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Barcelona - Chelsea | La contracrónica

¡Barça més que mai!

La sombra de Berna, aquel partido desgraciado ante el Benfica en el que el Barça perdió el siglo pasado su primera oportunidad de ganar la Copa de Europa, gravitó sobre el Camp Nou, y al final se hizo verdadero el maleficio.

Juan Cruz
Messi.

El penalti. En aquel partido de Berna el Barça lanzó contra los palos casi todas sus esperanzas, y el partido terminó como el rosario de la aurora, pues la casualidad le ganó al fútbol. Anoche Messi estrelló contra el palo una pelota segura y la más segura de todas la estrelló contra el larguero. El penalti fue un maleficio en realidad; pudiendo haber sido la oportunidad de poner al Chelsea lejos de la copa, lo introdujo porque sumió al Barça en una especie de estupor cuyo máximo exponente fue el genio argentino. Aún así, Messi tuvo la oportunidad de desequilibrar el encuentro cuando ya casi nada se esperaba. Pero arrastró todo el tiempo aquella sombra del penalti.

La desesperación. Frente a la desesperación, fútbol; el Barça lo intentó tanto que a veces parecía que sus futbolistas no estaban tan desesperados como el graderío, que aun así no cesó de cantar. Pero en casa, ante el televisor, el aficionado azulgrana que vive de la esperanza de remontar aunque el tiempo vaya diciendo lo contrario vivió anoche como aquella vez mientras Miguel Ángel Valdivieso y José Félix Pons contaban cómo el Benfica se llevaba a casa la Copa de Europa.

El futuro. Siempre que hay un partido así la gente empieza a hablar de las virtudes y los defectos de las alineaciones. Cualquier alineación que hubiera ensayado anoche Pep Guardiola hubiera tenido este efecto ante un equipo así, probablemente. El Chelsea jugó a que no se jugara, y en medio de esa nada absoluta a la que redujo su contribución al fútbol tuvo dos oportunidades que aprovechó en medio de un estupor cuya imagen se vio, sobre todo, en ese rostro vencido del Messi más triste de los últimos tiempos. La derrota abre un boquete de especulaciones, pero este equipo perdió la eliminatoria, no ha perdido el futuro.

La angustia. Pocos partidos tan angustiosos como este; hay jugadores vaselina, como Iniesta, o estilete, como Tello o Pedro; anoche ni Iniesta ni Tello, ni Alves, ni Messi, ni Puyol... pudieron contribuir a hacer efectivo el historial que los convierte a cada uno de ellos en los protagonistas de un milagro. Pasó ante el Inter de Mourinho, y ahora sucede ante un Chelsea que hereda del portugués sus modos de ganar eliminatorias. Decían anoche que el Chelsea jugó amarrando; es cierto, puso un tractor ante su portería, pero inquietó al Barcelona cada vez que dejó esos predios. De modo que fútbol tienen en las botas; ese Drogba que dejó atrás cada vez que tocó un balón a los defensores azulgrana es mucho más que una delantera. La angustia no venía sólo de la imposibilidad del remate: fue angustioso ver tan frágil al Barça atrás.

Piqué. Lo que sucede es que las ausencias crean un hueco en el aficionado: ¿y si hubiera seguido Piqué? Quién sabe. Piqué había mostrado, en los inicios del partido, maneras muy positivas de creación de juego y de seguridad defensiva. Su lesión fue trascendental me parece, ¿pero quién sabe? El penalti, desde mi punto de vista, fue el fallo que marcó el ánimo y limó las esperanzas de ver a aquel Barça pletórico de la primera parte buscando huecos en la defensa a ultranza del Chelsea. Ese fallo de Messi fue el elemento que marcó a Messi, desaparecido anoche en medio de los destellos que siempre tiene, pero tan ineficaz que hasta su mirada se perdió anoche bajo los ojos de un graderío tan desconsolado como aquel que los vio perder en Berna. Ahora, en todo caso, es cuando hay que gritar ¡Barça mes que mai!