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Copa del Rey | Mallorca 6 - Real Sociedad 1

El Mallorca destroza a la Real en siete minutos épicos

Los de Caparrós dieron la vuelta al tanto de Ifrán con cuatro goles antes del descanso. Zubikarai pecó de confianza y erró gravemente en el cuarto gol bermellón.

Rubén Jiménez
El Mallorca destroza a la Real en siete minutos épicos

Dicen que las sensaciones fuertes son difíciles de retener en la memoria, que la emoción del momento impide que nuestro cerebro se impregne de esos recuerdos. Qué suerte tienen los aficionados y jugadores del Mallorca, que podrán ver en vídeo una y otra vez siete minutos que ya son historia del club.

Siete minutos en los que un Mallorca eliminado y desahuciado se levantó a base de ganas, de coraje y le endosó cuatro goles a una perpleja Real Sociedad que daban la vuelta a una eliminatoria de la que tenían los dos pies fuera. Y siete minutos que acabaron con un gravísimo error de Zubikarai que el portero realista tardará en olvidar.

A pesar de la dificultad por el resultado de la ida, el Mallorca salió con ganas de épica. En los primeros diez minutos convirtió el área donostiarra en territorio ocupado. Asediaban los bermellones y en un par de ocasiones hicieron temblar la comodidad de la renta que los de Montanier se trajeron de Anoeta.

Pina y Hemed fueron aspirantes a ser el primer héroe de la noche, pero sus respectivos remates salieron rozando el palo y la Real aprovechó el repliegue balear para realizar un ataque relámpago, diseñado por De la Bella y ejecutado por Ifrán, que derribó el muro defensivo de los hombres de Caparrós.

Era el minuto 15, el Mallorca estaba tres goles abajo en la eliminatoria y su público inundaba con silbidos los tímpanos de sus jugadores. Con ansiedad en el juego y nervios en el rostro, no parecía haber en los libros de historia estrategia para dar la vuelta a semejante catástrofe.

Cuatro goles para el recuerdo

Pero en esos momentos en los que el corazón late más deprisa de lo que piensa el cerebro, surgen las grandes historias. Chori Castro se encontró con una falta en el borde del área, con un agujero en la trinchera vasca, y por él coló el lanzamiento. Por la escuadra de la portería de Zubikarai.

Empataba el partido, ganaba una batalla, pero la guerra, la eliminatoria, seguía siendo poco más que el espejismo de un oasis en medio del desierto. Y el Mallorca, desoyendo el sentido común, se lanzó a por el agua como si no hubiese mañana.

Fueron siete minutos espectaculares. Cuatro goles, cuatro escenas consecutivas de las que hacen que el público se estremezca en una sala de cine y recuerde la película para siempre. Eso harán los espectadores del Iberostar Estadio. Sin tiempo para soñar con el gol de Castro, un zapatazo de Hemed desde la frontal despertaba a la afición. La remontada era posible.

Y tanto que era, debió pensar Nunes, cuando cabeceó con violencia el tercer gol al fondo de las mallas. Tres goles en cuatro minutos. Y lo que ya era un sueño para el Mallorca se convirtió en pesadilla para un hombre.

El guardameta donostiarra, Zubikarai, fue el contrapunto a la heroica remontada bermellona. El portero de la Real cometió el pecado capital para el encargado de guardar la meta de un equipo. Descuidar su retaguardia. Soltó el balón dentro del área, quiso respirar, ganar un par de segundos para darle a su equipo el aire que le hacía falta. Pero se quedó seco cuando Castro apareció de la nada, le robó el balón y marcó a puerta vacía.

Lo que en el minuto 30 parecía un milagro, se había consumado. El Mallorca se iba al descanso clasificado, eufórico. Los jugadores realistas, aturdidos y sin explicación para lo que acababa de suceder desfilaban hacia el vestuario como un ejército derrotado, desbordado por un rival que estaba derrotado y que súbitamente les tenía contra las cuerdas.

Puntilla mallorquinista tras la reanudación

La segunda parte fue la continuación lógica de la locura del primer tiempo. La Real seguía sin reaccionar, con la sangre congelada en sus venas, mientras el Mallorca mantenía la tensión de saber que estaba haciendo algo histórico y que aún no alcanzaba a conocer en su totalidad.

Unos gigantes con la moral por las nubes contra unas sombras desmotivadas, que no eran capaces de soportar ni el peso de la camiseta que vestían. Lo normal era que la goleada fuese a más y así ocurrió. Ni diez minutos pasaron antes de que Alfaro colocase, de cabeza, el quinto en las mallas de Zubikarai, que se iba haciendo pequeño con cada gol.

Aún le quedaría otro disgusto más al guardameta, el sexto, obra de Hemed. Silencio sepulcral, miradas al suelo y caras de no comprender aún lo que se les había venido encima. En el bando bermellón, todo lo contrario. Se sabían héroes, ya inscritos en la memoria colectiva de una afición que tardará mucho tiempo en olvidar esos siete minutos de delirio que llevaron a un Mallorca eliminado a pasar a cuartos de final y a la historia de la Copa del Rey.