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VICENTE ENGONGA HABLA PARA AS

"Debuté en Primera con 26 años y no pensé llegar tan lejos"

El exfutbolista hispanoguineano repasa su trayectoria de 327 partidos de Liga en Primera con el Valladolid, Celta, Valencia y Mallorca. Entrenador en la actualidad, espera ofertas.

Actualizado a
Vicente Engonga, exfutbolista hispano-guineano y ahora entrenador, posa para AS.

¿A qué se dedica Vicente Engonga?
Ahora mismo, a ver fútbol y esperando ofertas para poder volver a entrenar, después de año y medio desde que dejé el Mallorca.

Tres generaciones de futbolistas con el apellido Engonga

Que Vicente Engonga (20-10-1965) saliera futbolista no fue casualidad. Lo tiene en el ADN. Su padre, también de nombre Vicente, llegó a Cantabria con 21 años para jugar al fútbol: lo hizo en el Rayo Cantabria, en la Gimnástica de Torrelavega y, después, en distintos equipos de Barcelona. Allí nació su hijo mayor Vicente, pero enseguida la familia se trasladó de nuevo a Cantabria, donde nacieron Rafael, Óscar y Julio. Todos fueron futbolistas, aunque el que más lejos llegó fue Vicente, y todos se formaron en la Gimnástica de Torrelavega. Allí también ha militado el tercero de la generación Engonga, Igor, hijo de Óscar, que este año ha hecho ya una prueba con el Levante.

También ha sido seleccionador de Guinea Ecuatorial, el país de su padre, pero su paso fue fugaz, ¿por qué?
Cuando me propusieron ir, había unas expectativas de trabajo con los jugadores, con la cantera, pero, al poco de llegar, cambiaron las ideas y ya querían otras cosas, así que decidí marcharme. Mi hermano Óscar, que había ocupado el cargo entre 2003 y 2005 y yo quería que me ayudara en esta nueva etapa, me había dicho que habían cambiado las cosas, pero no fue así. El deporte está demasiado politizado en Guinea y no hay independencia.

Hablemos de su pasado como futbolista. Usted llegó al Valladolid en 1991 y debutó en Primera con 26 años. Un poco tardío, ¿no?
Yo llegué a Primera en el momento que me sentía capacitado para ello, pude hacerlo antes, porque tuve ofertas que cuatriplicaban lo que ganaba en el Sporting Mahonés, pero no me sentía con la madurez idónea, y si lo hubiera hecho, quizás no hubiera llegado tan lejos. Se dan casos de jugadores que llegan a Primera con 18, 19 o 20 años y duran poco porque su madurez mental y física no están al mismo nivel y se queman. A mí no me pasó.

Enseguida se ganó la confianza de Pacho Maturana, hizo una buena temporada y el verano siguiente fichó por el Celta, donde estuvo dos años y vivió su primera gran decepción como futbolista.
Así es, la final de la Copa del Rey que perdimos ante el Zaragoza. En Vigo había una gran ilusión, porque acababan de subir, era una oportunidad histórica, porque el rival era de nuestro mismo nivel, y fue muy duro, sobre todo por el final, en ese último penalti parado por Cedrún a Alejo y después el que marcó Higuera…

En 1994 fichó por Valencia y la temporada siguiente estuvieron muy cerca de ganar la Liga.
A cuatro puntos nos quedamos del Atlético (que hizo doblete), con el que en realidad nos jugamos el título en la última jornada, porque si ellos no hubieran ganado al Albacete y nosotros sí en Vigo, hubiéramos cantado el alirón. Esa temporada fue muy buena, con Luis Aragonés que nos puso las pilas, y yo disfruté mucho del fútbol y de un gran ambiente en la plantilla, después de que en la anterior, con Parreira, se había hecho una gran inversión (llegaron Zubizarreta, Salenko, Juan Carlos…) y quedamos en la mitad de la tabla.

En 1997 ingresó en el Mallorca en una operación insólita, con otros cinco jugadores propiedad del Valencia.
En realidad, Gálvez y yo estábamos fuera de esa operación en principio: él, porque esa temporada había estado cedido allí, y yo, porque no era mi intención salir del Valencia. Bartolomé Beltrán, entonces presidente del Mallorca, fichó de una tacada a Escurza, Romero y Moya, e Iván Campo llegó cedido. Gálvez se quedó de nuevo en Palma y yo al final también, después de que Paco Roig me dijese que Valdano no contaba conmigo y Beltrán me reclamase.

Allí vivió sus mejores años como futbolista.
Se juntó una plantilla estupenda con un gran entrenador, Héctor Cúper: En 1998 fuimos quintos y nos clasificamos para la Recopa, y el año siguiente, terceros y jugamos la Champions. Hicimos historia y es lo mejor que he vivido en el fútbol, y eso que yo llegué con casi 32 años, que, en muchos casos, es una edad casi de retirada…

¿Dolió más perder la final de Copa ante el Barcelona o la de la Recopa ante la Lazio?
La de Copa, porque empezamos ganando, nos expulsaron a dos; llegamos a la prórroga, pero Stankovic y Amato estaban lesionados, así que éramos siete aptos en el equipo; en los penaltis, el último lo fallamos… Todo fue muy duro, épico y doloroso, mientras que la derrota ante la Lazio fue… normal. De hecho, en Palma se recuerda más aquella final de Copa perdida que la ganada años después en Elche ante el Recreativo.

¿Y fue más emocionante ganar la Supercopa, también ante el Barça, o la semifinal de la Recopa ante el Chelsea?
Para mí, la semifinal ante el Chelsea, que tenía un equipazo. Logramos un valioso empate en Stamford Bridge y la fiesta que se montó en la vuelta en el estadio y después, tras ganar con el gol de Biagini, fue memorable.

Le pregunto por tres fechas: 11 de septiembre de 2001.
Un día muy triste, por lo del atentado en las torres gemelas de Nueva York, y que empañó nuestro partido de Champions ante el Arsenal, que estuvimos a punto de no jugarlo, y mi gol de penalti al Arsenal (Engonga hizo historia al ser el primero en marcar con el Mallorca en Champions).

5 de mayo de 1999.
Hice mi primer gol, y único, con la Selección. Fue en un amistoso ante Croacia en La Cartuja, que se inauguraba ese día.

Y el 23 de septiembre de 1998.
Mi debut con España ante Rusia en Granada. No me lo esperaba, tenía casi 33 años y no había sido nunca internacional con las Selecciones inferiores. Recuerdo que estábamos comiendo en una concentración del equipo, me pasó el teléfono el delegado: era Bartolomé Beltrán, me lo dijo y mi reacción fue reírme y pensar que era una broma de una radio.

Usted ha tenido a muchos entrenadores de renombre. ¿De quién aprendió más?
De todos, pero siempre he dicho que mis preferidos son Luis Aragonés y Héctor Cúper, por su manera de entender el fútbol, de gestionar vestuarios… Son los que más me marcaron.

Sus últimas experiencias como futbolista fueron Oviedo y Coventry. ¿Cuál fue más frustrante?
La de Oviedo, porque esperaba más de mí, del equipo, la afición me dio mucho cariño y yo no pude recompensarla… además, cuando se fue Quique Marigil de entrenador, hubo cosas que no me cuadraron y decidí irme al Coventry, donde tuve una experiencia gratificante, de hecho, me hubiera gustado renovar, y cumplí una de mis aspiraciones, jugar en la liga inglesa, aunque no fuera en la Premier. Cuando volví a España con 38 años ya no me veía con ganas de seguir jugando y colgué las botas.

Muchas gracias.
A ustedes.