El pintor de Vila do Conde
Lo pasó mal en Zaragoza pero triunfó en Benfica


A Fabio Coentrao nadie le ha regalado nada. Ya de niño, tuvo que ayudar a su familia en el modesto pueblo de Vila do Conde. "Vivíamos muy al día, incluso para comer", recuerda el ya extremo madridista, que con 13 años tuvo que trabajar como pintor. "¡No me avergüenzo! Trabajaba hasta las siete y después me iba a jugar al fútbol. Siempre me busqué la vida y estoy orgulloso de eso".
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Hijo de un marinero y una empleada en una fábrica de conservas, vio cómo sus padres emigraban a Francia. Él se quedó en Portugal para ser futbolista. En 2004, con 16 años le reclutó el club local, el Rio Ave, con el que debutó en Primera un año después. En la 06-07 le eligieron jugador revelación. El Benfica apostó fuerte por él en verano de 2007, pero se fue cedido al Nacional de Madeira en enero de 2008. Repuntó, pero volvió a ser cedido. Esta vez, en la 2008-09, vino a nuestro país, al Zaragoza que acababa de bajar a Segunda. Su paso por La Romareda fue un desastre. Marcelino sólo le dio siete minutos en toda la temporada porque no era un fichaje suyo. Además, le acusaron de llevar una vida disoluta, él se defendió: "No salía tanto, era una persona normal".
En su vuelta al club encarnado todo cambió. Maduró, fue padre y se ganó al Benfica. En las dos últimas temporadas con las Águilas ha jugado 95 partidos (ocho goles). Con su país se ha convertido en una pieza esencial. Queiroz le hizo debutar con la absoluta de Portugal el 14 de noviembre de 2009 ante Bosnia Herzegovina y en el Mundial disputó todos los partidos.



