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BARCELONA 2 - CHELSEA 2

El Inter II tumba al Barça

El Chelsea revivió los fantasmas de hace dos años y pasa a la final con cerrojazo y aguantando con diez en el Camp Nou. Busquets e Iniesta pusieron el 2-0 y Ramires marcó antes del descanso. Messi falló un penalti con 2-1. Torres dio la puntilla.

Se repitió la historia. La del partido de ida y la de la semifinales de hace dos temporadas. El Barça, ejemplar con su fútbol, se queda fuera de la final de Champions contra todo pronóstico ante un rival encerrado a ultranza. Lo hizo por no matar cuando pudo y por no protegerse debidamente de la contra rival. Con 2-0, y jugando frente a diez, no materializó las innumerables ocasiones de las que gozó, penalti incluido, metió a su adversario en el partido con un despiste convertido en oro antes del descanso y vio cómo Torres, el niño sin gol (¿?), le mató de la manera más dolorosa. Con todas las ilusiones puestas en el área de Cech y en el último minuto.

El ciclo del Barça victorioso acaba tras cinco semifinales consecutivas de Champions, aunque no parece que llega el fin de su fútbol. Este equipo no sabe jugar a otra cosa. Otra vez la injusticia le apeó, avisando al Madrid que dentro de unas horas sólo le valdrán goles y no sensaciones para estar más cerca de la Décima. El equipo de Guardiola no jugó de maravilla, porque es imposible atacar con más brillo ante un batallón, pero mereció hacer tantos goles como se dejó en Stamford Brigde. El palo es duro, por ser tan cercano al mazazo del Clásico, y porque tras tres años de dictadura su estilo ya no impera. Otras tácticas son iguales o más eficaces que la suya. Guste o no.

Una verdadera locura

El primer tiempo no pudo ser más atropellado. Hubo dos lesiones, tres goles, una roja, el ciclón de siempre y la muralla esperada. El partido no permitió salir en tromba al Barça, por mucho que el Camp Nou empujase como nunca. Los accidentes se lo impidieron. Primero se lesionó Cahill y Di Matteo tuvo que recomponer su ejército con el reserva del suplente de David Luiz: Bosingwa. Después, Valdés arrolló a Piqué en una salida decisiva y Guardiola tuvo que imitar a su colega de manera más drástica. La marcha del central no sólo trastocó sus planes sino que también le obligó a arriesgar un poco más. Metió a Alves y convirtió el 3-4-3 de salida en un ataque suicida.

Entre tanta lesión, Messi desaprovechó dos internadas entre mil rivales para poner la eliminatoria cuesta abajo. En una, Alexis hizo de pared y en la otra, Cesc regaló un taconazo a Leo al hueco. La irregularidad en el juego no distrajo al Barça de su objetivo y siguió insistiendo sabedor de que el Chelsea sólo tenía un plan: cobijarse y contraatacar. Así logró el premio. Tras un córner botado por Xavi, el balón salió rebotado a la corona del área. El Chelsea, tan obcecado por defender a Cech, olvidó poner a algún voluntario a la salida. Ahí sí estaba Alves, que aprovechó para controlar, amenazar y abrir el balón a la izquierda por donde irrumpía Cuenca. El canterano pudo disparar cruzado pero decidió probar el pase de la muerte con acierto. En boca de gol esperaba Busquets para machacar con los ingleses por los suelos y con la grada por las nubes.

El sobresalto del 1-0 no llegó sólo. Terry, víctima de la desesperación, golpeó por detrás a Alexis cuando el balón estaba alejado. El árbitro y mil ojos más no se percataron de su rodillazo por la espalda aunque el linier, pendiente como debe de la línea, se encontró con una agresión que tuvo que señalar, penalizando más la intención que la dureza. El gran porrazo ya se lo había dado en la ida. El colegiado expulsó a Terry y lanzó al Barça. Cinco minutos después llegaba el segundo. Múnich se acercaba. Alexis lanzó una contra en solitario hasta que decidió frenarse en busca de socios. En su vistazo al mundo encontró a Messi, que puso la directa en busca de enemigos. El argentino halló en su carrera la internada de Iniesta, para que el manchego controlara y batiera a Cech con la sutileza de un maestro. Parecía la sentencia. Pero no lo fue. Ni mucho menos.

El Barça debió parar y pecó de ansioso. Cuando más noqueado parecía el Chelsea, a las puertas del descanso, Lampard metió un balón entre al espacio para aprovechar el desmarque de Ramires y recordarle a Mascherano que anticipa mejor que cubre su espalda. Si la asistencia fue ejemplar, la finalización pareció de manual. Ramires picó ante una nueva salida de Valdés a zona de nadie. 2-1. De nuevo la angustia. Otra vez la emoción. La pesadilla se repetía. Aquella noche del Inter se aparecía miserablemente, la famosa de los aspersores. Un Barça en manada. Un cerrojo como rival. Terry fuera como en su día le pasó a Motta. Once contra diez. Y Drogba emulando a Etoo. Un drama con segunda parte.

El desenlace más cruel

Iniesta pudo acabar con el suspense tras el descanso. Pero falló. En esta ocasión con la zurda. El miedo se mascaba. Hasta que entre Messi y Cesc volvieron a sonrojar a una zaga que lo que peor hace es defender. Entre ellos provocaron un penalti de Drogba a Fábregas que demuestra que los delanteros donde mejor están es en área ajena. Messi lanzó y estrelló contra el larguero las ilusiones blaugranas. El argentino no está, aunque se ha ganado volver cuando él quiera. Había más miedo. Y menos tiempo por delante.

Alexis (54'), Cuenca (62'), Busquets (77'), Messi (al palo en el 83') y Macherano (89') no desaparecieron cuando el físico ya flaqueaba y siguieron avasallando a Cech, enorme de nuevo como en Londres. Fue una exhibición de casta de Drogba y compañía contra uno de los mejores ataques del planeta. Al partido no le podía faltar la polémica, así que Alexis marcó en el 82' tras un fuera de Alves más que justo. No era la noche del Barça. La justicia se alejaba.

Todo el barcelonismo estaba volcado en busca de otro 'Iniestazo'. Sin embargo, ocurrió lo que ya se preveía a esas alturas. Y todo porque este Barça no tiene plan B. Sin delantero centro de urgencias insiste en su estilo aun cuando no pega. Da igual que ponga extremos si nadie espera el remate. Así que lo pagó con un colofón inesperado. Con Torres recordándole al mundo que aún sigue vivo y avisando al Madrid y al Bayern que en Múnich les espera un finalista tan feo como duro y eficaz.