NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Liga BBVA | Zaragoza 2 - Espanyol 1

Luis le dispara a su pasado

Su gol en el 94' tumbó al Espanyol. Metió otro y Cristian le paró un penalti. Weiss varió el choque y el Zaragoza se deshizo. Javi López marcó y vio roja

Actualizado a
<b>ALEGRÓN. </b>Luis García, tras marcar su segundo gol, recibe el abrazo de Lafita, eufórico.
ALEGRÓN. Luis García, tras marcar su segundo gol, recibe el abrazo de Lafita, eufórico.

Luis García siempre fue algo iconoclasta. Así que a la primera ocasión que tuvo hizo pedazos su propio mito perico, construido con entusiasmo a lo largo de seis temporadas. "Lo mejor de Zaragoza es ganarle al Espanyol", debió decirse Luis García, parafraseándose a sí mismo. En cierto modo, fue lo que hizo: una fecunda revisión de los valores que lo convirtieron en ídolo en Montjuïc. El mejor Luis García, pero con otra camiseta. El partido tuvo muchas direcciones posibles, porque pocos equipos establecen a estas alturas del año un gobierno fiable durante 90 minutos. Pudieron pasar muchas cosas, pero la resolución corrió a cargo de Luis, con dos goles: uno de llegador, en el primer tiempo, que capitalizó la intensidad y la intención combinativa del Zaragoza. El otro de oportunista, ya en el alargue, cuando el Espanyol atesoraba un punto. Y aún erró un penalti... Mejor, se lo paró Cristian Álvarez, inmenso en ese duelo.

Un punto hubiera repartido mejor los merecimientos. Hay que insistir: en septiembre la capacidad de estos equipos para ejecutar rivales es limitada. Así que los partidos, a falta de ser canónicamente buenos o estar bien jugados, al menos resultan volubles, lo que los hace interesantes. El Espanyol y el Zaragoza mandaron un tiempo y escondieron la patita en el otro. Ni por convicción ni por desidia: porque es lo que hay. Al partido le entró mejor el Zaragoza, que quiso alejarse de las impresiones de Vallecas desde el minuto 1, cuando entre Lafita y Rubén Micael hilaron una jugada que acabó con un centro templadito del extremo desde la izquierda, y un remate en escorzo del portugués.

En ese tiempo el equipo de Aguirre abrazó la intensidad, valor del que no puede sustraerse. Para las cosas del talento es Dios quien llama, y a este equipo el teléfono le ha sonado poco. No hay más que ver las dificultades de Juárez: cada vez que toca la pelota, sube el precio del pan. Por otro lado, la estatura del Zaragoza tendrá muchísimo que ver con Rubén Micael. Pero no de pivote, sino avanzado al medio campo: ahí genera juego, asocia y llega. Está en el inicio y en el final de las jugadas: justo antes del cabezazo de Luis García en el 1-0 (se la puso Lafita, ojo), Micael había perdido un gol en la misma raya.

Ocasiones. El Espanyol nadaba contra corriente, pero aun así Sergio García amenazó, entre silbidos de la grada, con un remate cruzado. Y Javi Márquez disparó fuera. Thievy había sacudido su lado al inicio y estuvo cerca de dejar una jugada perdurable con Álvaro. Después, como si se hubieran puesto de acuerdo, los dos desaparecieron y no hubo forma de encontrar su nombre en la historia del partido. Con la lesión de Verdú, al Espanyol se le rompió la brújula. Vino al campo Romaric (el antónimo de la sutileza) y Pochettino empezó a madurar el plan B: la caña del Rifle... y Weiss para la guerrilla.

Los revulsivos pericos entraron tras el descanso, ya en desventaja. Pandiani ingresó por una puerta y salió por otra, como los maleantes sin castigo. Weiss se quedó. Está por impresionar. Le faltó acabar algo, pero empezó muchas cosas: es una promesa cuyo cumplimiento habrá que aguardar. Si el Espanyol se quedó sin norte por lesión, al Zaragoza lo desarraigó su técnico, quitando a Ponzio: para el Vasco, el tamaño sí importa. Por eso dejó a Meira. El Zaragoza necesitaba alguien que tuviese la pelota y más golpeo arriba. Hélder Postiga no es ese hombre. Pasó la tarde de espaldas a la portería y tropezando con la pelota. Una vez que miró de frente al gol, era fuera de juego. Al final, también Meira se fue y sus zapatos se los calzó Abraham...

Mientras, el Espanyol llegó por una calle secundaria hasta el gol merecido: tras estirar a Roberto, Javi López largó desde la derecha un centro que se torció como un anzuelo. La defensa y el portero lo mordieron y el balón entró solo al gol, abriendo un tramo final delirante de 20 minutos: las dos amarillas a Javi López, la entrada de Braulio o el penalti a Lafita que rechazó Cristian. Y por fin, cuando la gente ya se iba, ese balón sin techo al que Luis García le dio un hogar.