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Europa League | Athletic

Iribar se abraza a su ídolo, Yashin

Moscú amanece nevado, un espectacular marco para proponer a José Ángel Iribar visitar a un viejo amigo, adversario y referente, Lev Yashin. Descansa en el cementerio de Vagankovskaya. El Txopo acepta encantado.

Iribar se abraza a su ídolo, Yashin

Nieva copiosamente en Moscú y sus aceras obligan a un andar con precaución. El metro es la solución. Horas antes del partido que disputó ayer el Athletic, José Ángel Iribar recoge emocionado el guante de AS: visitar la tumba de su ídolo, su espejo a imitar, su enemigo en la Copa de Europa que ganó España en 1964, su amigo Lev Yashin. El cuerpo del mejor portero de la historia yace desde 1990 en el cementerio de Vagankovskaya, junto a artistas y políticos rusos. Un cáncer de estómago se lo llevó con 60 años, pero dejó un legado futbolístico y un reconocimiento insuperable: es el único meta que ha ganado el Balón de Oro (1963). La FIFA distingue con un premio que lleva su nombre al mejor portero de cada Mundial.

Cargado con un ramo de rosas rojas y blancas, los colores del Athletic, Iribar comienza la búsqueda del lecho de Yashin. Una lápida llama su atención: es un portero blocando un esférico. Allí yace el cuerpo de Urushadze, suplente del moscovita en la Eurocopa.

Doblamos una esquina y aparece su imagen. Ahí está, perfectamente representado, con la pelota en la mano y el flequillo al viento. De negro, en honor al mito del Dinamo de Moscú, Iribar deposita las flores visiblemente emocionado y retira la nieve de su silueta. "Tengo los pelos de punta, vengo aquí en representación de todos los porteros. Es el número uno. Ha sido buena idea visitarle", lanza con ternura.

El Txopo trató de imitarle en todo. La Araña Negra quería pasar desapercibida para sus rivales. Lo suyo era atrapar un balón tras otro, imponer su envergadura, intimidar con elegancia. En el Mundial de Suecia 58, sorprendió al ser el primero en utilizar guantes. También se alababan sus dotes de mando, sus gritos al ordenar la defensa que tanto enrojecían a su mujer, Valentina. Tiene los guantes en la mano en su imagen en el cementerio. Muy lograda.

"Es una persona a la que admiras hasta quererla". Tampoco olvida cómo, tras la final de la Eurocopa en la que ambos no tuvieron su mejor tarde (a Iribar le sorprendió una puntera y a Yashin el cabezazo de Marcelino), el moscovita le regaló un jersey azul oscuro del Dinamo. Aún lo conserva. Como su línea de sobriedad.

"Era un adelantado a su tiempo, tenía una gran colocación. Me marcó una salida suya de puños en el área grande en la Eurocopa anterior. Imponía, llegaba a todos los balones por su envergadura. Utilizaba una lateralidad desconocida, se tiraba en plongeon. Fue un pionero en la técnica de saque con la mano, de arriba abajo, diferente a la mía. Sabía la importancia de tener un buen contragolpe". Iribar no regatea elogios a Yashin. Su fidelidad al Dinamo de Moscú, concuerda con los valores del número uno del Athletic. "Imagino que, como a mí, el peso de su club le llenaba".

Perdonados quedan sus vicios, el alcohol y el tabaco, que quizás le llevaron precipitadamente a la tumba. "Un cigarrillo para calmar los nervios y un trago de vodka para calentar los músculos". Iribar nunca le olvidará. Desde ayer, todavía menos. Jamás vi a un ídolo tan emocionado.