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BETIS 1 - GRANADA 2

El Granada vence la batalla del Villamarín

El equipo de Anquela supera a un mal Betis con un golazo de Mikel Rico a poco del final y sale del descenso. Torje hizo el 0-1 y Rubén Castro empató.

El centrocampista del Betis Beñat Etxebarria  (d) y el centrocampista del Granada Mikel Rico luchan por el balón durante el partido correspondiente a la undécima jornada de Liga que ambos equipos disputan en el estadio Benito Villamarín de Sevilla. EFE/Julio Muñoz
El centrocampista del Betis Beñat Etxebarria (d) y el centrocampista del Granada Mikel Rico luchan por el balón durante el partido correspondiente a la undécima jornada de Liga que ambos equipos disputan en el estadio Benito Villamarín de Sevilla. EFE/Julio MuñozJulio MuñozEFE

Sufría el Granada en su segundo proyecto en la máxima categoría del fútbol español, en la oportunidad de Anquela de demostrar que lo que hizo en el Alcorcón no fue casualidad. Sólo dos victorias, un oasis en 10 jornadas, y muchas dudas en la nueva versión granadina. Hasta que llegó el partido en el Benito Villamarín. Entonces, el Granada cambió su historia. El del Betis no fue un partido normal para ellos. Cualquier partido entre equipos andaluces se entiende como una guerra y el Granada, lejos de amedrentarse por jugar ante un Betis formidable este año, descubrió todo su arsenal. Y son buenas cartas las que tiene Anquela en la mano cada domingo. Como Mikel Rico, sostén de un equipo que anoche ganó con justicia la batalla del Villamarín (1-2).

Era, además, el partido de regreso de Dani Benítez, condenado tres meses por su sangre caliente. El zurdo avisaba que no era el salvador de los innumerables problemas de su equipo, pero en cierto modo se equivocó. Benítez descosió a Nelson, perdido desde que un pelotazo le aplastó la oreja contra su cráneo, y por allí creció sin control el Granada. El desborde defensivo del Betis hizo que la frenética delantera granadina encontrase opciones casi sin querer buscarlas. Y en sólo ocho minutos cayó el primero. Un centro de Benítez confundió a Paulao y Adrián. Ni central ni portero asumieron responsabilidades y en pleno desorden Torje fusiló al meta bético.

El madrugón de la jornada, de repente en viernes, sentaba muy mal al Betis, perdido en su propia casa. Con Beñat y Salva Sevilla desaparecidos nada funcionaba y el Granada agradecía todas esas facilidades. Sin embargo, no aprovechó ninguna. La labor de Anquela va más allá de mantener al equipo en Primera. El proyecto del Granada tiene un peligro, pues la gran cantidad de jugadores cedidos que visten su camiseta convierten al equipo en un escaparate repleto de futbolistas con fecha de caducidad. Cuando aflora ese mal es cuando se tuercen las cosas. Cada uno busca su gloria, se diluyen las buenas asociaciones y el equipo se fragmenta. Con todo a favor, ni Torje ni El Arabi ni Brahimi, elegantes, jóvenes y talentosos futbolistas, acertaron a juntarse con éxito presos de la codicia que da poder marcar un gol. Por algo será que fueron los tres cambios de Anquela.

La terrible tensión sobre el césped alimentó un partido que carecía de ritmo y ese segundo tanto del Granada pudo llegar en el inicio de la segunda mitad. El Granada había aislado toda la calidad del Betis embruteciendo el partido, donde Iriney manda. Buscaba, además, asestar un nuevo golpe en otro arreón tempranero. La idea, aunque bueno, no cuajó. Primero falló Benítez, después El Arabi no llegó a un excelente centro de Torje. El perdón del rival fue un aguijonazo para el Betis. En dos llegadas, Perquis tropezó con Toño y Jorge Molina besó el poste. La amenaza se tornó real cuando el Granada aún se sacudía el susto de encima. Un cabezazo de Rubén Castro golpeó de lleno al Granada, que de pronto se dio cuenta que estaba tirando el partido.

Pero le quedaba una baza a Anquela. En medio de la anarquía asomó Mikel Rico, una figura indispensable para este Granada. El vasco asumió la importante tarea que se le asignó y su equipo lo agradeció. En una internada de Nyom, El Arabi no consiguió rematar y el balón terminó en los pies del medio. Rodeado de rivales en el punto de penalti, acosado por Cañas y agobiado por la idea de perder más puntos, Rico sacó temple de su orgullo. No se puso nervioso, tumbó al centrocampista del Betis y marcó un excelente gol con la zurda. La muerte por Mikel Rico le llegó a los béticos cuando menos lo esperaban. El Granada no se desmoronó, volvió a buscar la fórmula del embarullamiento. Esta vez funcionó. Además, Toño se encontró con la fortuna de un nuevo poste. No había opción para un al Betis. Anquela lo había diseñado a la perfección y el Granada por fin respira aire limpio, sabedor de que, de momento, no es carne de descenso.