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Liga BBVA | Zaragoza

Agapito juega sucio y fuerza el cese del consejo

La salida de Arenere y su equipo descubre la farsa del propietario.

Actualizado a
<b>FUGAZ. </b>Salvador Arenere, en la presentación de su equipo y el nuevo proyecto el día 30 de diciembre.
alfonso reyes

Apenas diez días después de la presentación de su proyecto en sociedad, Salvador Arenere y los tres nuevos consejeros que habían llegado al Real Zaragoza de su mano -Carlos Iribarren, Fernando Rodrigo y José Guillén- comunicaron en la mañana de ayer su cese y salida del club. En poco más de una semana, y a pesar de haber suscrito un documento privado en el que quedaba establecido el traspaso de atribuciones de Agapito al nuevo consejo, Arenere y su equipo han contastado que ni el presidente les deja gestionar el club con todas las consecuencias ni tiene intención real de vender sus acciones, así que abandonan.

"Dado que era condición imprescindible la cesión total de la gestión de la entidad por parte de Agapito Iglesias y entendiendo que esta cesión no se ha producido ni es fácil que se produzca en el futuro debido a las diferentes maneras de entender la gestión por ambas partes, hemos decidido no continuar, cesando en nuestras funciones", precisa el comunicado del equipo de Arenere.

La decisión revelada ayer la tomaron en realidad el jueves pasado. Y, aunque los consejeros decidieron postponer su anuncio para no enrarecer el ambiente antes del partido con el Racing, fue en el viaje a Santander donde quedó escenificada la ruptura. Iribarren, consejero encargado del área deportiva, tenía pensado hacer el desplazamiento en el autocar del equipo y aprovechar esas cuatro horas para despachar con el director deportivo, Antonio Prieto, sobre los posibles fichajes. Pero no lo hizo. Y finalmente el consejero se desplazó el mismo sábado en automóvil particular, junto a Arenere, Rodrigo y Guillén.

Ayer por la mañana Agapito y su hombre de confianza, Javier Bazaco, estuvieron reunidos en las oficinas del Real Zaragoza con Arenere y sus consejeros. Fue un encuentro muy breve y muy tenso. Según el comunicado que luego haría público el club, fue durante esa reunión, de forma simultánea, cuando Agapito tuvo conocimiento de la decisión. En realidad, y aparte de otras consideraciones, el enfrentamiento definitivo vino a partir de algunas variaciones que Agapito introdujo de forma unilateral en el documento suscrito el 29 de diciembre con Arenere, en el que se establecían las atribuciones del nuevo equipo de gestión. Las variaciones incluidas después por el propietario del Real Zaragoza comprometían de forma decisiva las condiciones con las que los nuevos consejeros habían entrado al club y la integridad de sus motivos para hacerlo. Así que la baraja se rompió.

La decisión añade otro capítulo de esperpento a la trayectoria de Agapito al frente del Zaragoza. Supone, por un lado, un portazo que defiende la integridad de quien en su discurso de presentación afirmó: "No venimos por vanidad ni por dinero. No vamos a ser consejeros florero". Pero al mismo tiempo justifica que -por encima de su entusiasmo, las buenas intenciones y la capacitación profesional-, el escepticismo de la afición y la crítica estaba plenamente justificado. Nadie acabó de creerse que Agapito fuera a dar un paso a un lado.

Los nuevos consejeros enseguida se dieron cuenta de que, en el Zaragoza de Agapito, la realidad es mucho más tozuda que cualquier lógica. Las negociaciones con Míchel y Ponzio, la intromisión en la de Manolo Jiménez y otras contrataciones, así como los manejos internos del presidente en el club agregaron tensión a estos fugaces días. Pero el problema definitivo residía en el documento suscrito. En él, Agapito se cuidó también de no incluir una opción de compra de sus acciones, un detalle fundamental porque ponía en seria duda su cacareada intención de vender. Y, así, hacía muy difícil la culminación del proceso con un cambio de propiedad. Ésa era la esperanza de la transición que encarnaban Arenere y compañía. Ayer saltó por los aires. Agapito está más solo que nunca. Y todas sus cartas, otra vez, al descubierto.