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Liga BBVA | Mallorca 1-Athletic 1

El otro fútbol gana en Palma

Caparrós no quiso que se jugase y así fue. Marcó Amorebieta, que con él no subía a los córners. Sólo hubo toma y daca en los últimos siete minutos

El otro fútbol gana en Palma

Joaquín Caparrós se salió ayer con la suya: el Athletic no logró jugar a fútbol, su once apenas perdió el sitio y rascó un punto ante su ex equipo, al que ahora ve en la Champions. En un partido atropellado, con doce tarjetas, únicamente valieron la pena los últimos siete minutos, en los que cualquiera pudo ganar. Pereira, el único bermellón con licencia para moverse por libre, y el incorporado Hemed exigieron a Iraizoz, que esta vez sí estuvo en su sitio. Amorebieta, que pifió en el gol local y empató de cabeza, tuvo el 1-2 en otro remate perfecto, pero Chico lo sacó cuando se colaba. Hubiese sido la bomba ganar con un doblete del internacional venezolano.

No fue casual el toma y daca de los instantes finales, porque llegó cuando los baleares se atrevieron a pisar campo rival con al menos tres futbolistas, aparcando el espectacular repliegue que lucieron durante toda la noche. Ahí sí encontró algunos huecos el Athletic para conectar con Muniain, que todavía estará jurando en arameo por haber fallado un pase de alevines cuando se iba solo ante Aouate con De Marcos a su lado. Su flagrante imprecisión impidió al de Laguardia llevarse de nuevo otro golito para casa tras pegarse la enésima carrera con la zancada de Carl Lewis. Su potencia desafía ya a la raza negra, que se lo pregunten a Pereira, al que sacó diez metros en una acción defensiva. Corre tanto y tan rápido que Caparrós ni se dio cuenta de ello en dos años que le tuvo a su lado en Lezama.

El otro fútbol se impuso así en Palma: vigor, choque, pegada de pelota arriba y pelea sin desmayo. La idea local era tan primaria como conocida en San Mamés, meter el balón al área como fuese y esperar a un error del rival. Caparrós ordenó una salida fuerte y halló oro sin apenas haber excavado. Marró Amorebieta y el joven Álvaro encontró petróleo. Los bermellones guardaron el tesoro con uñas y dientes, ante un Athletic sin el foco de Llorente, suplido por un Toquero que lo intentó todo y apenas le dio para lucir más que en un gol anulado de cabeza por un fuera de juego bien anulado y envenenar un centro muriendo el encuentro.

El andaluz supo tejer una tela de araña en torno a su área, con dos pivotes defensivos (Pina y Tissone) y numerosas ayudas en la cobertura. La misión era morder y, si no quedaba más remedio, hacer falta. Los baleares doblaron en ellas a los rojiblancos, que tuvieron una posesión de balón tremenda, pero insulsa. Se recordaron viejas escenas, artimañas, como la de Calatayud, el portero suplente, desplazando un balón para que el Athletic no sacase rápido, la de Cáceres doliéndose en el suelo disimulando para perder tiempo e intentando ahorrarse una tarjeta ante la sonrisa irónica de Iraola, y la de Ramis, un central, sacando de banda a la olla a lo que saliese, como si Víctor Casadesús fuese Llorente.

Resultó curioso lo de Amorebieta, al que el utrerano impedía subir en los córners salvo en situaciones desesperadas y ahora hace daño en ellos. Resumió perfectamente el cambio de estatus e idea futbolística en el Athletic. Caparrós flotó sobre él para que la salida de balón no cayese a pies de Iturraspe y el Athletic, que echó de menos a Llorente, no estuvo cómodo. El golazo de cabeza del internacional venezolano, tras un medido centro de Herrera, supo a reivindicación. Tiene hambre y, pese a completar un notable partido, dijo tras el mismo que no sintió demasiado bien. El inconformismo ha vuelto y que uno de los que la demuestre sea Amorebieta dice muchísimo.

Juego frontal.

Al que apresó muy bien Caparrós fue a Muniain, que tuvo rivales encima hasta en la ducha. La entrada del poderoso Hemed, tan tosco como violento en el remate, obligó a Iraizoz a hacer el pardón del partido. Hubo mucho juego frontal, entradas a destiempo y Muñiz se lo pasó en grande amonestando. Muchas de ellas fueron justas, pero vio la amarilla hasta para el portero suplente, Raúl, a quien no sabremos si se le puso un nudo en la garganta cuando vio acercarse al asturiano. Una roja le hubiese quitado la opción de jugar en Copa, su ilusión.