Europa League | Atlético de Madrid - Athletic
Concordia sin incidentes en la fiesta de Bucarest
Ambas aficiones convivieron ayer sin apenas un roce.
La final de Bucarest fue una fiesta para las aficiones de Atlético y Athletic. Salvo algunos pequeños problemas, que fueron aislados, la jornada transcurrió con mucha normalidad. No fue raro, ni mucho menos, ver seguidores de ambos equipos hablando tranquilamente en la zona del casco viejo. "¡Dejad que nos llevemos la Europa League y vosotros os lleváis la Copa del Rey!", comentaban los madrileños a los vascos. "Queremos las dos", replicaban estos últimos. Los bilbaínos cantaban aquello de que "a lo loco se vive mejor" y los rojiblancos recordaban anécdotas de Hamburgo.
Los hinchas pasearon por el centro de la ciudad. Prácticamente todos entendieron que se trataba de una fiesta y no había motivos para estropearla. La zona del casco viejo estuvo más poblada por los seguidores bilbaínos y su presencia se dejó notar más durante el día. Pero conforme fue avanzando la jornada, comenzaron a llegar seguidores del Atlético, que se quedaron más en la zona que la UEFA les habilitó. A la hora de comer, armonía y cánticos. Y gente entremezclada, como ha pasado desde el lunes.
El caso de la familia Sánchez-Rubio fue el ejemplo de lo que estamos hablando. El padre, Ignacio, es del Atlético, y su hijo, también Ignacio, es del Athletic. "Me dieron unas entradas el viernes y le comenté a mi chaval que si quería venir a Bucarest. Vamos ya", me contestó. Los dos se mostraban orgullosos de sus colores: "Yo llevaba a mi hijo al Calderón de pequeño y quizá le dio algo de miedo el ambiente tan ruidoso que se vivía. Quizá por eso no se hizo del Atlético". El hijo asiente, pero matiza: "Puede ser que fuera también por llevarte la contraria". Quizá también tenga algo que ver que en la familia hay ascendencia vasca y el joven Ignacio vaya a Euskadi a visitarla. "Yo quiero que gane mi Atleti, pero si perdemos me alegraré por mi hijo. Al final ganaremos uno de los dos", comenta el padre. Su hijo hizo el viaje desde Leeds (Inglaterra) e invirtió casi un día en llegar a Bucarest.