Bienvenido, mister Cholo

Matinal emotiva en el Manzanares, con el Calderón lleno para celebrar el regreso de Simeone, el ídolo del sector más joven y ruidoso de la afición, que le venera como símbolo de valores perdidos: compromiso, intensidad, garra... No sólo hay que ser valiente, hay que parecerlo y nadie lo sabe parecer mejor que Simeone. Y lo es, ojo, al arriesgar su intocable estatus y asumir la fea tarea de enderezar un equipo en caída libre.

Y enfrente, Molina, otro héroe del Doblete, tan importante como el Cholo en aquel hito, pero de carácter opuesto: siempre discreto y feliz en el segundo plano. Un papel que abandona para encarar un reto similar al de su viejo compañero de batallas: rescatar a un aspirante a la Champions que se ha visto flirteando con el descenso.

Estrenos. Ambos debutaron con empate. El del Atleti en Málaga fue un ensayo poco revelador, un punto apañadito para ganar tiempo sin mostrar mucho ni estropear nada. Hubo actitud, pero no fútbol, y Simeone ha despertado cierta inquietud entre atléticos con menos fe en su papel mesiánico con unas declaraciones de principios muy conservadoras ("El balón a la m..." y "Atacaría una vez y metería un gol").

Sin embargo, el once de hoy modera esos miedos. Con el Cholo habrá dos Atletis. Fuera viste mono tosco y se cambia de modelo para estar en casa; pero en vez de ponerse cómodo, se arregla y luce batín de seda, monóculo y copa de brandy. Jugará con dos puntas (Falcao y Adrián) y sus mayores talentos (Arda y Diego) por detrás. Si este segundo modelo presiona como el primero, habrá arreglado el mayor problema de la era Manzano.

Distinto en forma pero no en final y sustancia fue el estreno de Molina. El Villarreal dejó al Valencia igualar un 2-0, pero también recuperó una actitud olvidada. La sanción de Marco Ruben provoca el cambio de dibujo a un 4-2-3-1 con Nil­mar arriba y Castellani como socio de Valero y Cani en la creación. Esas son sus bazas para amargar el regreso del hijo pródigo: Simeone vuelve a casa.