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Champions League | Dinamo Zagreb 0 - Real Madrid 1

El Madrid supo sufrir y ganar

Di María marcó el gol madridista tras asistencia de Marcelo. Los croatas no fueron la perita en dulce que se esperaba. Mourinho estuvo en la grada

<b>CONTUNDENTE. </b>Kelava, que superó y arrolló a Sergio Ramos en un balón aéreo, estuvo inmenso durante todo el encuentro y fue un muro para los madridistas.
CONTUNDENTE. Kelava, que superó y arrolló a Sergio Ramos en un balón aéreo, estuvo inmenso durante todo el encuentro y fue un muro para los madridistas.

La trampa que tiende el Real Madrid a sus rivales es que cuando más le dominan más cerca está de montar un contragolpe. Y no hay mejor equipo a la carrera. Al segundo susto, el adversario decide retroceder unos metros y el Madrid vuelve a dominar el partido. Lo que ocurre después es que se apropia del balón y se siente protegido, pero echa de menos de correr, la vida en la carretera.

Como el fútbol es paradoja, el Madrid marcó ayer después de tres pases entre futbolistas que ocupaban su posición como jugadores del Subbuteo; casi estáticos, quiero decir. Cristiano, en situación de extremo izquierdo, tocó para Benzema, el francés abrió para Marcelo y este hizo lo propio en dirección a Di María. El balón trazó una línea horizontal (aproximadamente) que terminó en un remate magnífico, de zurdo bueno (los malos se hacen porteros). La intriga no reside en el gol, el primero que consigue el Madrid vestido de rojo. La pregunta es qué hacía Marcelo allí, en el centro de la línea frontal del área enemiga, territorio de delanteros y centrocampistas avanzados.

La única respuesta es que Marcelo estaba en ese lugar desmoronando el equilibrio de un Dinamo que ayer tuvo solución para casi todo, excepto para un lateral lunático y explorador. No diré que Marcelo es el jugador más relevante del Madrid (se podría discutir), pero me reconocerán sus víctimas que es la gota que colma el vaso.

Así las cosas, para los rivales del Madrid hasta el panorama más optimista resulta desalentador. En el mejor de los escenarios, y después de una estricta aplicación, se puede controlar a Cristiano, Benzema, Di María, Özil o Xabi. Pero en ese caso, en el mejor de los posibles, lo más probable es que te mate Marcelo (y a él el árbitro).

Que el gol llegara en el minuto 52 habla muy bien de la resistencia croata y de los problemas del Madrid para hincarle el diente al partido. La primera razón es que el Dinamo no es la perita en dulce que se anunciaba desde el bombo 4. Se trata de un equipo joven, una bicoca para ojeadores, con el único problema de que carece de un delantero centro o algo que se le parezca. Kovacic, de 17 años, es un mediocampista exquisito y ágil. El brasileño Sammir (24) es un futbolista con conocimiento del juego y el argentino Luis Ibáñez (23) un lateral ratonero y profundo. Por no hablar del portero, Kelava (23), listo para ser estrella. Hay mimbres, por tanto, pero falta pólvora.

Balance. El Dinamo (fuerza en movimiento) podrá presumir de un partido en el que le peleó el timón al Madrid. Para el ganador quedará el valor de la victoria, aunque persisten las lagunas, queda saber si por falta de juego o por falta de concentración. Por lo demás, no hubo grandes revelaciones. Coentrao cumplió como centrocampista y sus arrebatos atacantes compensaron su escasa disciplina defensiva. Será así siempre. Özil se perdió en su nube y Benzema dejó sólo un quiebro, pero magnífico: tumbó a media defensa. Lass, chuleta, jugó diez buenos minutos.

Mourinho, que al final estuvo en un palco VIP, lo vio todo cubierto con una gorra de hombre de Harrelson, como un SWAT en el tejado. Pero sin rifle.