EUROCOPA | ALEMANIA-ITALIA
SuperMario Balotelli vuela con Italia a la gran final de Kiev
Dos goles del exuberante delantero clasifican a Italia, que barrió del mapa a una Alemania desconocida e impotente. La final, el domingo a las 20:45 horas en Kiev.
Quién lo dudaba. Un italiano sabe cómo aprovechar un regalo. El primer y último rival de España en la Eurocopa ha gestionado con el cuidado que merecía la gentileza y generosidad del campeón del mundo ante Croacia en la primera fase, cuando rechazó el temido biscotto y clasificó a la Nazionale para cuartos. Italia alcanzó la final de Kiev (juega su tercera final y persigue su segundo título) derrotando a Alemania 1-2 (Balotelli) en un ánimo de hermandad que en Italia sólo ha sido posible históricamente en situaciones límite. Nadie podrá decir que no había avisado. Italia siempre fue campeón en el escándalo.
Este escándalo del Calcioscommesse de 2012, como escándalos fueron el Totonero o el Moggi-gate, se cobró un cabeza de turco, Criscito, pero dejó una selección unida y encerrada a cal y canto con un líder, Buffon, que aprieta los puños y cierra los ojos para escuchar el himno de su país. Y u violinista en el centro del campo, el fantástico Pirlo, y dos genios locos. Cassano y Balotelli, Balotelli y Cassano, hicieron papilla a Alemania como Prandelli desnudó a Löw. Convencido de que la Nazionale podía crecer a través del balón, el seleccionador azzurro fue valiente y, además de ordenar a Pirlo y De Rossi gobernar la posesión, movió muy bien, con una ‘libertad ordenada’ a Montolivo, Marchisio, Balotelli y Cassano, que le hicieron un nudo a los alemanes. Un equipo solidario, una victoria segura.
El ejecutor fue Balotelli, que a veces enseña una leyenda (“why always me”) que es una declaración de intenciones. Se considera distinto y no sólo quiere serlo, sino exagerar su condición. Balotelli ya había advertido que era más hombre que Peter Pan por más que un día se vistiese de Papá Noel en Manchester para repartir regalos. Pero eso se sabía. Simplemente necesitaba orientar sus convicciones al fútbol. Y después de mostrar una sorprendente serenidad en la tanda de penaltis de cuartos, explotó en Varsovia. Primero aprovechó una jugada maravillosa de Cassano, que rodeó como la muleta de un torero a Hummels, central del que se habían hablado maravillas en la Eurocopa y que quedó retratado, y asistió al delantero de origen ghanés. Poco después del 0-1, en un cabezazo cómodo, Balotelli corrió hace un balón de Montolivo y, como se hubiera liberado de sus demonios, lo esperó con pausa y, al fin, destinó toda su fuerza bruta al disparo. Un obús imposible para Neuer. 0-2 a quemarropa. Balotelli pasó de Peter Pan a Superman en noventa minutos. Italia, ahora sí, ya le adora.
Derrotado en las semifinales de su Mundial en 2006, en la final de 2008 y otra vez en la semifinal de 2010. Alemania cierra seis años después el círculo de sus derrotas en partidos clave ante el mismo equipo que le derrotó en aquella memorable semifinal de Dortmund con el histórico gol de Grosso. Alemania ha apostado por el mestizaje y el buen fútbol, idea admirable sin duda pero ha perdido la virtud que le distinguió siempre: la fiabilidad. Alemania ya pierde casi siempre los días clave cuando no perdía casi nunca. Le falta determinación. Su actuación resultó decepcionante de principio a fin. Apenas unos fuegos de artificio en los primeros minutos (un balón de Hummels que salvó Pirlo). El resto resultó descorazonador. Sin ideas a pesar de la aparición de Kroos, sin conexión entre özil y Khedira, con Schweinsteiger sin moverse de una zona cómoda e intranscendente, el fiasco de Alemania fue mayúsculo. Para cuando Özil hizo el 1-2, en el descuento, ningún alemán, ni siquiera Merkel, tenía esperanzas.
Será España-Italia en Kiev el domingo a las 20:45 horas. A España no le deben nada, ni un biscotto. Sólo tiene una cita con la historia.