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Copa del Rey | Espanyol 3 - Mirandés 2

Al Mirandés le sobraron cinco minutos

Weiss, Rui Fonte y Verdú, remontaron desde el minuto 84 un partido en el que el Mirandés se había adelantado con un tanto de Alain y un golazo de cuchara de Pablo Infante.

Rubén Jiménez
Actualizado a
Al Mirandés le sobraron cinco minutos

Las crónicas estaban escritas, las fiestas preparadas y Cornellà-El Prat semivacío. Pablo Infante era el héroe y Miranda se engalanaba para salir guapa en la foto. Su equipo estaba con un pie y medio en semifinales de la Copa del Rey.

El Mirandés, ese equipo que empezó a caer simpático a medida que avanzaba rondas, esa Cenicienta del torneo que todos miraban con admiración a la espera del día en el que la historia acabase y la eliminación les acechase, había decidido salirse del cuento y saltar a la realidad. El último equipo de 2ªB en clasificarse para semifinales fue el Figueras en 2002 y el Mirandés estaba a punto de emularle.

Pero el Espanyol, dormido durante 84 minutos, practicando un fútbol que rozaba lo denunciable, decidió despertarse y darle la vuelta al partido en cinco minutos. Weiss, Rui Fonte y Verdú eclipsaron parcial, que no totalmente, lo que estaba siendo un partido histórico para los de Carlos Pouso, que habían hecho posible lo que su entrenador calificó de "misión imposible" en la previa.

Habían dominado el partido, a un equipo de Primera, estaban con la cabeza ya en semifinales y luchado ferozmente durante todo el encuentro contra sus propios pulmones. Pero se irán a casa con la sensación de haber perdido una oportunidad de oro. Cuando duerman y despierten, cuando lean y recapaciten, se darán cuenta de que no todo está perdido, aunque el enfado de Pablo Infante al pitar el final Mateu Lahoz se comprende.

Obra de arte de Pablo Infante

El partido hasta el minuto 84 se describe en una jugada. Pasada la media hora de la segunda parte, Amat perdió un balón crítico (aún no sabe ni él lo que intentó hacer para sacar el balón) en la frontal de su área, apareció Pablo Infante y lo recogió. En ese momento, con Casilla saliendo a por él, el mundo se paró en su bota derecha. Sin un mal gesto, con la espalda erguida, con toda la elegancia que se puede tener en ese momento, se inventó una cuchara genial que se coló irremediablemente en la portería blanquiazul y significaba el 0-2. El desastre que estaban siendo los de Pochettino y la maravilla rojilla unidos en una jugada.

En el minuto 28 Alain había adelantado al Mirandés, con un gol agónico. El balón golpeó en un palo y fue, suavemente, siendo cortejado por la línea de gol hasta que se desvió hacia la portería instantes antes de tocar el otro palo.

Y esa fue la historia del partido. El Mirandés dominaba, tocaba, llegaba y el Espanyol avergonzaba a su propio público. Pero nos dejamos dos detalles. Ni los partidos duran 84 minutos ni hemos hablado de Mateu Lahoz.

El colegiado valenciano, que tuvo un arbitraje incorrecto, no supo valorar ni medir en ningún momento el partido en su justa medida. Dejaba de señalar faltas claras, se empeñaba en no abandonar su máxima del laissez-faire, del dejar jugar y para colmo del Mirandés, se tragaba un penalti clamoroso de Amat a Pablo Infante. El banquero, encarando como si del mejor brasileño se tratase, dejaba sentados a los defensas periquitos una y otra vez. Y Amat decidió pararle agarrándole de la camiseta hasta casi romperla.

Pero Mateu no lo vio. Como tampoco vio en la primera parte otra jugada en la que los jugadores del Mirandés reclamaron penalti a Alain. Ni fuera de juego en el gol de Weiss, el que daba esperanzas al Espanyol y que la repeticiones no dejan claro si es legal o no.

Reacción espanyolista y debacle del Mirandés

Y llegó el minuto 84. Y llegó el gol de Weiss, que fue un directo al hígado para los de Pouso, que dejaron de respirar. Se habían dejado los pulmones y el Espanyol lo aprovechó para soltar dos puñaladas más. Rui Fonte y Verdú. Sin tiempo de reacción. Todo ocurrió en cinco minutos. Se nubló la vista y se torcía el gesto para unos jugadores que lo habían dejado todo en el campo.

Pero el resultado, además de engañoso, deja la eliminatoria abierta para la vuelta. El Espanyol deberá aprender de sus errores, mayúsculos, groseros, del partido de ida para mantener su renta.

Anduva será una fiesta la semana que viene. Miranda de Ebro tiene la oportunidad de ver en directo cómo se escribe la historia. Pouso y sus chicos siguen haciendo feliz a toda una región que, cual aldea de la Galia en tiempos de Astérix y Obélix, resiste todavía y siempre a los Clásicos. Ellos tienen su equipo, el que está a un paso de clasificarse para semifinales, el que ya es el equipo de moda en España.