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Copa del Rey | Atlético 0 - Albacete 1

Simeone heredará un barco a la deriva

El Atlético, eliminado por el Albacete (2ªB) en el adiós de Manzano

Actualizado a
<b>TRISTE ADIÓS. </b>Manzano, aquí dando indicaciones a Pizzi, dirigió ayer su último partido al Atlético.

Mediado el esperpento ante el Albacete, que empezó con un gol de Curto a los 20 segundos y ya sólo fue a más, el Calderón coreaba al ídolo que imagina como salvador: "Ole, ole, ole, Cholo Simeone". Cabría discutir si la afición está deseándole algún bien a su preferido al empujarle hacia el banquillo, porque el Atlético que heredará el argentino en las próximas horas es el puesto de mando de un barco a la deriva, un polvorín al que los dirigentes van tirando cerillas encendidas a ver si prende.

La despedida de Manzano estuvo a la altura de su desastrosa etapa. Una etapa que arrancó sin fe por parte del club y de la afición, que vio en él un regreso a un gris pasado, no un paso adelante. Así ni el mejor técnico del mundo hubiera podido funcionar. En todo caso, Manzano nunca estuvo cerca de merecer ese título.

Su fin, que se hará efectivo hoy y podría no ser el único (Caminero peligra), ha sido insultante; tres partidos en el banquillo sabiéndose sentenciado, mientras el cásting de sustitutos se convertía en espectáculo público. ¿Dejarían conducir su coche a su pareja el día después de que se entere de que la han engañado y piensan romper? Bueno, el Atleti lo hizo y el resultado de esta astracanada ha sido el esperable: dos derrotas en casa (Betis y Albacete) que dejan al equipo más cerca del descenso que de Europa y a la grada encendida contra el club y los jugadores. Ninguno se libró ayer de sus iras.

Cambio. Simeone se encontrará con este panorama el lunes. Su carrera como técnico es aún difícil de enjuiciar, por corta e irregular. Pero la sensación es que su elección responde más a su pasado que a su presente. El club tira a la indignada afición el hueso que pedía, esperando calmarla.

El peso específico del Cholo otorgará una tregua inicial, pero si el Atleti no remonta rápido, la maniobra puede volvérsele en contra a Gil Marín. Manzano era víctima propicia para un Calderón de uñas, Simeone no lo es. Si la cosa no sale bien, la grada ya no mirará al banquillo, señalará al palco. Tremendo reto el del argentino: insuflar vida a una plantilla muerta, evitar la guerra civil y navegar entre el caos institucional. Si lo logra, ole, ole, ole, Cholo Simeone.