VALENCIA 0 - ATLÉTICO DE MADRID 1 | EUROPA LEAGUE
Una final de Europa League como regalo de cumpleaños
Un golazo de Adrián cierra la semifinal española y mete a los de Simeone en la gran final de la Europa League del próximo 9 de mayo. Tiago fue expulsado y Canales volvió a lesionarse.
El Atlético de Madrid no pudo tener un cumpleaños más entrañable. El día de sus 109 años de historia terminó con la impresión del billete para la final de la Europa League en Bucarest donde esperará el Athletic de Bilbao, que se deshizo del Sporting de Portugal en la otra semifinal. Por segunda vez en tres temporadas, el equipo rojiblanco volverá a estar en el foco de atención del viejo continente. Y es que los de Simoene aguantaron estoicamente las acometidas de un Valencia acosador siempre al son de Sergio Canales. Pero todo se desvaneció en la parroquia valenciana a falta de media hora para el final. El cántabro se rompió de nuevo y dejó huérfano al Valencia. El conjunto rojiblanco olió la sangre y no tardó ni un minuto en tirarse a la yugular de su rival con un golazo que bien vale una final. Una obra de arte, otra más, de Adrián. Un cambio de juego de Diego cayó sobre el asturiano y éste la amortiguó con el pecho y su latigazo se coló por la escuadra de Diego Alves.
Además el Atlético de Madrid llega a Bucarest con récords bajo el brazo. Con la victoria en Mestalla, los de Simeone suman su undécimo triunfo consecutivo en Europa e igualan el récord que compartían Ajax de Amsterdam y Barcelona. El único contratiempo para el Atlético fue la expulsión de Tiago a falta de diez minutos para el final después de una tangana, dicho sea de paso, motivada por el desconcierto arbitral. Todos los demás apercibidos estarán en el Estadio Nacional de Rumania el próximo nueve de mayo.
Tras la debacle vivida en Champions League, Valencia o Atlético de Madrid, como mínimo, iban a salvar los muebles de los equipos españoles en torneo continentales. Más fácil lo tenía el conjunto rojiblanco gracias al buen resultado cosechado en la ribera del Manzanares, pero el gol sobre la bocina de Ricardo Costa rescató a un Valencia que se veía ya con la soga al cuello. Siete días después la salud del equipo che había mejorado bastante. El Betis hizo efecto 'ginseng' en los jugadores y en extensión a una grada conectada desde el primer minuto y confiada en la remontada.
El Atlético no necesitaba vigorizantes porque vive últimamente un estado de satisfacción puro sustentado en sus figuras atacantes. Hasta Simone se permitió el lujo de arriesgar a jugadores como Diego, Arda Turan y Miranda, apercibidos de sanción para la final. Con todo el arsenal sobre el rectángulo de juego, fue la artillería pesada valencianista la que ejerció con más dureza desde el comienzo. La cadencia de tiro del Atlético disminuyó paulatinamente hasta verse agobiado por los proyectiles rivales según avanzaba la contienda. Los cuatro cañones rojiblancos tardaron una eternidad en empezar a funcionar.
La grada no desentonó en la trascendental cita y llevó en volandas al Valencia para ayudar a marcar el primer gol, siempre el más complicado en estas ocasiones. Para ello Emery plantó un centro del campo que destellaba gracias Sergio Canales y Dani Parejo. Con ellos el balón no se levantaba, prescindiendo así del juego desde las alturas. De esta forma el Valencia consiguió plantarse claramente en la meta de Courtois antes de la media hora de juego. Por suerte para el equipo rojiblanco el meta belga aguantó embestidas desde fuera del área y disparos a bocajarro como los que le sacó a Jonas tras una exhibición de pizarra valencianista en un saque de esquina.
El chaparrón che arreciaba según avanzaba el cronómetro. Había mucha distancia entre los dos escuderos del centro del campo atlético y los 'cuatro fantásticos' y la imprecisión a la hora de mover el cuero facilitaba la empresa a su rival. Unos errores en la medular de los que se aprovechaba después el Valencia para fijar sus ojos en los costados, el verdadero quebradero de cabeza de Juanfran y Filipe Luis porque Jordi Alba y Barragán cabalgaban de forma imponente por la hierba de Mestalla. Y lo hacían en gran medida por la exhibición de Canales. El cántabro llevó las manijas y controló los tiempos del juego a la perfección.
La mejor noticia para el Atlético es que no había noticias en el luminoso. Achicó aguas como pudo hasta el descanso sin conectar apenas con Falcao y Adrián. Aparecieron por tierras valencianas al filo del descanso tras un contragolpe capitaneado por Arda Turan y un despiste defensivo che.
Canales se rompe y el Atlético se tira a la yugular
Simeone intentó atajar el serio problema rojiblanco en la zona de máquinas quitando a Mario Suárez en el descanso. El de Alcobendas jugó agarrotado y eso le encajonó muy cerca de los centrales sin dar salida al balón. Por él entró Gabi y el equipo se sacudió esa timidez en la creación dando unos pasos a delante.
Cuando todos se preparaban para los momentos letales, la eliminatoria perdió un gran aliciente. Sergio Canales, el dandi del encuentro, volvió a romperse y sus lágrimas al abandonar el terreno de juego se contagiaron al momento en todo el valencianismo. La pésima noticia se transformó en la peor de todas sesenta segundos después. Cuando el Atlético de Madrid dejó encarrilada la eliminatoria con uno de esos goles que bien valen una final. Un cambio de juego de Diego aterrizó en el pecho de Adrián y el asturiano la empalmó para dirigir el balón a la escuadra opuesta. Para seguir alimentando la posibilidad de ir ya con la selección absoluta...
El gol tuvo efecto 'red bull' en los cuerpos y mentes del Atlético de Madrid. Y en el Valencia tuvo un efecto demoledor. Más que el gol, al equipo che le destrozó la lesión de Canales. Todo marchaba por su cauce, el Valencia buscaba el tanto que volviera a despertar al equipo y la grada, pero apareció la polémica y las malas formas. Y aparecieron, las cosas sean dichas, porque el asistente del árbitro Skomina, una de esas figuras implantadas en el fútbol moderno, despistó al árbitro cuando Tino Costa despejó con la mano un balón dentro del área del Atlético. El esloveno pareció pitar penalti de Tiago, que saltó junto al argentino, y se armó la 'marimoren'a. Las manos salieron a pasear y algunos jugadores cayeron al suelo como si hubieran sido baleados. Juego que terminó con Tiago en la caseta y con Soldado amonestado y recriminando la decisión del asistente, que en realidad había liado todo. Sí, el Atlético perdió a Tiago para la final pero acabó de un plumazo con el posible acoso final del Valencia.