Liga BBVA | Barcelona 5 - Mallorca 0
La paradoja de Leo Messi
Necesitó sólo media hora para marcar tres goles. Cuenca marcó y Deulofeu debutó. Guardiola prescindió de entrada de seis campeones del mundo.
Probablemente, no fue su mejor partido, ni de largo. Pero sí que fue uno de esos encuentros en los que Messi se reivindica y da la medida de su inmensa grandeza. No hay quien descifre a la 'Pulga'. Es Fermat, Poincaré o Perelman: un genio que plantea problemas que se solventan, con suerte, siglos después. A Messi no hay quien lo desmonte porque es perfecto como la circunferencia de la pelota e imprevisible como un mal rebote. Sólo así se explica que después de haberse hartado a chutar a portería sin suerte durante tres partidos, ayer sus tres primeros remates fueran gol. Es más, tres de sus cuatro chuts entre los tres palos acabaron en la red. Sumó su hat-trick número 12, está en 199 goles con el Barça. Y lo hizo en 30 minutos de reloj, pero entre el primer gol y el tercero pasaron únicamente 17 minutos. A día de hoy, Messi es una paradoja imposible de solucionar.
Eso no debe de eclipsar que ayer Guardiola salió a jugar prescindiendo de seis campeones del mundo (Iniesta, Xavi, Fàbregas, Piqué, Puyol y Pedro) más dos indiscutibles con sus respectivas selecciones como Alexis y Afellay. Y ese boquete, que sería una vía de agua fatal por debajo de la línea de flotación de cualquier equipo, se tapa a base de chavales de la cantera. Isaac Cuenca jugó de escándalo en su segundo partido como titular y marcó un gol fabuloso. Y por si fuera poco, Deulofeu, primer jugador nacido después de la primera Copa de Europa que juega con el primer equipo, debutó en el Camp Nou.
Tenía que pasar.
El Mallorca, por su parte, cobró los recibos atrasados del Sevilla y del Granada. Tenía que pasar antes o después. El propio Guardiola había reconocido que para un equipo tan competitivo como es el Barcelona, jugar sin tener un premio al alcance de la mano es complicado. Las finales quedan lejos. Pero a pesar de eso, el discurso no se pierde. Eso es innegociable aunque, por poner un ejemplo, Iniesta, Cesc y Xavi no jueguen un minuto.
El Mallorca de Caparrós ofreció constantes vitales exclusivamente durante la friolera de diez minutos en los que pareció plantear un intercambio de golpes al Barça. El plan era llevar el partido a la locura y a ver quién se salvaba. Huérfanos de Xavi y de Iniesta, el Barça tuvo durante escasísimos minutos el partido abierto, como prueba la gran ocasión de Joao Víctor en el minuto seis. Pero a partir de ahí, acabó la discusión y empezó el soliloquio blaugrana.
Un penalti de Nsue al tocar el balón con la mano permitió a Messi empezar a reconciliarse con su fórmula indescifrable. Esta vez ningún jugador atentó contra la deportividad y Leo apeló al chut de seguridad. Pierna izquierda, fuerte y arriba. Sin opciones para Aouate.
Con el 1-0, el Mallorca fue un barquito de papel en un torrente de desagüe. En poco más de un cuarto de hora, el diez había dado por acabado el duelo ante los baleares con dos nuevos goles. La emoción de la cita se reservaba para ver récords. No fueron de Messi. El honor correspondió a Isaac Cuenca, quien va a dar que hablar. Marcó el 4-0 al inicio de la segunda parte y mantuvo el partido con tensión hasta que Alves marcó el golazo de la manita final.