Mourinho: el fondo y las formas

En julio de 2010, Plácido Domingo, madridista de pro, arrancó la ovación más larga en la historia del Teatro Real de Madrid: 32 minutos. Tal explosión de alegría y reconocimiento premió su sublime interpretación en la ópera Simon Boccanegra, de Verdi. Conviene dejar constancia de que el público no aplaudió antes de la función para dar ánimos al barítono, ni coreó el Caruso maravilla, ni hubiera sido tan efusivo en caso de una actuación más discreta. Por cierto, las entradas para la ópera son más asequibles que las del fútbol y los cuartos de baño son incomparablemente más glamurosos.

Marzo de 2012, anteayer mismo. Finalizado el grisáceo partido contra el CSKA de Moscú, Mourinho se dirigió al fondo sur con el gesto que muestra la fotografía. El técnico del Real Madrid agradecía su apoyo ruidoso e incondicional, en contraste con los pitos que se escucharon durante alguna parte del encuentro.

Diremos en descargo de Mourinho que su falta de experiencia como madridista (dos años apenas) le impide conocer la trayectoria poco edificante del sector ultra, últimamente más apaciguado. No hubo provocación, por tanto, sino afinidad coreográfica y musical. El técnico, otras veces crítico con los hábitos del madridismo (anima poco, viaja menos), escenificó así su opinión sobre la actitud del respetable.

Eladio Paramés fue menos sutil. Quien pasa por portavoz de Mourinho sin que el interesado lo desmienta, escribió en Twitter: "Ayer fui a ver al Real Madrid ganar 4-1 al estadio del CSKA... perdón.. como sólo escuché rusos en 90 minutos me equivoqué".

Posteriores puntualizaciones no alteran la esencia del mensaje: el público ha de animar siempre, con motivo o sin él. Es decir: se buscan fanáticos, no espectadores.

Resulta curioso que el hombre que no regala una sonrisa reclame para su equipo el aplauso gratuito del Bernabéu. Sin tal concesión el club ha ganado nueve Copas de Europa, tres Intercontinentales, dos UEFAS, 31 Ligas y 18 Copas. Un palmarés con muchas nueces y con escaso ruido.