Plzen pone a prueba la sed culé

Jugar la Champions es un honor, eso queda fuera de duda, pero cuando un equipo lo ha ganado todo y se le presenta en plena fase de grupos un rival desconocido como el Viktoria que, sobre el papel, está a años luz del Barça, lo que se pone sobre el tapete es la capacidad de superación del poderoso, en este caso, el Barça.

Precisamente, esa capacidad de tomarse cada partido como si fuera decisivo y la de no menospreciar a ningún rival, es la que ha hecho grande al conjunto de Guardiola, quien además, hace lo posible para que cada cita de esta índole sea especial.

Cambio de hábitos. Sabido es que cualquier rival, por modesto que sea, para Guardiola llega trufado de bondades. El técnico del Barça, respetuoso como pocos con el fútbol, siempre ve virtudes en los rivales. Pero sabe que a fuerza de repetirlas, a veces su discurso puede tornarse cansino y repetitivo.

Es por eso que el entrenador en cada partido que detecta como peligroso introduce cambios respecto a las rutinas que sirven para poner en situación a sus pupilos. En este caso, ha decidido cambiar el hotel de concentración.

Desde su primera campaña al frente del equipo, Guardiola decidió que en la Liga el equipo no se concentraba y viajaba el mismo día del partido y que, en cambio, en la Champions, el Barça se concentraría siempre. Normalmente, el hotel elegido era uno a las afueras de Barcelona, en Montjuïc. En esta ocasión, el Barça se concentrará en el Passeig de Gràcia. Los pequeños cambios, son poderosos, dicen.

Es una forma más de advertir a unos jugadores que lo han ganado todo del peligro que tiene relajarse ante rivales desconocidos. El cupo de sustos en esta fase ya quedó cubierto con el empate del Milán en el Camp Nou en la primera jornada.