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Atlético-Celtic | Los protagonistas de la batalla de glasgow (y II)

"Había banderas del Madrid y no cayó ni un cacahuete"

El Calderón más festivo de la historia empujó al Atlético a la final de la Copa de Europa del 74. No hubo patadas, no hubo incidentes, no se recuerda una diablura de Johnstone. El equipo rojiblanco y el país salvaron el resultado y la reputación.

Luis Nieto
Actualizado a
<b>SUPERQUIPO. </b>Garate, Melo, Ovejero, Adelardo, Eusebio, Heredia, Reina y Ufarte, con la redacción de AS.
jesús aguilera

La batalla de Glasgow tuvo un desenlace pacífico y feliz. El 24 de abril del 74, catorce días después de aquel turbulento 0-0 del Celtic Park, el Atlético se impuso a los escoceses (2-0) en un Calderón repleto y entusiasmado y se metió en la final de la Copa de Europa. No hubo patadas en el campo, lo que dejó en buen lugar al club, y tampoco incidentes en las gradas, lo que dejó en buen lugar al país. Porque España entera compitió aquella noche contra lo que se consideraba una ofensa al buen nombre de la nación.

"El estadio estaba lleno y en las gradas vi banderas del Madrid, del Zaragoza, de otros equipos, de España. Aquel clima que se creó en los días previos benefició al Atlético. No sentíamos que representábamos al club, sino a la ciudad y al país", recuerda 'Cacho' Heredia, titular en los dos partidos. Esa sensación también le quedó a 'Toto' Lorenzo, entrenador rojiblanco, minutos después del encuentro, con el subidón en el rostro y en el ánimo. "He demostrado que no entreno animales. Todo el pueblo español se ha sentido hoy solidario con el Atlético porque representaba al país. Esas cosas no se olvidan, se llevan en el corazón. Y lamento que se haya puesto en duda la hombría de los argentinos, que también sabemos ganar sin trucos ni patrañas". Adelardo, Ovejero, Eusebio, Reina, Gárate, Melo y Ufarte, reunidos por AS en 'Casa Juan', comparten aquella patriótica sensación.

El partido se tomó como un examen de urbanidad para la afición española. Los escoceses habían denunciado amenazas de muerte y el blindaje policial resultó espectacular. En cierto modo se temía que el orden público se viese desbordado por la ira desatada por el colegiado de la ida, el turco Babacan. "Los escoceses salieron a calentar cincuenta minutos antes del partido, cuando la costumbre de la época era emplear sólo 20. No lo hicieron en medio campo, sino junto a la banda de preferencia, muy cerca del público. Y allí no cayó ni un cacahuete", recuerda Iselín Santos Ovejero.

Las almohadillas.

"El ambiente fue precioso, con mucha gente y mucho colorido. Jamás se había visto algo semejante. Fue el público quien levantó al equipo. Aún me parece estar oyendo el golpeteo de las almohadillas", precisa Reina.

"Ese estadio estaba lleno de pasión y sentimiento", enfatiza Gárate. "Yo venía del Flamengo, un equipo con 40 millones de seguidores, y no vi nunca disfrutar a una afición como aquella noche", explica Ufarte, que no jugó la ida por una lesión. "Ni Maracaná lleno me impresionó tanto", concluye Heredia.

El equipo, después, estuvo a la altura, pese a que 'Toto' Lorenzo se vio obligado, por las sanciones, a hacer cinco cambios. "Siempre nos dieron por muertos. No en este partido, sino en toda la competición. Recuerdo la primera eliminatoria. Víctor Martínez, secretario técnico, nos dijo que nos había tocado el Galatasaray. '¿Hay que viajar a Turquía?', le preguntamos Ayala y yo. Conocíamos Paraguay, Brasil y poco más", repasa Heredia. "Después nos tocó el Dinamo de Bucarest. Aterrizamos en Rumanía y había una nevada tremenda. '¿Esto se suspende, claro?', pregunté ingenuamente. Naturalmente que jugamos. Y ganamos (0-2). Metió un gol Eusebio". "En su carrera hizo ése y otro a Pacheco (meta suplente) en un entrenamiento", ironiza Reina.

'Toto' Lorenzo preparó el partido ante el Celtic con la liturgia de costumbre. Supersticioso hasta la enfermedad repetía escrupulosamente el ritual. "El autocar tenía que salir del hotel siempre por el mismo lado. Nada de lo que le traía buena suerte, desde que estuvo en San Lorenzo, se podía obviar", revela Eusebio. Ni la música. Al equipo siempre le acompañaba, allá donde iba, el pasodoble '¡Que viva España!'. "Lo puso en Glasgow y olvidamos la cinta allí. Cuando se dio cuenta, ya en España, obligó a Pacheco a volver a Escocia para recuperarla. Así era Lorenzo".

El partido tuvo poco que ver con el de Glasgow. "A Johnstone ni se le vio", se canta a coro. Y tras un primer tiempo igualado, Gárate, a falta de 13 minutos, marcó: "Recuerdo muchos goles que anoté a lo largo de mi carrera, pero aquel no. De hecho, siempre creí que lo hice con la cabeza. Lo vi años después en el vídeo. Paré la pelota con el pecho y metí el pie ante la salida del portero". Once minutos después, Adelardo, con un disparo parabólico, remató la faena. "También podía haber entrado en la historia por el gol que me anularon ante Brasil doce años antes". Sucedió en el Mundial de Chile y su increíble chilena fue invalidada.

Tras el partido, ningún jugador escocés hizo declaraciones. "El equipo está nervioso", fue la disculpa del secretario de la expedición, Desmond White.

"Merecimos aquella Copa de Europa. ¡Qué pena nos dio perder la final", dice Ufarte. Al fin aparece Heysel y la tertulia se vuelca sobre Gárate y Reina. Al primero se le culpó de exceso de ambición, de buscar el 2-0 en lugar de perder tiempo en los últimos instantes de la final frente al Bayern. Luis, de golpe franco, había adelantado al equipo a ocho minutos del final de la prórroga. Cuando apenas faltaban segundos, Gárate inició una galopada y... "La ocasión para marcar era clarísima pero sufrí calambres en las dos piernas y disparé muy flojo".

El trallazo.

Casi de inmediato, Schwarzenbeck, un central sin demasiados recursos, avanzó en campo atlético y desde 30 metros lanzó un zapatazo que se coló junto al palo. "A Reina le pilló hablando con un fotógrafo", bromea Heredia. "En serio, fue imparable. Schwarzenbeck comenzó a avanzar y Alberto retrocedió. Yo le gritaba que saliera a taparle cuando lanzó aquel obús. Pasó bajo mi mano. Reina estaba tapado. Nos mató aquel tipo con los pies de ladrillo. Si al menos hubiese sido el Kaiser Beckenbauer...".

Reina tampoco lo ha olvidado: "Han pasado 37 años y aún se me recuerda por aquello. Hace poco, en un aeropuerto, se me acercó un aficionado y me dijo: 'Menuda nos liaste tragándote aquel gol'. 'Si lo hubiese parado, no me habrías conocido hoy', le respondí. No disparó de tan lejos como se dijo. Tres o cuatro metros por detrás del semicírculo del área a lo sumo. Y era un tirazo". "Aquello no lo hubiera parado nadie. Tenía catorce delante", le justifica Ufarte. "El gol nos gafó. Fue el comienzo del declive", concluye Gárate, recordando el brutal 4-0 del desempate y olvidando en su amargura que tras el disgusto habría consuelo: la Copa Intercontinental ganada a Independiente poco después.