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Liga BBVA | Real Madrid 3 - Villarreal 0

No hay quien pare al Madrid

Recital de fútbol a toda máquina en la primera parte. El Villarreal, muy gris, no tuvo contestación. Excelente Kaká. Benzema y Di María, magníficos.

<b>UN MURO. </b>Casillas salió de puños en una falta botada por Borja Valero en una de las escasas ocasiones en las que tuvo que intervenir ayer.
UN MURO. Casillas salió de puños en una falta botada por Borja Valero en una de las escasas ocasiones en las que tuvo que intervenir ayer.

El Real Madrid asusta como asustan las noticias que parecen demasiado buenas. Aquel equipo musculoso y velocista ha comenzado a jugar muy bien al fútbol sin perder ni fortaleza ni rapidez. Lo que antes era un ejercicio atlético que sólo culminaba en los contragolpes se ha convertido ahora en un relámpago de apoyos y desmarques que abarcan cualquier parte del campo. El equipo ha descubierto, en apenas tres partidos, la horizontal, la diagonal y el salto en ele. Los alfiles y los caballos. Y aún más: el Madrid ha aprendido a ser paciente sin dejar de esprintar, imaginen el avispero y entren allí sin escafandra. Si se atreven.

El Villarreal entró y no dejó de espantar aeroplanos como si fuera King-Kong. Imaginaba un infierno, aunque no tan caliente. Había visto los vídeos, pero olvidó ponerlos a cámara rápida. El Madrid no le atacaba, le invadía. Lo que en otros partidos necesita de un prefacio y un tanteo, ayer ocurrió en cascada. A los dos minutos el árbitro anuló un gol a Sergio Ramos por fuera de juego. Primer aviso. A los cuatro marcó Benzema, exquisito, sin retirarse el palillo de la comisura.

El dibujo del gol también engrandeció a Di María. De nuevo asistió desde la derecha, de nuevo a la espalda de los centrales, con la curva hacia el portero. Si un futbolista que corre tan incansablemente es capaz de producir asistencias en serie significa que nos hallamos ante la perfecta combinación del correcaminos y Norman Foster.

Pero aquí no sólo corre Di María, hombre que no sabe andar. El prodigio es que el futbolista que sólo andaba no para de correr. Kaká completó anoche un partido excelso, porque no sólo hizo lo que sabe, mucho, sino que derrochó lo que no suele: esfuerzo. El brasileño corrió como un debutante, de principio a fin. Tanto puso sobre el césped que su gol, un pellizco de talento, no fue lo más importante.

Kaká demostró que puede jugar de centrocampista, conectado a Xabi Alonso, y que debe actuar junto a Özil; este equipo no precisa para estas exhibiciones de la precaución de Khedira, muchas veces por delante del balón y en la teórica posición de espontáneo.

El Villarreal, con 2-0 a los diez minutos, estaba tan conmocionado como esos boxeadores a los que sólo mantiene en pie el orgullo. El ritmo goleador anunciaba una paliza escandalosa y la ambición del Madrid no invitaba a un pronóstico mejor. A los 15 minutos, Mourinho, voraz, exigió presión a un saque de banda del Villarreal en su campo. A los 30 marcó Di María en una contra sublime. El gol valió tanto como el último pase de Benzema, intacto el mondadientes.

Ahorro. Bastó media hora para zanjar la cuestión. Y esa es la idea, según parece. Concentrar energías al principio para ahorrárselas después. Convertir las segundas partes en un estiramiento. Da vértigo imaginar lo que puede conseguir el equipo el día que lo necesite, cuando gaste todo y jueguen todos.

Porque ayer no compareció Cristiano. No queda claro si le desquició la proximidad del centenar de goles (le queda un par) o se desesperó solo, marginado por un fútbol tan coral, enredado con Gonzalo. Ese es el otro milagro: jugar así con un brazo atado a la espalda.