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Atlético-Celtic | Los protagonistas de la batalla de Glasgow

"La Policía aporreó a Becerra y respondimos"

Ocho jugadores atléticos reviven con AS la batalla de Glasgow 74

Luis Nieto
Actualizado a
"La Policía aporreó a Becerra y respondimos"
jesús aguilera

Ocho acabaron en pie en aquella batalla de Glasgow del 10 de abril de 1974, estampa de una heroica resistencia del Atlético vista desde aquí, brote de violencia intolerable vista desde allí. Y ahora, al borde de un nuevo duelo entre ambos equipos, ocho de sus protagonistas lo revivieron en 'Casa Juan' para AS con frescura de memoria, acusaciones fundadas y confesiones de parte: Reina, Melo, Ovejero, Eusebio, Heredia, Adelardo, Ufarte y Gárate, por colocarles en el campo 37 años después. Los sucesos, que pasaron del acta arbitral a las defensas de los antidisturbios, corresponden a la ida de las semifinales de la Copa de Europa en el Celtic Park. El Atlético empató a cero, pero acabó con ocho y para la vuelta (mañana se lo contarán los mismos actores) perdió a los tres que vieron la roja (Ayala, Panadero y Quique) y a tres más por acumulación de tarjetas (Ovejero, Melo y Alberto). Pitó el turco Dogan Babacan, desde esa noche personaje diabólico para los atléticos, y sobraron porrazos en el túnel de vestuarios.

Pasó esa noche, pero en opinión general el conflicto arrancó siete años antes. El Celtic, primer campeón de Europa británico, tuvo que disputarle la Copa Intercontinental a Racing de Avellaneda. En el equipo argentino que dirigía Pizutti jugaba Rubén 'Panadero' Díaz, durísimo lateral izquierdo que seis años después ficharía por el Atlético. Tuvieron que disputarse tres partidos para encontrar campeón, el último en Montevideo, con tres expulsados (los escoceses Lennox y Johnstone y el argentino 'Coco' Basile, después entrenador rojiblanco con Gil) y victoria de los argentinos. Fue una batalla campal.

"Tenían en la cabeza a Panadero, a 'Toto' Lorenzo (el entrenador, también argentino) y a los demás sudamericanos de la plantilla. Airearon mucho aquello", explica Ovejero. "No fue más que un partido de fútbol, pese a lo que se ha dicho", insistió Adelardo. Y lo que se ha dicho, por boca del capitán escocés Billy McNeill, fue que el Atlético presentó "un equipo de matones cuyo comportamiento fue escandaloso, especialmente con Johnstone. Aquellas entradas atroces me hacen hervir la sangre". Las acusaciones no son del día después, sino del pasado sábado en 'The Scottish Sun'.

Los millonetis.

"Está fuera de lugar, es una tontería salir con esas 37 años después", comenta Melo, lateral derecho aquella tarde: "Tengo una idea muy vaga de los incidentes. Recuerdo mejor el partido. Defendimos con mucho orden, supimos sufrir y nunca perdimos la confianza. Eso nos mantuvo en pie incluso con ocho".

Gárate recuerda que "la segunda parte fue dramática. Reina, la defensa y el centro del campo hicieron un partido fantástico y resultó un éxito el empate porque el dominio del Celtic fue aplastante". Al Atlético le salvo la retaguardia, que en el reparto de salarios salía peor parada: "A los delanteros nos llamaban los millonetis porque nuestro sueldo era más alto; tampoco demasiado, 100.000 pesetas". "Tuve la suerte de que los extremos que tenía por delante me ayudaban a defender, especialmente Ufarte y Luis", dispara Melo con ironía. "Si bajábamos, nos preguntábais qué hacíamos allí", responde Gárate.

Lo cierto es que el partido fue bacheándose para el Atlético. Babacan expulsó a Ayala (63'), Panadero (64') y Quique (78'), que sólo llevaba trece minutos en el campo. A los dos últimos, por duras entradas a Johnstone, conocido como 'El Señor de la banda', por su habilidad. Murió hace cinco años de esclerosis lateral amiotrófica. "Íbamos advertidos", explica Reina, quien, según Gárate, aquella tarde "hizo treinta salidas de puños". "El 'Toto' Lorenzo había pedido informes y nos había repetido cien veces que no se nos ocurriera decirle una palabra a Babacan". "Nadie entiende cómo la UEFA pudo poner un turco para dirigir una semifinal de Copa de Europa", puntualiza Ovejero.

El grupo admite, en cualquier caso, su cuota de responsabilidad. Reina, por ejemplo: "Nada más comenzar el partido, Panadero le puso la plancha en el pecho a Johnstone". "Panadero imponía. Dos días antes del partido se dejaba barba y patillas y eso le confería un aspecto feroz, pero lo que sucedió aquel día no fue una guerra, sino un partido", apostilla Adelardo.

Eusebio, marcador habitual en aquel Atlético, reparte culpas entre sus compañeros y aquel demonio bajito: "Era un sensacional futbolista. No había visto un extremo como ese en mi vida. Pero tenía algo de actor. Exageraba mucho. También es cierto que te enseñaba demasiado la pelota y cuando le entrabas, casi siempre llegabas tarde". Benegas, central aquella tarde y residente hoy en su Paraguay natal, hizo la entrada más fea, aunque sólo le costó una amonestación: "Él iba siempre de puntera y el rival se encontraba con la plancha. Aquellas botas cortaban una barbaridad". "En Granada también había 'cirujanos", se justifica Ovejero

La intimidación.

Ufarte, ausente aquel día por una lesión, compartía oficio con Johnstone. "A mí era difícil cazarme. Jugaba con retrovisor. No iba a venir desde Río (jugaba en el Flamengo) para que me mataran aquí". "Tomamos precauciones con Johnstone. Primero con Panadero y luego con Quique, que era muy rápido. Quizá hicimos alguna entrada para intimidar y en algún caso pudimos excedernos, pero no hubo violencia. Simplemente era fácil llegar tarde viendo a la velocidad que jugaba", aclara Melo. "También Gárate recibía y no protestaba. Se levantaba las medias y se iba. Era gloria bendita para un defensa", comenta Heredia.

Para el recuerdo quedó una fotografía final de Adelardo retando a Johnstone: "Te espero en Madrid". Fue antes de la pelea final, que comenzó en el campo y se alargó hasta el túnel de vestuarios. Participaron futbolistas, técnicos, directivos y policías. "Tres de ellos comenzaron a aporrear a Becerra y para sacárselos de encima yo respondí y le pegué un puñetazo a uno de ellos", confiesa Ovejero, con la seguridad de que aquella falta ya ha prescrito. "Después, varios agentes entraron al vestuario intentando averiguar quién era el responsable. Se encontraron con el silencio", dice Reina ante un auditorio cómplice.

"Estábamos ante una máquina de dar golpes. Yo vi al hijo de Vicente Calderón (el presidente) por los suelos, al doctor vomitando...", revela Ovejero. Aseguran que Jock Stein, mítico técnico del Celtic, lanzó dos buenas manos a Lorenzo. El autocar atlético regresó al hotel con las luces apagadas para no ser blanco fácil e hinchas rojiblancos pidieron protección policial. El día después, Carlos Rodrigo, masajista del club, denunció que quince futbolistas y el técnico sufrieron lesiones producto de la trifulca. Hasta un magistrado de Glasgow, Gerald Mograh, pidió un castigo para la "brutalidad atlética". Fue una bronca para la eternidad.