Europa League | Udinese 2 - Atlético de madrid 0
La vulgaridad invade al Atleti
De nuevo, dominio intrascendente de los rojiblancos. El Udinese, ramplón y sin titulares, se encontró dos goles al final. El empate de Rennes y Celtic, un alivio
El mejor del Atleti fue Paulo Assunçao. De largo. Saquen sus conclusiones. Porque si tras pasarte todo el verano fichando jugadores de ataque y de creación, en un partido de verdadera importancia sólo destaca tu antiguo mediocentro defensivo, aquel cuyo tiempo parecía ya pasado, algo va mal. Muy mal. Al Atleti se le ha agotado el periodo de prueba, ya sabemos lo que hay en estos momentos, porque partidos como el de ayer se han convertido en norma: toca aseadamente, domina con cierta soltura, la velocidad le resulta ajena y no es que no tenga gol, no tiene ni peligro. Y sin pólvora, todo lo demás es accesorio.
El Udinese, vulgar y con Di Natale de miranda, no se mereció la victoria. Lo logró con suerte y con alevosía, con dos goles en los últimos instantes, el primero y decisivo (Benatia en el minuto 88) tras una serie de rechaces y un remate en semifallo que tocó en Perea. Pero las conclusiones no habrían sido muy diferentes con empate a cero. El Atleti se ha sumido en la vulgaridad.
Y eso que esta vez Manzano, persiguiendo una reacción urgente, se atrevió con un once valiente. Sólo dos mediocentros, Diego de enganche, un intento de inyectar velocidad con Pizzi y Juanfran flanqueando a Falcao, a la espera de que el Tigre deje de ser el Gatito. Pero dio lo mismo. Como cada día, agarró la pelota de inicio. Como cada día, no supo qué demonios hacer luego con ella. Si en el área de Handanovic en vez de césped hubiera habido barro, ningún rojiblanco habría tenido que limpiar sus botas al descanso.
Una aparición por sorpresa de Perea (probable penalti de Armero), un balón rechazado que Godín despejó por costumbre, en lugar de controlarlo y meterse con él en la portería y un par de arrancadas de Pizzi (¡un rojiblanco que corre!) hicieron concebir ciertas esperanzas, pero al repasar esas ocasiones la verdad es cruda: Handanovic puede devolver hoy sus guantes en la tienda donde los compró y el dependiente no sospechará que los ha estrenado. Nadie tira en el Atleti. Nadie. Ni en una contra en superioridad ni en un balón suelto en la frontal ni aunque le apunten con una pistola. Toca y toca en horizontal a la espera de que Diego se invente algo que dé chispa al sopor. El Udinese se sabía el truco: rodeó al brasileño y a dormir.
Segundo acto.
Tras el descanso, Godín volvió a sacar su espíritu de central en la oportunidad más clara. Rechace, balón franco para fusilar, pelota a las nubes. Uno es lo que es. De inmediato, Benatia fue el último en descubrir lo que el mundo entero sabrá en breve: Courtois es un portero excepcional. Cabezazo perfecto del central, palomita a mano cambiada del belga.
La última media hora fue un horror progresivo. Gabi volvió a no dar el nivel. Juanfran se fue sin dejar pruebas de que había estado. La defensa se lió en la cuchillada del 1-0. Diego va a pedir no jugar si falta Arda. Falcao no existió. Reyes, que fue suplente, confirmó que está obcecado, no hay regate innecesario que le parezca mala idea y una pérdida suya originó el 2-0 de Floro Flores (por intención, nombre y peinado el único que aporto diversión al tedio). Al menos, Rennes y Celtic empataron y la cosa sigue encarrilada. Pero si se mira al espejo, este Atleti, que se imaginó Cary Grant, descubrirá a un señor cualquiera.