REAL MADRID 3 - SEVILLA 0
Cibeles se pone guapa
El Madrid hace sus deberes y puede ganar hoy la Liga si pierde el Barça en Vallecas. El Sevilla perdonó y lo pagó. Cristiano y Benzema (dos) golearon. Tanto mal anulado a Fazio.
El Madrid está a sólo tres puntos de lograr su merecidísima 32ª Liga. El Barça le puede conceder esta noche los decisivos en Vallecas, o bien los puede encontrar en las tres jornadas que restan. Su pegada se ha ganado tener más oportunidades que nunca para abrazar el objetivo. Ante el Sevilla respondió a su último rejonazo con otra goleada, iniciada con dudas y finiquitada con honores, que conduce al equipo al objetivo deseado y a Cristiano hacia el pichichi. Su rival le dio todos los sustos que pudo en el primer tiempo, pero su falta de acierto y un gol anulado le acorralaron ante el oportunismo de una delantera demoledora a la que 165 goles avalan.
El partido, lejos de citar al madridismo a corto plazo en Cibeles, fue como el día. Muchas veces se vieron rayos de luz en ataque, aunque también hubo que soportar nubarrones en defensa. Madrid y Sevilla se amenazaron a la contra como si hubieran olvidado frenar los partidos o, peor, como si jamás hubieran analizado las virtudes que les distinguen. Si al descanso se llegó con una diferencia mínima fue por la falta de acierto de sus goleadores. Los centrales, blancos y andaluces, fueron más permisivos que nunca, regalando sus espaldas como no se les había visto nunca. Benzema y compañía desperdiciaron hasta cinco ocasiones claras, mientras que Negredo y sus socios perdonaron a Casillas con tres disparos a bocajarro.
El Sevilla pudo y debió mandar en el inicio. Sin embargo, vio como le anularon un gol que jamás pareció ilegal. Reyes botó una falta algo escorada a la derecha con dirección al área pequeña. Allí, Negredo y Pepe chocaron como tantas veces más lo hicieron después. La diferencia es que el portugués despejó mal, flojo y al centro, mientras caía al suelo desmayado. El balón le cayó a Fazio, que desde el punto de penalti machacó a Casillas al mismo tiempo que Mateu Lahoz, contradiciendo a su fama, no dejó seguir y señaló falta previa. Míchel, que algo sabe del escenario del crimen, se indignó porque sabe que no marcar en el Bernabéu cuando puedes, equivale a perder un tren sin retorno.
El Bernabéu, del susto al delirio
Tras un intercambio de golpes, el Madrid por fin encontró a Cristiano, siempre hambriento. No lo hizo merced al compás de su juego. Lo hizo porque Ronaldo no para jamás de ofrecerse. Esta vez fue Benzema el que habilitó al delantero en un rincón del área. Sector izquierdo. Cristiano amenazó con un latigazo de zurda que no hizo más que confundir a Coke. Ya con el rival recortado y por los suelos, Cristiano puso el balón con sutileza al palo más alejado para tomar más ventaja en su lucha con Messi. El Madrid no era mejor, pero sí más certero. Que es lo que cuenta.
Míchel pudo hacer como tantas otras víctimas que pasan por Chamartín. Rendirse a la evidencia o creer en el plan inicial, más ofensivo de lo esperado. Con Navas, Reyes y Negredo no había debate. Tocaba seguir atacando. De perdidos, al río. La Champions y la renovación del técnico no permitían otra cosa. Y fue un acierto. El Sevilla gozó desde entonces de tres ocasiones consecutivas para voltear el resultado. Su medular, casi siempre con trivote, superó en ese intervalo de tiempo a Xabi y a Granero, sustituto de Khedira. Reyes tuvo la primera con un zurdazo cargado de inocencia en las barbas de Casillas. Navas envió después un uno contra uno al limbo. Y por último Negredo picó en exceso un mano a mano contra el portero, habilitado por Reyes, que todos veían ya como el empate. Cristiano replicó después a tanta insistencia con varios detalles de lujo. El mejor, un lanzamiento de libre indirecto dentro del área que se topó con el palo.
Benzema sentencia con otros dos picotazos
El Sevilla no aprendió la lección y nada más agotar el intermedio repitió los errores que le condenaron. Otra vez Negredo no acertó con el estoque. El exmadridista recortó a Pepe con aplomo y en su careo con Casillas le temblaron las canillas. El ariete disparó con suavidad a sus manos, sin saber que se iniciaba una contra decisiva. El Madrid inició ahí su segunda conquista. Llevó el balón hasta los pies de Di María y éste, con la picardía que le distingue, puso un servicio en el área cargado de intenciones. El envío fue a la espalda de la defensa, donde dudan los porteros, encontrando a Benzema. Coke, su marcador, creyó que Varas intervendría, con la mala fortuna que el portero pensó lo mismo pero con cambio de papeles. Karim irrumpió entre la confusión y empujó la sentencia aún no se sabe con qué.
El marcador invitó al Madrid a dosificarse, a cambiar a los soldados más castigados por las mil batallas anteriores y animó a disfrutar a los protagonistas con jugadas otras veces prohibidas. El Sevilla, a esas horas, aún le daba vueltas a sus pecados. Con el título en el bolsillo y la afición entregada, la goleada estaba más próxima que una resurrección sevillista. La historia se ha repetido tantas veces que ya parece una costumbre. De ahí que Benzema, tres minutos de su última aparición estelar, no hiciera lograr lo esperado. El tercero. Otro más. Éste, más bonito y después de mil quejas rivales. Ramos centró desde la banda y el francés sacó otro remate de su repertorio. Ahora de cabeza.
Lo que quedaba por disputarse ya fue lo de menos. Mourinho ya se había dado el gustazo de dar una respuesta de campeón con diez de los mismos caídos ante el Bayern. Y Cristiano ya tenía otro gol que sumar a su cuenta. Desde el 3-0, y hasta el final, a la grada del Bernabéu ya sólo le interesaba la hora de la quedada en la fuente de las alegrías. Ésa a la que se llegará no tardando mucho. Puede que esta noche. Gracias a los rayos de luz ante el Sevilla y a una radiante temporada.