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Liga BBVA | Granada 1 - Real Madrid 2

Remontada y drama

El Madrid se repuso del gol de Jara con un penalti y un gol en propia puerta de Cortés. El campeón reaccionó con Xabi e Higuaín. Desolación local.

<b>HONORES AL CAMPEÓN. </b>Los jugadores del Granada recibieron al Madrid, nuevo campeón de Liga, haciéndole el pasillo sobre el césped de Los Cármenes.
HONORES AL CAMPEÓN. Los jugadores del Granada recibieron al Madrid, nuevo campeón de Liga, haciéndole el pasillo sobre el césped de Los Cármenes.

Nada se llevó el Madrid que el Granada no dejara a su alcance. Empató por un exceso de Moisés, que equivocó el deporte, y se impuso con gol de Cortés, que confundió la portería. El jarro es de agua fría y cae sobre la cabeza de los locales con el envase incluido. Al campeón la ducha escocesa le sirvió para despertarse y entender que sus disparos no son de fogueo, todavía matan. Ninguna culpa tiene el árbitro y atribuírsela es un modo inútil de repartir impotencias.

Lo último se fraguó desde el principio. Después de tres días de aplausos y felicitaciones, los jugadores del Real Madrid supusieron que el pasillo del Granada conducía a un salón de alfombras mullidas y lámparas de araña. Sólo acertaron en la araña. Digamos que el campeón entró al partido mecido por ese movimiento en retroceso que los marinos llaman resaca. Según dicen los expertos, sólo existe un remedio para semejante indisposición: ver Grease. Lástima que la brevedad del vuelo a Granada no permita la proyección de largometrajes terapéuticos.

Hicieron falta tres convulsiones para que la defensa madridista entendiera que nadie llamaba a la puerta, que era Ighalo quien embestía contra sus cabezas. No hacía falta el collar hawaiano para saber quién venía de fiesta. A los cinco minutos, Marcelo perdió un balón en campo contrario y Franco Jara se lanzó al ataque como un avión. El lateral fue incapaz de recuperar la posición y Carvalho se cayó con las turbulencias. La resolución todavía fue más cruel: el disparo del argentino se coló entre las piernas de Adán. Mal por Casillas. Debió tener la gentileza de prestar sus ángeles al portero canterano.

Si el segundo gol local no llegó un minuto después fue por pura casualidad. Ighalo volvió a limpiar el confeti de los hombros de los centrales con un doble disparo que primero rechazó Adán y luego repelió el tacón zurdo de Marcelo. El anfitrión no imaginaba cuánto lamentaría después esa ocasión perdida.

Levedad. Mientras el Granada mostraba la pasión que se espera de un fugitivo, la levedad del mediocampo madridista resultaba insoportable. La titularidad no animó en nada a Sahin y Kaká. Ambos son peces de acuario en el mar de tiburones que propone Mourinho. Tipos elegantes y estimables futbolistas, pero en entornos menos salvajes. Si algún día intentaron el reciclaje, ya es casi seguro que no lo intentarán más.

Al rato empeoró la situación del Madrid: Messi marcó el primero. Como la gente es desalmada, es fácil que alguien se lo gritara a Cristiano. El crack no se alteró: siguió chutando desde cualquier latitud. Falta lejana, cabeza cercana, en solitario y en paredes. Nada. Siempre se la quitaba Messi.

En ese tramo, Ighalo no fue el único rebelde del Granada. El portugués Martins se confirmó como un futbolista a tener muy en cuenta, apto para cualquier gran equipo, lo que es mucho decir si tenemos en cuenta su nacionalidad.

Todo cambió en la segunda parte. La entrada de Xabi e Higuaín por Sahin y Kaká recuperó la versión más voraz del líder. El Granada dio un paso atrás, víctima del cansancio y del empujón. La consecuencia fue una oportunidad de Cristiano que despejó Julio César.

Acto seguido llegó la inmensa torpeza de Moisés, nunca tan aciago desde su incidente con Las Tablas de la Ley. Su placaje a Cristiano en un córner fue grosero e impropio. Un penalti indiscutible. Cristiano, esta vez sí, marcó a Messi.

Con el partido en sus estertores, el Madrid se alió con el pánico del Granada. Julio César arrebató el balón a Albiol cuando ya se cantaba el gol, pero nada pudo hacer en el tiempo añadido contra el fuego amigo de Cortés. Trágico final. Inmerecido, tal vez. Pero hay vida. Y cien puntos por conseguir.