BARCELONA 1 - REAL MADRID 2 | LIGA BBVA
Una Liga en blanco
El Madrid se impuso a un Barcelona previsible y confuso gracias a los goles de Khedira y Cristiano. Alexis marcó para el Barça, al que le condicionó en exceso la defensa de tres.
El Real Madrid quiere este Liga, lo sabían ellos y ya lo sabe el Barcelona, que abandonó el Camp Nou sintiéndose tan derrotado como campeón el Madrid, que va a llegar al título a lo grande, conquistando al rival en su terreno. No habrá excusas esta vez para justificar la derrota, más allá de los propios errores, ni reproches para despreciar la victoria, a la que se llegó tratando de exagerar los defectos del rival y al tiempo que se sacaba brillo a las virtudes propias. Ante el Barcelona más previsible, lento y confuso que se recuerda, el Madrid apenas sufrió y sólo se le alteró algo el puso, y no mucho, cuando retrasó en exceso sus líneas, algo que va en su carácter, pero que esta vez supo manejar con más coherencia.
Con siete puntos de ventaja y doce por disputar, parece que lo que resta ahora es elegir la fecha del calendario para que se proclame campeón el Madrid, al que Guardiola dio el último empujón hacia el título con ese cambio de esquema que le llevó a actuar con defensa de tres y a entorpecer la circulación en el centro del campo con un exceso de acumulación de hombres. A estas alturas, sólo las matemáticas y la necesaria prudencia parecen separar al Madrid del título.
Guardiola quiso ganar el partido en la pizarra y lo perdió sobre el campo. Se descubrió en defensa, reforzó el centro del campo y al Barça no sólo le cambió la cara, sino que bajó una velocidad en su juego y sus movimientos fueron confusos, menos dinámicos, en definitiva, más previsibles.
Puyol, Mascherano y Adriano formaron la línea de tres en defensa. Busquets y Thiago compartieron el doble pivote, con Xavi a su derecha e Iniesta a su izquierda. Y delante el trío compuesto por Alves, Messi y Tello. Lejos de confundir al Madrid, este dibujo ralentizó los movimientos de un Barça que pareció desconcertado y aturdido. El balón fue suyo, como es costumbre, pero lo movió con menos alegría y lo perdió con inusitada frecuencia. En ese juego de errores sobresalió en el primer cuarto de hora Busquets, que sólo en ese tiempo dejó dos pérdidas que pusieron en riesgo a su equipo y se ganó una amarilla.
Alves, que debió ser expulsado por una agresión a Cristiano en el segundo tiempo, no sorprende cuando está tan cerca del área rival, a Busquets pareció estorbarle la presencia a su lado de Thiago y solo Iniesta y Tello se parecieron a sí mismos por la izquierda, en lo que parecía la zona más vulnerable del Madrid, la defendida por Arbeloa. Xavi trató de forma permanente de impedir el cortocircuito que anulaba a su equipo, pero no siempre tuvo éxito en la tarea. Y delante de todos ellos Messi, más inquieto y desesperado que nunca por no encontrar ese hueco que tan fácil descubre otras tardes para hacer daño al rival.
El Madrid, disciplinado y recogido atrás, decidió no variar su rumbo, quizá porque ya había llegado la hora de demostrar que había aprendido a base de recibir golpes contra el Barcelona. No hubo experimentos, más allá de la presencia de Coentrao, más entonado de lo habitual, en el lateral izquierdo en lugar de Marcelo. Agradeció el Madrid esta puesta en escena diseñada por su entrenador. El Madrid llevó la presión arriba y con esa actitud comenzó a poner en apuros al Barça desde el mismo saque inicial. Benzema, que jugó otro excelente partido, comenzó a incordiar la salida de balón del Barcelona y le siguieron en el empeño Di María, Özil y Cristiano, con Khedira y Xabi Alonso ejerciendo como diques de contención por detrás.
Apenas necesitó cuatro minutos el Madrid para mandar el primer aviso, con un cabezazo de Cristiano que salvó con la punta de los dedos Valdés. No quiso ser menos Casillas, quien se lanzó después a los pies de Alves para solucionar un error de Pepe.
El temor, disfrazado de respeto, condicionó las maniobras de los dos equipos hasta que surgió Khedira para dar un golpe del que no se recuperó el Barça en todo el primer tiempo. Sucedió apenas superado el cuarto de hora, cuando Di María sacó un córner que Pepe cabeceó después de ganarle el salto a Adriano. Valdés alcanzó a detener el balón, que cayó muerto a los pies del confiado Puyol, quien permitió a Khedira empujar el balón para marcar. Histórico gol 108 del Madrid, récord en la Liga.
Al Madrid se le dibujó el panorama ideal, se replegó sin disimulo, cedió toda la iniciativa al Barça y concentró todos sus esfuerzos en tapar los huecos al rival, que no tenía uno de sus mejores días. Sólo miró hacia delante para buscar algún balón largo que encontrara a Benzema o Cristiano y en menor medida a los difuminados Özil o Dí María.
Ese comportamiento que tantas otras veces condenó al Madrid le sirvió para ahogar al Barcelona, que no encontró respuesta esta vez. Hasta que alcanzaron los vestuarios, al Madrid sólo se le alteró el pulso una vez. Conectaron Messi y Xavi y el mano a mano ante el centrocampista lo desvió Casillas recordando aquella parada a Robben en la final del Mundial.
En la segunda parte se exageró el escenario que ya se había dibujado en la primera. El Madrid renunció al ataque, más allá de alguna avanzada aislada de Benzema, y el Barça comenzó a vivir sin disimulo al borde del área de Casillas, que se lució de nuevo ante Tello. El dominio absoluto del balón no le dio esta vez al Barcelona la superioridad en el juego, lo que le generaba una ansiedad inusual y aumentaba la confianza del Madrid.
Comenzó a mover piezas Guardiola, menos lúcido desde el banquillo que en otras ocasiones, y dio entrada a Alexis por Xavi. Y sin que apenas tuviera tiempo su equipo para organizarse llegó el empate. Inició la jugada Messi, cedió a Iniesta, que combinó de tacón con Tello, el disparo de éste lo desvió Casillas, que no tuvo suficiente con ello y acertó a despejar el remate de Alexis, al que le cayó el rechace para marcar.
La efectividad de los movimientos tácticos de Guardiola, más allá de ese gol, nunca la sabremos y de ello se encargaron Özil y Cristiano. El alemán se inventó un pase maravilloso y Cristiano definió con tranquilidad y maestría ante Valdés tras colarse entre Mascherano y Puyol.
Refrescó Mourinho al Madrid con la entrada de Granero por Di María y Guardiola miró al banquillo y allí encontró a Pedro y Cesc, último recurso para agarrarse a una Liga que el Madrid tiene más en su mano que nunca.