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La intrahistoria

El maletín caliente

Ni Pontevedra, por dejarse ganar, ni el árbitro Rigo, que era quien iba a pitar el encuentro, aceptaron los 2 millones de pesetas que les ofrecieron antes del partido de Sarriá.

El delantero Ceresuela, que ante el Celta lograría el gol del ascenso, despeja de cabeza en Sarriá.

Esta historia que están empezando a leer ha estado oculta 50 años, desde la madrugada del 7 de abril de 1963. Ese día el Pontevedra se jugaba con el Español en Sarriá el primer puesto de su grupo en Segunda, el único que otorgaba el ascenso directo.

Para el Pontevedra, que cinco años antes militaba en una categoría regional, era algo que sobrepasaba lo imaginable. El Español, el gran favorito, trataba de recuperar su puesto entre la aristocracia futbolística.

Cuando hacia las dos de la madrugada el presidente granate, Miguel Domínguez, llegó al hotel donde se alojaba el equipo tras haber cubierto en coche y en compañía de su hijo de once años las polvorientas e interminables carreteras de inicios de los sesenta (más de mil kilómetros) le esperaban a la puerta y con gesto serio dos directivos. Resulta que poco antes de la cena se habían presentado dos señores con un maletín en el que había dos millones de pesetas de las de entonces. Para que se hagan una idea, el presupuesto de la plantilla ese año (primas aparte) era de 2.200.000 pesetas.

Evidentemente ese dinero se lo entregarían a cambio de una 'honrosa' derrota que dejaría al Español con un pie en Primera y al Pontevedra dispuesto a luchar por la promoción. Como era de esperar los directivos granates despidieron a los emisarios con cajas destempladas. El problema era el temor a que ese dinero despreciado fuese a parar a otra de las partes, es decir, al árbitro. Y éste era Rigo, un peluquero mallorquín del que los mandatarios gallegos empezaron a barruntar que pronto ampliaría el negocio. Imposible no ser en esas circunstancias un mal pensado.

Pero Rigo hizo pese al ambiente en contra un arbitraje valiente y fuera de toda sospecha. Incluso con el 1-1 daría como válido el gol de la victoria granate que los locales protestaron airadamente por un supuesto fuera de juego. Siete días después en Pasarón el Pontevedra conseguiría ante el Celta el punto que le faltaba para alcanzar el soñado ascenso. Comenzaba la maravillosa locura del Hai que Roelo.

Que esto vea hoy la luz se debe en parte a Alfredo Relaño, y me explico. Los directivos del Pontevedra al tanto de aquel misterioso maletín (fallecidos ya los tres) hicieron un pacto de silencio para que la polémica no ensombreciera la hazaña lograda. Pero resulta que hace un año, leyendo el libro Nacidos para incordiarse del que es autor el director de AS, descubrí con asombro que en un capítulo dedicado a la famosa final de las botellas, pitada en 1968 por Rigo, se reproduce una antigua entrevista con éste en la que comenta que la única vez que le habían tratado de comprar había sido en 1963 la víspera de un Español-Pontevedra. No fue difícil atar cabos. Efectivamente, ese maletín fue ofrecido también al Pontevedra, que igualmente lo rechazó.

El tiempo transcurrido, el hallazgo de esta revelación de Rigo y la efeméride que mañana se celebra, ha hecho posible que la única persona con vida que conocía este hecho y que me había hablado de ella en secreto de confesión por nuestra común pasión granate, el hijo del entonces presidente Miguel Domínguez, me autorizase a contarlo, a modo de homenaje a la honradez de un club y de un árbitro de fútbol.