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Europa League | Valencia 0 - Atlético de madrid 1

Adrián bien vale una final

Atleti y Athletic se citan en Bucarest el 9 de mayo. El Valencia asedió hasta el descanso. Canales brilló y se lesionó. Otro golazo de Adrián. Roja a Tiago.

<b>LA PAREJA DE DELANTEROS. </b>Falcao y Adrián se abrazan y festejan con la afición su pase a la final. Ambos delanteros son los grandes artífices de llegar a Bucarest.

Cumplía ayer el Atleti 109 años. 109 años ajetreados y emocionantes, impredecibles y bipolares, desesperantes y entrañables, maravillosos en su caos. Una locura que permite que, en una de sus etapas más grises, vaya a pelear el 9 de mayo, contra el Athletic, por su tercer título europeo en dos años. Ya saben, el Atleti es la vida: una sucesión de días tediosos hasta que, cuando menos te lo esperas, asoma la felicidad. Ayer, en concreto, asomó por la escuadra a la que Adrián envió un balón que salió de su pie siendo un trozo de cuero y llegó a la red siendo un avión. Un avión con destino a Bucarest.

Pues no le veo la gracia, dirá el Valencia, más fiable y de impecable trayectoria en el siglo XXI, pero al que le faltó duende. Un equipo que, pese al 4-2 de la ida, mostró una fe encomiable en la remontada y avasalló al Atleti durante la primera parte, galopando a lomos de un fantástico Canales, que dio el estirón de bonito pony a tremendo corcel. Bien apoyado por el persistente Alba, el inteligente Jonas y el toque de Parejo, Canales instaló a su equipo en el área de Courtois. Y allí se quedó a vivir hasta el descanso.

El problema para los de Emery fue que la escasa distancia que va del aviso al golpe se le convirtió en kilométrica. Soldado completó su mala eliminatoria con un partido intrascendente, sin una aparición a la altura de lo que crearon sus compañeros. Y enfrente se redimieron Miranda y Godín, impecables ayer tras el desastre a balón parado de la ida. Si en el Calderón dos córners fueron dos goles, ayer el Valencia sacó diez y se fue a cero.

Y donde los centrales no llegaban, aparecía Courtois, que afrontaba esta semifinal cuando algunos titubeos amenazaban con ensombrecer su fabulosa temporada. Pero ayer volvió a olvidarse de que tiene 19 años y vivió el asedio como si jugase una pachanga en el barrio. Su doble parada a Jonas a bocajarro, en el minuto 21, fue el principio del fin de la fe de Mestalla.

Porque el Atlético salió aterrorizado, comenzando la presión tarde y sin alma, encerrado en su área y renunciando a la pelota pese a tener arriba a sus cuatro fantásticos: Diego, Arda, Adrián y Falcao. Ni la olieron. A ese equipo empequeñecido, un gol le habría desangrado. Pero no llegó. Courtois, ya saben.

Desgracia.

Y en el descanso Simeone reaccionó. Quitó a Mario, que reculaba demasiado, y metió a Gabi para que adelantase la presión. La tormenta menguó a llovizna y se apagó de la manera más cruel, con la lesión de rodilla de Canales, talento sin fortuna. Y de inmediato, otro talento fantástico: Adrián. O dos, si valoramos el gran pase de Diego. El asturiano controló con el pecho y la pegó con el alma. A la escuadra. Otro golazo más de un chico que desprecia lo vulgar. Cada aparición, una maravilla.

Era el minuto 60 y el Valencia se rindió. Arda y Falcao rondaron el segundo y todo era calma hasta que se montó la mundial. En el área atlética, Tino Costa dio al balón con la mano en un salto con Tiago y el árbitro pitó penalti. Aunque el colegiado reculó y anuló la falta, el portugués enloqueció y acabó enzarzado con Jordi Alba y Soldado; vio la roja. Feo, pero anecdótico excepto para él, que se pierde la final. Allí estará el Atleti. Otra vez. Qué 109 años... Y los que quedan.