Liga BBVA | Mallorca 0 - Real Madrid 5
Gran pegada, flojo rival
El Mallorca regaló los dos primeros goles del Madrid. Dobletes de Higuaín y Cristiano. Modric, de mediocentro, volvió a brillar. Morata tuvo minutos.
Lo último que se espera de un equipo de Caparrós es que sea blando en defensa y flojo en actitud. Los entrenadores como él inspiran en sus equipos una ferocidad que se suele convertir en marca de la casa. Se trata de cubrir las flaquezas propias y, en la misma medida, descubrir las del contrario. Los técnicos como él suelen coincidir en una parte sustancial de su discurso: nos pueden ganar jugando al fútbol, pero no corriendo, ni mordiendo. Suban el volumen, oscurezcan la entonación y entenderán mejor el efecto motivador sobre un grupo de ardorosos veinteañeros. Eso sí, para que el impacto sea total es importante que las juveniles orejas no estén ocupadas por cascos estereofónicos.
A los siete minutos, el Madrid no había tenido tiempo ni de jugar al fútbol ni de ser mordisqueado. En ese momento, Anderson quiso controlar un balón con el muslo, o dejarlo pasar, o protegerse las gónadas. Quién lo sabe, tal vez todo eso al mismo tiempo. El caso es que dejó la pelota a los pies de Higuaín. Y botando, además. El chutazo del argentino fue de los que inflan la red y valen por varias sesiones de psicoanálisis. El error del brasileño fue de los que merecen la retirada del carnet de central y quince padresnuestros.
El Mallorca estuvo cerca de marcar muy poco después, pero no lo tomen como una reacción violenta y orgullosa. Fue, simplemente, una internada de Nsue, que es muy bueno y no lo puede evitar. Su centro-chut se envenenó y Casillas ahuyentó el fantasma con un palmetazo. Lo que nos enseñó esa jugada es que el Madrid tampoco estaba demasiado interesado en dejarse la piel sobre el campo.
Sin embargo, en ese juego de perezas, ayer el anfitrión no tenía rival. A los 21 minutos, Fontàs, al mínimo achuchón, perdió un balón donde no se debe (menos aún un culé) y el Madrid armó un gol en cuatro pasos: Özil, Di María, Higuaín y Cristiano. De no ser un partido oficial, los equipos hubieran intercambiado jugadores en busca de algo más competido.
Destapado. El choque se descargó de toda emoción y Modric, con campo para jugar, aprovechó para darse un homenaje. Ya ante el Borussia había rendido a un gran nivel, aunque la derrota minimizó los elogios y ensalzó al lesionado Khedira (los ausentes ganan cuando los equipos pierden).
Anoche Modric se gustó de verdad. Movió el balón en horizontal, vertical y oblicuo; lo sobó hasta borrarle los dibujos y por primera vez pareció feliz. Es probable que en sólo dos partidos haya evitado su inminente paso por el diván. También el nuestro.
El equipo de Caparrós no mejoró en la segunda mitad, y diré que tampoco necesitó hacerlo el Madrid. Fontàs se quedó en la caseta, pero los problemas eran otros y más generales: faltan Nunes y Márquez, Gio todavía está a punto. Modric, en el otro bando, siguió disfrutando de su juguete como un niño el día de Reyes.
Higuaín, a pase de Cristiano, marcó el tercero con la facilidad de los delanteros mortíferos, condición que algunos aún le niegan en beneficio de Benzema. Después, y en justo agradecimiento, propició el doblete de su compañero. Su segunda asistencia mejoró la primera, que ya había sido buena. Esta vez trazó un pase largo sin mirar, digno de cualquier mediapunta genial y poético. Yo insisto: el patito feo es un cisne.
Tan cuesta abajo se puso el partido que Mourinho dio entrada a Morata, en lo que se entiende como un gesto de buena voluntad. El muchacho enseñó su planta imponente, le puso entusiasmo y dejó un estimable pase a Özil, que vio el cielo despejado para contactar con Callejón, que marcó el quinto.
La persecución continúa y, de momento, no hay obstáculos por el camino, no ayer, no en Mallorca.