El Madrid declara el estado del bienestar

Paz en el cielo y en el césped. Cumplido el primer trimestre de la temporada, el Real Madrid disfruta de lo que podríamos denominar el estado del bienestar futbolístico, perfecta conjunción deportiva, institucional y sentimental. Los méritos son contundentes: líder en la Liga (con tres puntos de ventaja sobre el Barça), clasificado para octavos de la Champions como primero de grupo (a falta de un partido) y máximo goleador nacional y europeo.

El Real Madrid ha ido aprobando (y con nota) todas sus asignaturas pendientes sin que quede otra reválida que la definición en títulos. Deportivamente ha terminado de arriba abajo con los debates sobre la mesa. La polémica Higuaín-Benzema se ha resuelto naturalmente con la perfecta alternancia, cuando no complicidad, de ambos. Los números lo demuestran: doce goles del argentino entre Liga y Champions por once tantos del francés. Siete goles en 211 minutos juntos. Ya no son adversarios, son siameses.

Cristiano Ronaldo es otro que parece haber elevado el listón de sus ya altísimas prestaciones. Casi tan importantes como sus 17 goles (14+2+1), son sus siete asistencias, confirmación de que su juego tiene más influencia colectiva. Hasta el último de sus pecados, su negativa a descansar, se encuentra en vías de solución: no jugó contra el Dinamo a pesar del suculento botín de goles que se ofrecía.

Y la inspiración es contagiosa: Di María suma nueve asistencias y Xabi Alonso repite en cada partido su cátedra de buen fútbol. Khedira está más entonado, Özil ha regresado de sus poéticas ausencias y Kaká ha resucitado hasta el punto de ser convocado por la selección brasileña (habrá que cruzar los dedos ante sus últimas dolencias).

En la línea defensiva también se ha resuelto un problema. Era un secreto a voces que Sergio Ramos no era feliz en el lateral derecho. La lumbalgia de Carvalho le ha devuelto al centro de la zaga y en esa posición ha agigantado su rendimiento. Hoy en día es considerado, unánimemente, una de las claves del nuevo Madrid.

La gestión del banquillo es el último mérito de Mourinho. Varane se macera con paciencia, Sahin se ha recuperado sin prisas, Callejón se reivindicó con dos goles ante el Dinamo y hasta Lass ha asumido su papel de futbolista polifuncional, ideal para cubrir ausencias. Sólo Albiol, Granero y Altintop están pendientes de encontrar su lugar bajo el sol.

Calma.

La expresión "estado del bienestar" fue acuñada en 1945 por el arzobispo de Canterbury como oposición al "estado de guerra" propuesto por Alemania. El antecedente histórico nos sirve de argumento para señalar la última transformación del Madrid, la que tiene que ver con el ambiente y con los nuevos modos del técnico.

Poco queda del ruido de la pasada temporada. Ya sea por recomendación del club o por decisión personal (barajemos un término medio), Mourinho ha cambiado, o está haciendo un verdadero esfuerzo por cambiar. Los últimos ejemplos son significativos. Tras el partido contra el Valencia aseguró que lo efusivo de su celebración estaba en consonancia con la categoría del rival, "capaz de ganar cualquier torneo". El pasado martes aprovechó su conferencia de prensa para desear una pronta recuperación a Tito Vilanova.

Así es el nuevo Real Madrid, el temor de Europa. Un bólido mejor engrasado, de mayor cilindrada y líneas más suaves.