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SEGUNDA B | TENERIFE 3 - OVIEDO 0

El festival de Perona arruina al Oviedo

Los tres goles del delantero abocan a los asturianos a otro año en el infierno

Manoj Daswani

Por el lustre y la solera de los contendientes, el partido se hubiese jugado en Primera y nadie lo hubiera notado. Ya si se atiende al desarrollo del partido, sí son muy de Segunda B los errores groseros del Oviedo, que se arruinó en Tenerife en una batalla de históricos con pasado dorado, años europeos y multitudes en las gradas. Hoy como en el resto de la liga, un batallón de entusiastas se dio cita en el Rodríguez López para asistir a una auténtica final. Quien perdía, penaba con otro año en el esfuerzo. Y salieron derrotados los del Principado, animosos en el esfuerzo pero frágiles en las áreas. Perdonaron arriba y fallaron atrás, donde a los errores asturianos sacó punta Perona. Él fue el gran protagonista.

Profesional intachable y goleador superlativo -pide a gritos una categoría mayor-, el valenciano coronó su gran mañana con tres goles. Abrió la cuenta (tras equivocación flagrante de Owona) cuando aún se desperezaban los casi 10.000 presentes en las gradas y luego aniquiló a su exequipo justo en el peor momento, al filo del descanso. Suya fue la ejecución precisa y perfecta, con la testa, de un servicio medido de Chechu que no merecía otro final. Entremedias, un auténtico carrusel de sobresaltos, a cada cual mayor. Tuvo hasta tres ocasiones clarísimas el cuadro de Pacheta, que perdonó hasta lo más fácil: empujar a puerta vacía un balón franco para el empate que mandó fuera Rubiato, enviar al palo una falta de Nano que se paseó entre un bosque de piernas para morir en la madera y disparar al muñeco un mano a mano con Aragoneses que venció el portero ante Martins.

Siempre fue mejor y más solvente el Tenerife. Esta vez sí, funcionó como un equipo, sustentado en el equilibrio que le confiere Kitoko, imperial en su reaparición. A su vera, exhibió Víctor Bravo su técnica depurada en un sitio nuevo -el puesto de pivote- que empieza a gustarle. No él sino todos, hasta los recambios de la segunda parte, fueron justos vencedores de una batalla al límite. Gana el Tenerife y lo hace justo a tiempo para la definitiva guerra de los play off. Liberado al fin de los nervios, la presión y la amenaza del fracaso, sale victorioso el escuadrón de Quique Medina en un partido redondo que reconcilia a la grada con sus futbolistas. A dos jornadas del final, emerge el conjunto blanquiazul hasta rozar su mejor versión mientras se hunde el Oviedo. Si no lo remedia un milagro, le espera a los del Tartiere otra temporada en el pozo. Demasiado castigo para una afición que, como la feligresía fiel del Heliodoro, merece salir cuanto antes de las catacumbas del fútbol.