Real Madrid | mito del madridismo

Pirri, la bandera con barro del Real Madrid

El tópico se hizo verdad en él: nació para jugar allí

Pirri, la bandera con barro del Real Madrid
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Eran otros tiempos. Para empezar, llovía. Los campos se embarraban y los futbolistas calzaban botas negras. Las marcas deportivas todavía no se habían adueñado del deporte: Adi Dassler estaba vivo y Niké seguía siendo la diosa griega de la victoria, capaz de correr como una centella sin cámara de aire. Los uniformes eran banderas sin anuncios. La del Madrid, blanca. Blancas las medias, nevados los pantalones y merengue la camiseta. Ropa interior como la de tantos españoles (el slip sólo era opción para los superhéroes), de no ser por el escudo bordado en el pecho, combinación de hilos dorados y púrpura.

Hubo un tiempo, no tan lejano, en que ese escudo con corona imponía tanto respeto en los enemigos como las estrellas de un general. Y fue en esos tiempos de lluvias, de calzones largos y camisetas de algodón cuando Pirri fichó por el Madrid. Año 1964, primero de la Revolución Beatles.

De decenas de futbolistas se ha dicho que nacieron para jugar en el Madrid, pero con Pirri fue pura verdad. Su carácter representa tan fielmente como el de Di Stéfano, e incluso más (por español, por Martínez), los valores que algunos defienden y otros amoldan a su conveniencia. Pirri lo era todo y en todas partes: pivote, doble pivote, primera y segunda línea. A pesar de moverse entre el mediocampo y la defensa, marcó 170 goles en 561 partidos.

Duro.

Nadie como él para confirmar que la camiseta del Madrid es blanca para que se distinga mejor la sangre. Jugó con un brazo roto como quien reanuda el camino tras haberse explotado un grano. No hubo charco o barrizal que dejará sin explorar. Entonces llovía, hasta dos días seguidos.

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De ese tiempo es la foto. Pirri es un muchacho, pero ya tiene las hechuras pectorales de Charlton Heston. Sus medias pesan dos kilos, pero no se caen, lo que demuestra que el cordel siempre resultó mejor que el elástico. El resto del uniforme es una composición picassiana de salpicaduras, barro y sudor. Y las mangas remangadas, como siempre las llevó. Observarán también que señala algo, quizá al pobre desgraciado que chocó contra él.

Acabó medicina, se retiró en México y volvió para ser doce años médico del Madrid. Después ejerció como director deportivo. Un informe suyo, descubierto por AS, demostró su fino olfato para el fútbol y su innata querencia a los charcos. Pero esa es otra historia...

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