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GRUPO I | ESPAÑA 1-FRANCIA 1

España se gana el castigo

Giroud empató en el descuento. España se fue del partido tras el gol de Ramos y un penalti errado por Cesc. Se lesionaron Silva, Arbeloa y Benzema. El Calderón coreó a Iker Casillas.

Madrid
Benzema intenta sortear a Casillas en un instante del partido.
Benzema intenta sortear a Casillas en un instante del partido.DIARIO AS

Volvió Francia y se fue España, cuyo juego mereció la colleja de un empate en el descuento, fin de una larga e inesperada agonía. Con el gol de Ramos se fueron marchando paulatinamente la posesión, el orden, el toque, la inspiración y, al final, incluso la fortuna. Por aquella pendiente se le escapó a la Selección un partido crucial y repleto de desdichas, la mayoría teñidas de blanco (hay días que es mejor no levantarse: se lesionaron Silva, Arbeloa y Benzema, también Reina en el rondo del descanso), pero también de imperfecciones.

Cesc se empeñó tanto en desmentir su papel de nueve impostor que acabó metido a ariete vocacional sin participación ni provecho. Iniesta y Xavi se quedaron muy cortos de gasolina. Busquets flaqueó como central. Juanfran y Jordi Alba arriesgaron hasta la imprudencia. Y en aquel enredo La Roja perdió el estilo, dos puntos y la ventaja en el grupo.

"En francés se dice imposible", había advertido 'L'Equipe' en el titular de su previa del partido. Fue la última invitación a pasar la noche sin la pelota, atendida a medias por la selección francesa, mitad cordero, mitad lobo, pero en cualquier caso más cerca de La Roja de lo que apuntaban las previsiones.

En realidad, el equipo de Deschamps ofreció todos los rasgos de los equipos en convalecencia, construidos de pies a cabeza. Pero en el Calderón llegó hasta la cabeza. La arquitectura de partida fue simple: una línea de cuatro atrás y otra de cinco por delante. A esa muralla se prestó de salida incluso Ribèry, más escudo que lanza durante el primer tramo del partido. Y muy al norte, Benzema, cuyos números con Francia sí son de gato. Y explicables. Es un ariete de gran pureza técnica pero propenso al desánimo ante la adversidad. Y de adversidad puede elaborar Francia un manual en el último lustro. Quedó sólo frente al mundo, pero el mundo no se le hizo demasiado grande esta vez. Una lástima su lesión al final tras firmar un partido imponente.

España aplicó paciencia ante aquel rival disfrazado de manso y agarró el partido en la suerte natural. Empezó por recuperar pronto para restarle al rival expectativas de mejora, luego convirtió en escandalosa su posesión (se acercó al 75 por ciento en algunos tramos) y más tarde avivó el ritmo para que apareciera el espacio. En la secuencia se entrometió la lesión de Silva, a los ocho minutos, contratiempo menor por la crecida de Cazorla, su sustituto, que ha cogido cuajo y jerarquía en la Premier. Alfil por alfil en una Selección que comenzó a coger carrerilla, que no apretaba a Lloris pero tampoco se inquietaba por ello.

Iniesta, que en estado sólido limpia el terreno como un quitanieves allá por donde pasa, comenzó a despejar la izquierda con esa aceleración corta que resulta imparable y a marcar el camino, aunque el gol se cociese en las antípodas. Andaba España acorralando a la presa cuando Xavi botó un córner, Ramos lo cabeceó al palo y allí se quedó, inmóvil, con las manos en la cabeza, rumiando su desgracia. Pero Pedro anduvo listo, buscó el pase de la muerte y Lloris dejó el balón a merced del 'desdichado' Ramos, a quien el cartero llamó dos veces. La pesadumbre le dejó en el lugar preciso y no perdonó. Para que digan que en fútbol no vale lamentarse.

Allí presintió España que había concluido su trabajo equivocadamente. Francia es una selección a medio hacer, con algunos futbolistas que no tienden puentes entre sí y con otros que tienen pinta de estar de paso. Pero responde al tratamiento, que va más allá de ley, orden y mano dura con las disidencias. El primero en alzar la voz fue Benzema, que cruzó un zurdazo a mayor gloria de Iker Casillas. Metió la mano abajo, donde escuece para una gran mayoría de guardametas, y con firmeza salvadora. Coreó su nombre el Calderón para rehabilitarle como ángel de la guarda.

Y a partir de ahí apareció el vértigo que le había faltado al partido. El alemán Brych le anuló un gol a Menez echando mano de la lupa. Pero ni con ella se apreció el presunto fuera de juego. Cabaye botó una falta al segundo palo. Benzema, que arrancó en posición legal, lo cabeceó hacia el primero y Menez, que siempre pareció por detrás del esférico y de Ramos, lo empujó a la red. Y en el calentón posterior Koscileny le hizo un brutal penalti a Pedro que Lloris le paró Cesc. Pedro disparó la agitación pero también falló ante las barbas del meta galo. Fue el anuncio de otro partido, menos monocolor, más dividido, más divertido, más preocupante.

Deschamps se atrevió a prescindir de su centrocampista de más quite, Gonalons, y metió un mediapunta, Valbuena, futbolista pequeño e hiperactivo. Y de la acción pasó a la reacción. La maniobra, sumada a la lesión de Arbeloa (¡qué semanita para el Madrid!), descompuso a la Selección. Se multiplicó la carga de trabajo para un desbordado Xabi Alonso, se aturdieron Busquets y los laterales, quedó demasiado largo y demasiado expuesto el equipo, Iniesta menguó alarmantemente, Xavi perdió la jefatura del partido. Y la pelota se columpió de área a área, aunque con mejores perspectivas para Francia.

Ribèry salió de la banda y fue un incordio. A Benzema le respaldó un ejercito y resultó un peligro. Los dos emergieron como figuras centrales en las cuatro ocasiones que encadenó Francia ante el calvario de La Roja. La más peligrosa, un derechazo de la estrella del Bayern al lateral de la red. En aquel desmayo colectivo se presentó Torres, para acobardar a los centrales y hacer fortuna en los espacios, ahora sí definitivamente abiertos. No fue el remedio. El partido se trasladó al área de España. Al área pequeña, la de los infartos, incluso, con el equipo de Del Bosque más a merced de lo que se le haya visto en los últimos cuatro años. A España no le quedaban ya ni manos ni mandíbula. Y acabó mandándole a la lona un error de Juanfran en su casa. Ribèry dibujó el centro y Giroud se colgó la medalla que merecieron Benzema y Francia.