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Trofeo Santiago Bernabéu | Real Madrid 8 - Millonarios 0

Kaká se dio un homenaje

Hat-trick del brasileño, que volvió a ser titular. Dobletes de Morata y Callejón. El Millonarios jugó a regañadientes. Benzema cerró la cuenta.

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<b>LOS 22 JUGADORES CON EL TROFEO. </b>Los futbolistas del Real Madrid posan todos juntos, felices y sonrientes, sobre el césped con el XXXIV Trofeo Bernabéu.
LOS 22 JUGADORES CON EL TROFEO. Los futbolistas del Real Madrid posan todos juntos, felices y sonrientes, sobre el césped con el XXXIV Trofeo Bernabéu.

Hacía sesenta años que el Millonarios no visitaba el Bernabéu y es fácil que pasen otros sesenta antes de que regrese. El interés de su reaparición se agotó en el nombre y en el recuerdo de su primera visita. Salvo el uniforme azul, inspirado en el del Tigre argentino y en los colores del partido conservador, nada fue como esperábamos. Quisimos imaginar que el escenario, el rango del homenajeado y la presencia de compatriotas estimularían a los jugadores para amortizar el viaje. Pero no. La cosa no les interesó en absoluto. Si jugaron, asunto discutible, lo hicieron en playback, sin gastar la voz.

Así les cayeron ocho goles como les hubieran podido caer quince. La sensación es que el Millonarios se sentía extirpado (por contrato) de un mundo que les interesaba más que el nuestro. No en vano, ayer mismo su equipo B disputó un partido de la liga colombiana, competición que lidera y no gana desde hace 24 años. Por eso corrían a regañadientes.

El problema, no obstante, no es solo suyo. El Trofeo Bernabéu se ha convertido en una incomodidad, asfixiado por el calendario. El único modo de rescatarlo es que sirva de presentación a los nuevos fichajes durante la pretemporada, pero entonces lo asfixiarían las giras y otras ferias. Invitar al Atlético, bajar el precio de las entradas o atraer a los rivales con devoluciones de visita parecen otras posibilidades igual de descabelladas. Olvídenlas.

En la intimidad de un Bernabéu repleto de asientos vacíos, Kaká marcó tres goles que probablemente no sirvan para nada. Kaká, además, se limitó a ser el Kaká de siempre. Dispuesto, vertical, exquisito y algo miedoso (ayer marcó con el culo, por no golpear con la cabeza). Así, más o menos, se ha hecho una carrera en el fútbol y por eso mismo se le ha condenado en el esforzado Madrid de Mourinho.

La impresión de quien esto escribe es que este Kaká a medio gas no desmerece en la comparación con el Modric actual y tampoco queda lejos de la versión lánguida de Özil. Hacerle culpable de los males del planeta (eliminación contra el Bayern incluida) es una mala excusa y una considerable injusticia. Tampoco se le puede responsabilizar de la enorme generosidad del club con sus emolumentos.

Morata y Callejón, ambos bigoleadores, fueron los otros jugadores que mejor aprovecharon su oportunidad. Lo de Callejón no sorprende porque otras veces hemos comprobado su voracidad; tiene los colmillos como le gusta al entrenador. Lo de Morata es la confirmación de una corazonada. El chico tiene algo, y no me refiero sólo a los goles, que los marca sin darse importancia. Es algo que se relaciona con el estilo, con la planta, con el modo en cómo le sienta la camiseta. Lástima que no tenga hueco ni haya intención de hacerle uno.

Final. Benzema cerró la faena con un chutazo, propiciado por un gran pase de Modric. Sólo en ese momento se ruborizó el equipo de los toreros y los artistas, y hasta le dio por presionar la salida del balón. En el último minuto, Jesús Fernández evitó el tanto del honor con una parada de mérito a cabezazo de Cosme. Allí acabó el partido, que se reanudará en el mismo lugar, pero dentro de sesenta años.