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Liga BBVA | Zaragoza 2 - R. Sociedad 0

Postiga hace una maravilla

Su gol de chilena levantó a la grada y al Zaragoza. Hizo otro para acabar a una Real escasa. El equipo estuvo irregular pero rotundo. Y se pone noveno.

<b>UNA TARDE MÁS TRANQUILA. </b>Roberto, acostumbrado a ejercer el papel de héroe, resolvió con su habitual solvencia el poco trabajo que tuvo en la tarde de ayer.
UNA TARDE MÁS TRANQUILA. Roberto, acostumbrado a ejercer el papel de héroe, resolvió con su habitual solvencia el poco trabajo que tuvo en la tarde de ayer.

En el caso de Hélder Postiga, el llamado Virus FIFA cursa con goles y productivas expectoraciones de genialidad. Si había olvidado los goles en Portugal, esta semana pasó por casa, los metió en la maleta y ayer soltó dos (el primero para ponerlo en un cuadro), que certificaron el ingreso del Zaragoza en territorio amable. Fue un triunfo menos convincente que rotundo: el bloque de Aguirre solventó la tarde con un ejercicio discontinuo, favorecido por la generosidad de Postiga. Eso fue más que suficiente para dar cuenta de una Real en trance de crisis. En la Liga de los mortales, la tierra prometida está ubicada en la media tabla. Con mirar hacia abajo y no ver el fondo, ya hay algo que celebrar.

Durante la primera mitad al Zaragoza le dio tiempo al éxtasis y la desesperación. En el primer tramo llegó el centro de Juárez que Postiga tomó de espaldas, con una cuchara a muy baja altura, y convirtió en un gol de incontable belleza. Enseguida vino un balazo de Paredes a la madera. El rebote tomó la única dirección favorable a la Real, que salvó el cuello en la guillotina. Pero luego, sin que el conjunto de Montanier lo obligara gran cosa, el equipo de Aguirre giró hacia la decadencia y llegó al intermedio rodeado de sospechas y algún pito.

Para su suerte, la Real Sociedad apenas reunió argumentos, salvo sus balones frontales en la búsqueda de Agirretxe y el peligro por arriba que le permitió el Zaragoza, al sembrar alrededor de su área faltas poco convenientes. Iñigo Martínez conectó un cabezazo pero le salió cruzado. Hubo un disparo lejano y otro remate a un balón largo de Aranburu, que resumió en la dificultad de su golpeo una tarde muy poco católica. Algo parecido le ocurrió a Markel Bergara y a Xabi Prieto. Los intentos donostiarras no preocuparon más de la cuenta al autoritario Roberto. Salvo un tiro ladeado de Zurutuza, al que el meta le puso ese guante suyo con el que conjura todo.

Previsible. El Zaragoza había subido una colina, pero bajó de una montaña. Remansó su fútbol alrededor de la ventaja, apolilló la pelota en pases hacia atrás y acabó dormido. Escaso de circulación, de juego por afuera y de salida a través de los medios, se hizo previsible y recurrió al balonazo noruego desde el fondo. La tarde necesitaba algo de decisión, pero el Zaragoza acostumbra a entrar y salir de los partidos con molesta frecuencia. La Real Sociedad captó el mensaje y movió el árbol sin gran convicción. El bloque de Montanier siempre estuvo más cerca de la apatía que de los puntos, salvo cuando el francés reinstauró en el campo a Demidov, Mariga y Griezmann, suplentes de inicio. Aun así, la Real no encontró el momento de entrarle al partido.

El Zaragoza lo solucionaría a la vuelta del refrigerio con otro estupendo tanto de Postiga. El descanso le había servido al equipo de Aguirre para quitarse el sueño y retomar algunas constantes de su juego. Alrededor del pasecito fantástico de Ponzio, filtrado a la espalda de la zaga para el remate cruzado de Postiga, el equipo recuperó la compostura sin el balón y algunas alegrías con él. Es un bloque cuya relación con la pelota mejora conforme se acerca al ataque, donde lo envenena la velocidad más que la destreza. Luis García es como Narciso Ibáñez Menta, un tipo de aspecto inquietante. Y la constancia de Postiga sin la pelota tuvo ayer el premio de sus dos finalizaciones con ella. Esa reunión en el ataque resulta muy productiva.

Montanier había cambiado los medios y puso tres centrales. Ya vencida, la Real hizo un obligado intento, aprovechando la descomposición que provocó la lesión de Mateos (Zuculini acabó jugando de lateral) y el cambio de un Meira acalambrado. El equipo vasco llevó la pelota más arriba, pero sólo interpuso amenazas menores: un remate mordido de Mariga y un cabezazo medio involuntario de Griezmann que pudo ser gol sin querer. No hubo mucho más. Con el fulgor de dos tantos espectaculares, el Zaragoza tapó una tarde menos rutilante y abrazó el mar en calma de la zona media. La Real, mientras, contó su tercera derrota seguida.