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Andrés Fernández

"Gracias al budismo me he conocido más y soy mejor portero"

Roberto Santamaría y Javier Vicuña, dos mitos de la portería rojilla, han tallado a este portero de buena planta, mentalidad perfeccionista y una sorprendente vida interior.

Andrés Fernández.

¿Qué empuja a un niño a querer ser portero?

En mi caso la diferencia de edad. De pequeño salía a jugar a la calle y lo típico en la pista de futbito del barrio era que cuando jugabas con mayores, te tocase ponerte de portero. Un día me vio un entrenador de un equipo de un pueblo y me cogió. Y a partir de ahí empecé.

¿Influye la aparición de un referente generacional como Iribar, Arconada o Casillas?

Puede, pero creo que antes los porteros en España tenían menos relevancia y los chicos querían ser futbolistas, sobre todo delanteros. Ahora quizás hay más atractivo por el papel de Casillas. Yo comencé fijándome en Molina y en Iker, que empezaba.

¿Molina?

Aparte de parar bien dominaba el área, las salidas, jugaba adelantado, era un portero con rango, aportaba cosas al juego de sus compañeros, tenía carácter... Reunía las características de un buen portero.

¿Cómo se define Andrés Fernández como portero?

Me gusta pensar siempre que se puede hacer algo más. Me preocupo por salir bien, por efectuar bien el golpeo, por ir fuerte arriba... Me considero un portero al que le gusta autoexigirse mucho.

Murcia, Tenerife, Mallorca, Pamplona, Huesca... A sus 25 años tiene usted mili hecha.

Empecé jugando en Murcia, con Javi García, que hoy juega en el Benfica. Su padre era entrenador de porteros y con él comencé. Luego con 14 años me marché a Tenerife a vivir. Trabajé allí hasta llegar a ser portero del Tenerife y luego me marché al Mallorca, de donde me fichó Osasuna. Trabajé tres años en el filial y después surgió la posibilidad de irme al Huesca.

¿Le decepcionó que Osasuna le abriera las puertas para irse a Segunda al Huesca?

Para nada. Lo tomé como una oportunidad. Había jugado en la Segunda B, sabía lo que era, y el Huesca me brindó la oportunidad de subir un escalón. Algo que agradezco y acepté encantado. Quería jugar, esa era mi prioridad.

No sólo jugó, logró el título de Zamora en Segunda.

Congenié bien con el cuerpo técnico y con los compañeros. Y logré el Zamora, lo que sirvió para que Osasuna se diera cuenta de que podía darme la oportunidad. Cosa que afortunadamente ha hecho.

De salida, comenzaba por detrás de Ricardo y Riesgo.

Siempre que llego a un equipo pienso que compito en igualdad de condiciones con el resto de compañeros y eso me obliga a estar preparado para ser titular o para ir a la grada. Son posibilidades que asumo con naturalidad. Me entreno pensando que voy a jugar el domingo, pero con la cabeza preparada para jugar, ir al banquillo o a la grada. El día que me tocó salir en el Calderón la mentalidad era esa. Iba preparado para jugar, pero también para estar en el banquillo y si me tocaba salir estar listo. Es mi filosofía de siempre.

Los porteros tienen una relación peculiar al trabajar juntos, aparte del resto del grupo, y compitiendo por un puesto.

Sí, pero con Asier y Ricardo me llevo genial. Quien nos ve aprecia ese buen ambiente. De Ricardo, diga lo que diga, me quedaré corto porque con 40 años se entrena siempre a un gran nivel y es un porterazo. Es un mito en el club y para mí, como un hermano mayor. Y de Asier destacaría sus reflejos y su profesionalidad.

¿Cómo se digiere que el Barcelona te meta ocho goles?

Lo primero que pensé es que era muy malo. Es cierto que depende de la forma en que encajas los goles, pero es lo que primero que piensas. Luego, en frío, los analizas para aprender. Y luego, toca levantarse. Ser goleado no significa que seas malo o que no tengas nivel para Primera. Lo tomé como un día de aprendizaje. Los partidos ante Barça y Madrid me han hecho aprender más que todos los demás.

Después de esos partidos, ¿se notó más arropado por afición y compañeros?

Por supuesto. Me acuerdo de una persona que me dijo algo que me motivó bastante. Luis Helguera, hermano de Iván y compañero mío el año pasado en el Huesca, me mandó un sms que decía "los ciclistas, aunque parezca que no van a llegar a la cima bajan la cabeza, siguen pedaleando y no se paran". Eso me llegó bastante.

Recuerda algún otro testimonio que le marcase.

El día del Barcelona, Valdés me dio un abrazo al finalizar el partido y me dijo que aquello debía servirme para crecer. Fue un detalle que agradecí.

¿Y los siete del Madrid?

Como era la segunda vez, lo encajé mejor, porque ya sabes que es un día malo ante los mejores del mundo y que la vida seguirá al día siguiente.

El contrapunto es cuando acaba un partido imbatido.

Cuando acabo los partidos sin recibir goles o ganando, más allá de que hayas jugado mal o bien, refuerzas tu confianza de cara al siguiente partido.

¿Cómo explica el buen momento que atraviesa la cantera de porteros en España?

Hay porteros porque aquí en España se trabaja bien la base. Técnicamente, a los porteros se le enseñan cosas de pequeños que luego, al llegar a la élite, tienen perfectamente asimiladas. Creo que ha surgido una generación buena, porque además de ser porteros son buenas personas, gente humilde con la que los chavales y la afición se puede identificar. Antes cuando decías que eras portero te miraban raro. Hoy tenemos referentes como Iker, Víctor Valdés, De Gea, Reina...

¿Cree usted que es la posición más sacrificada por lo expuestos que se encuentran?

El fútbol es injusto con los porteros. Te juzgan por una jugada. Sin embargo, como yo lo veo, al portero no se le debe valorar por un partido bueno o malo, debe hacerse a medio plazo. Pero la realidad es que la Prensa te ensalza un domingo y te condena el siguiente. Y luego están los balones...

Cuente...

El balón ahora es un enemigo de los porteros. Supongo que lo hacen para que haya goles y espectáculo. Y en eso somos los últimos monos del circo. Pero si el golpeo es duro, la pelota hace demasiadas cosas raras. Y si tira, por ejemplo, Cristiano, como vaya entre palos, te complica la vida.

Es usted tranquilo, ¿no?

No me gusta perder los papeles, decir burradas ni ser extravagante. Me gusta la calma, la tranquilidad. Un portero debe mantener la cabeza fría.

¿Esa tranquilidad es innata?

Me gusta mucho leer. Desde novelas a ensayos o cualquier tipo de libros científicos. Y últimamente leo más de budismo, a lo que he llegado por recomendación de mi madre, que es una gran lectora. Eso me ha ayudado a ser más tranquilo.

¿El budismo es aplicable a su labor en la portería?

El budismo, más que buscar fuera te invita a conocer mejor tu interior, a tí mismo. Gracias al budismo me conozco más y soy mejor portero. Realmente eres tú quien dejas que las situaciones te superen o quien las dominas. Y eso obviamente me sirve para aplicarlo en la portería. Cuando manifiestas una intolerancia es porque hay algo por dentro que te está comiendo y no sabes lo que es. Te permite conocerte, sin agresividad, manteniendo la calma, sin entrar en el juego de otros...

Y estudia informática...

Sí, por la UNED. Es una inquietud que tengo desde siempre. Lo de estudiar me viene de pequeño. Siempre me ha gustado aprender. Lo considero fundamental para disponer de alternativas cuando me retire.

¿Un sueldo en un equipo medio de Primera como Osasuna da para retirarse ?

Con los sueldos de un año de Real Madrid y Barcelona vives toda la vida, pero en el resto de equipos debes estar varias temporadas para asegurarte una base económica el resto de tu vida. Y personalmente creo que un jugador tiene que disponer luego de herramientas para decidir si quiere seguir ligado al fútbol o tomar otros caminos en la vida al colgar las botas.

¿Cuántos años le quedan en la portería de Osasuna ?

Espero que muchos.

¿Y se ve en Europa?

Si competimos día a día, podemos ir a Europa. Darlo todo y si nos gana el rival, felicitarle.

¿Cuál es la receta?

Con Mendilibar se entrena como se juega. La intensidad tiene que ver con la identidad de Osasuna. Es el sello.