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ATLÉTICO 0 - VALENCIA 0

La Champions exige arte

El Atlético mereció la victoria por ocasiones pero su falta de puntería, paciencia y elaboración no sólo le deja fuera de Champions, sino también de Europa. El Valencia aguantó el empate, el único objetivo por el que luchó, y pudo sorprender en un disparo de Alba.

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La Champions exige arte

El Atlético estuvo más cerca de la victoria que el Valencia. Por la cantidad de sus acometidas y por la importancia de sus avisos. Por algo era el que más se jugaba. Su rival vive en Champions y él sólo es un aspirante por culpa de tanto tiempo perdido. Pero dada la injusta igualdad a la que se llegó a la medianoche, también rozó con más proximidad la injusticia. Un mal siempre latente cuando vives en el alambre. Jordi Alba pudo darle un disgusto mayor que el del empate. Con su disparo cruzado en el 75' murió la única opción del Valencia de ganar un partido que sólo planteó para no perderlo. Y con ese aviso rebrotaron a la vez los temores de un Calderón que sabe que con lo que hacen sus jugadores, por ahora, no les da para llegar a donde quieren.

El Atleti ha asimilado para los restos, y con una velocidad escalofriante, la casta del 'Cholo'. Pero si tanta facilidad tiene para apropiarse de los dones de sus superiores, no estaría mal poner de ayudante del argentino a Kiko Narváez, Pantic o a un sucedáneo. Con una pizca de su visión de juego, su temple y su precisión, Falcao y Adrián llevarían a estas alturas más goles que kilómetros. El equipo colchonero rebosa genio en defensa, ingenio en tres cuartos y mordiente arriba. Sin embargo sufre para aunar virtudes y esconder defectos. Falta temple y sobra ansiedad. Su coctelera tan solo le da a estas alturas para estar en el lugar que se merece.

Mucho golpe; poco toque

En el primer tiempo primó la intensidad sobre la inteligencia. Hubo más fuerza que toque. Más nervio que pausa. Y así, sólo se llegó a las áreas por el ímpetu. Jamás se logró por la vía combinativa. Algo raro cuando había frente a frente más poetas que atletas. Atlético y Valencia acumularon varios mediapuntas creativos en sus onces pero ninguno merodeó hasta la segunda mitad la parcela que debía. Si a Arda y Diego les costó coger el mando, a Pablo y Piatti les sobraron pugnas aéreas perdidas. Ambos equipos echaron en falta un voluntario que convirtiera los pelotazos en pases. Por ello hubo más golpes que disparos. De goles, ni hablamos.

El Atlético tuvo dos ocasiones en esos minutos. Ambas originadas en el costado derecho, donde Juanfran confirmó que puede ser lo que quiera si lo hace con confianza. Fue lateral, experimento que ya probó Manzano, pero donde más destacó fue en campo contrario. Con los artistas sin tino, de sus botas nacieron la mayoría de los envíos con peligro. Uno de ellos fue rematado por Adrián con tanta fuerza como veneno. El otro estuvo a punto de conectarlo Falcao a orillas de Alves. El Valencia, por su parte, sólo se asomó por una cuestión de probabilidad. De mil balones directos acertó a aprovechar uno. Piatti, tras un despeje defectuoso al achicar un melón, aprovechó el regalo para escupir un zurdazo que más que probar a Courtois, le exigió. No inquietó más.

El Valencia no demostró cansancio tras la Copa. Su despliegue fue irreprochable. Es más, para bien y para mal, pareció no haberse despojado aún del plan anti-Barça del pasado miércoles de presión y juego directo. Aquella medida de supervivencia la repitió en el Calderón como forma de vida, a sabiendas de que el rival compartiría esta vez más el balón. Emery únicamente dio descanso a Banega. Y sin él, su equipo perdió llegada y ganó previsibilidad. Esta vez Tino Costa fue titular. Aunque su aportación se restringió a la estrategia. Mathieu y Alba intentaron desbordar como acostumbran a los dos les faltó espacios que aprovechar. El único plan era esperar al oportunismo de un Soldado entre un ejército. Y, como es lógico, fracasó. Ya van cinco partidos seguidos sin ganar.

Otra imagen; misma suerte

El segundo asalto trajo consigo el mismo repertorio de impresiones, aunque los huecos que emanan del cansancio propiciaron más contras, mejores llegadas y mayores intenciones. Gabi probó desde la frontal si Alves es tan bueno como cuentan, y Falcao, en dos ocasiones, protagonizó la jugada del partido. Su internada en el área topó con el guardameta brasileño. El rechace con la entrepierna de Rami y con la (mala) fortuna. El Calderón también pidió un penalti instantes después. Ya había llegado el crónico momento de la desesperación. Una cantinela que habitaba en el Manzanares con más frecuencia de la deseada. Existía cuando el equipo no lograba resultados porque era peor, por los pelos, que sus adversarios. Y aparece ahora que no alcanza los objetivos porque sólo es algo mejor, por los pelos, que sus rivales directos.