jugadores deben sentir a la vez nuestro respaldo y cariño. Y la exigencia. Es fútbol de élite.

¿Podrá el club dar un salto de calidad con este paso?

Soy muy optimista. Creo que el Athletic va a ganar con el cambio de escenario, habrá una estabilidad económica, deportiva e institucional. Muchos jugadores de nivel de la primera plantilla seguirán siendo jóvenes dentro de unos años y tendrán mucha experiencia. Los de abajo aprietan. En tres o cuatro años podremos aspirar a más cosas.

¿Debe tener el Athletic a los mejores jugadores vascos en su estructura?

Sí. Nuestra razón de ser es Lezama, pero tenemos que intentar que los mejores jugadores vascos estén con nosotros. Es muy difícil porque Real, Alavés y Osasuna tienen sus intereses. Tenemos un coto cerrado y si lo cerramos más a Bizkaia, tendremos más dificultades. Hay que ser un referente en Euskadi y a nivel europeo, para que los de Lezama y las otras provincias quieran jugar en el Athletic. A nadie se le obliga, pero si mediante valores, prestigio y trayectoria consigues ser referente, los chavales querrán jugar aquí.

Julen Guerrero y usted no quisieron ir a otros clubes. No ha sucedido lo mismo con otros futbolistas importantes.

Es compromiso y obligación nuestra convencer a los chavales de Lezama que trayectorias como las de Julen, Iribar, Txetxu Rojo o la mía no es que se puedan hacer, sino que te pueden llevar a la plenitud futbolística. Estoy convencido de que en otro sitio hubiese ganado algún título o más dinero, pero no hubiese sido más feliz que jugando aquí. Era lo que me pedía el cuerpo.

¿Qué compañeros en el Athletic le han marcado?

Yo debo mi forma de pensar a aquellos jugadores que me recibieron y respaldaron cuando era un mocoso, los Andrinua, Urrutia, Garitano, Guerrero, Larrazabal, Ziganda.