LIGA ADELANTE | HÉRCULES 2 - CASTILLA 4
El Castilla condena a Mandiá
El Castilla remonta un 2-0 y termina ganando 2-4 gracias a los goles de Cheryshev, Casado, Morata y Jesé. La derrota deja a Mandiá muy tocado.
El Castilla, como el Madrid, es un equipo creado para la gloria, para remontar, para los goles y para no dejar nunca un partido por imposible. No se intuye otra explicación al partido que los de Toril levantaron en Alicante ante un Hércules donde el terremoto puede dar un buen susto a más de uno, empezando por el cuestionado Mandiá. El filial, cómodo en el alambre, volteó un 2-0, volvió a flirtear con la derrota tras una extraordinaria ocasión de Gilvan con 2-2 y terminó desesperando a su rival, condenado por los terribles errores de Falcón (2-4).
Ni Hércules ni Castilla gozan de la tranquilidad y el sosiego suficiente como para controlar un partido, cambiarle el ritmo a su antojo y desarbolar a su rival. El Hércules tuvo más iniciativa, pero los de Mandiá se estrellaron una y otra vez con la muralla que planteó el Toril frente a su área. Quizá por eso Gilvan, por la imposibilidad de traspasar el telón tejido por los centrales castillistas, diseñó el disparo perfecto desde la frontal a la primera que tocó. El balón despegó de su pie derecho e, imparable, encontró una escuadra de la portería de Jesús, que se estiró aún sabiendo que era imposible siquiera rozar esa pelota. El tanto del brasileño despertó un partido que parecía jugado en un futbolín. Líneas firmes, movimientos tan eléctricos como calculados y repetitivos. Y pelotazo, mucho pelotazo.
Con el resultado a favor el Hércules insistió en guardar las formas y esperar a que Sardinero ganara la espalda de los centrales madridistas. El extremo, persistente por naturaleza, adivinó una grieta en el muro del filial y sacó punta a Casado en velocidad. Al corte llegó Mateos, que arrolló a Sardinero, al lateral y terminó haciendo penalti tras tocar el balón con la mano. Lo malo nunca viene solo, comprobó el madridista. Fran Mérida convirtió el gol, de nuevo ante la inútil estirada de Jesús. Un 2-0 en apenas media hora habría sido la sentencia en cualquier partido. Menos en este.
El Castilla, por mal que esté jugando, hace gol con mucha facilidad; el Hércules pasa por un momento delicado y se enfanga con similar sencillez. Eso fue exactamente lo que pasó. Jesé ideó un magnífico pase que Falcón, ante la intimidante presencia de Morata, no acertó a despejar. El balón cayó en los pies del ruso Cheryshev que marcó gol con un sutil zurdazo. 2-1, partido nuevo. El tanto dejó tocado al Hércules y Morata cerca estuvo de empatar cuando medio equipo alicantino enfilaba los vestuarios.
La segunda parte comenzó engañosa. Mandiá sacó a Diego Rivas, intensificó la presión, ordenó subir líneas y aprovechó que el Castilla había salido confundido, confiado. Creía el filial tener controlado el encuentro a pesar de perder y se encontró con lo contrario. La medida, finalmente, resultó contraproducente. El Hércules se descontroló y los de Toril encontraron los espacios que tanto ansían. Ahí, como los mayores, son imparables, letales. Jesé destrozó a Peña en una carrera y, al borde del área o el abismo, según se mire, el lateral derribó al canario. El castigo a Peña no fue la amarilla, sino el gol de falta de Casado. Si el primer tanto asustó al Hércules, el segundo acabó con toda su esperanza.
El Castilla se volcó. Abusó cuanto pudo de la pelota y de la velocidad. Pero volvió a pecar de confianza y Gilvan, en la única del Hércules, a punto estuvo de relanzar a su equipo. El paradón de Jesús espoleó a los suyos. La entrada de José Rodríguez, además, le dio otro aire al Castilla. Más resuelto, el filial madridista se instaló en campo rival. Entonces, apareció la figura de Falcón. El meta alicantino, colaborador en los dos primeros tantos del Castilla, falló estrepitosamente en el tercero. El lejano disparo de Morata dobló las débiles manos de Falcón y terminó entrando ante la impotente mirada del portero. La misma que se le quedó a Mandiá, sabedor de que tras esta derrota, más dolorosa después del tanto de Jesé, camina sin retorno hacia la guillotina. Precisamente donde más cómodo se encuentra el Madrid.