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Liga BBVA | Racing 0 - Real Madrid 0

Fractura por estrés

El peor Madrid que se recuerda empató a cero en Santander. Apenas exigió a Toño. La mejor ocasión la tuvo Serrano. Jairo, lo más refrescante.

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<b>BANQUILLO ESPAÑOL. </b>Mourinho dejó en el banquillo a Ramos, Granero y Albiol, que presenciaron con resignación cómo el equipo se dejaba dos puntos en El Sardinero.
BANQUILLO ESPAÑOL. Mourinho dejó en el banquillo a Ramos, Granero y Albiol, que presenciaron con resignación cómo el equipo se dejaba dos puntos en El Sardinero.

Se llama fractura por estrés a la lesión ósea causada por el sobreuso, pero no es ese el camino que quiero tomar. Aquí y ahora llamaremos fractura por estrés a la quiebra anímica que provocan las situaciones de máxima tensión. Igual que los equipos se pasan de forma, los grupos pueden fundirse por exceso de motivación. Esa impresión da el Madrid. La de un equipo empachado de Mourinho. Tanto ha enviado a sus futbolistas a la guerra que los jugadores sufren el estrés del soldado, el colosal bloqueo que produce la combinación de ansiedad y depresión.

Los equipos que desean liberarse de sus entrenadores juegan como lo hizo ayer el Madrid. No creo que hubiera un plan consciente para forzar tal cosa. Apuesto a que la mayoría de los futbolistas siguen creyendo en su entrenador, aunque no sé si ciegamente, los ojos empiezan a abrirse. Sin embargo, el subconsciente es caprichoso y subversivo. Y ayer hubo una reacción subconsciente y colectiva, casi una huelga de brazos caídos, ante un hecho que ahora sólo podemos adivinar. Tal vez fuera la respuesta a las purgas de Mourinho, o a su favoritismo hacia el clan. O quizá ocurra que los primeros que se han quedado sordos después de tanto ruido han sido los futbolistas.

Insisto. Lo que más sorprende es el desplome general. Un tiro entre palos en la primera mitad: un inocente cabezazo de Callejón. Después, en la segunda parte, un leve asedio con más aparato que chicha. A Toño, otras veces sufrido saltimbanqui, le bastó con dominar el juego aéreo para parecer Yashin. El Racing, que había encajado ocho goles en tres partidos, capeó el temporal con un aseo asombroso. Sufrirá más contra el Sporting en la próxima jornada.

Limitados.

Porque el Racing, dicho sea con respeto y reconocimiento a su heroicidad, es un equipo limitadísimo. A esta fecha, al menos, a la espera del milagro de Cúper, que en esta ocasión convalidará con la multiplicación de los panes y los peces. Tiene poco y ayer tenía menos aún. Sin Kennedy y sin Colsa, sin Arana y sin Acosta. Cinco debutantes en el equipo titular, incluido un muchacho de 18 años, Jairo, que le ganó varios rounds a Marcelo. Empatar en esas condiciones es como ganar el partido y hubiera sido ganarse el cielo si Casillas no hubiera desviado con la última falange un tiro de Serrano que olía intensamente a gol.

En el Madrid, nadie. Tristes funcionarios, gente trabajando. Sólo se puede jugar tan mal si la cabeza está en otro lugar, si rondan problemas, si falta ilusión. También influye la falta de alegría, naturalmente. Mourinho ha transformado el juego en una contorsión reivindicativa: hay que ganar para vengarse, para cerrar bocas y aniquilar hipócritas.

Cada vez resulta más claro que el fulgor de la Supercopa fue un sprint programado sin mayor recorrido. Con aquella inercia se ganó en Zaragoza y sin ella se naufraga ante las cenicientas del campeonato. Ni Cristiano, siquiera. Un poco de Varane y un mucho de nada. Esto no ha hecho más que empezar, dirán los optimistas. De empezar mal, diría yo.