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Xabier Azkargorta

"Una Copa América es un máster en fútbol"

'El profesor' conoce como nadie el fútbol sudamericano. Dirigió a Bolivia y a Chile y hoy analiza para AS la Copa América que está a punto de empezar.

Xabier Azkargorta.

Profesor, ¿cómo eran sus charlas en Bolivia para que la mitad de sus jugadores acabaran haciéndose entrenadores y la otra mitad políticos?

Je, je, je... Es cierto. Quinteros, Erwin Sánchez, Trucco, Sandy y Ramallo acabaron haciendo carrera como técnicos. Y Milton Melgar, Carlos Borja y Valdvieso, política.

No me ha respondido.

Cuando llegué a Bolivia, tenían muy mal concepto de los futbolistas. Si tu hija salía con un futbolista, mal asunto. Empezamos por elevar la autoestima de los jugadores. Vivimos aquella época con intensidad, descubrieron cosas del fútbol que no concebían y se convirtieron en héroes del país.

¿Futbolísticamente qué se encontró al llegar?

Jugadores vírgenes. Al principio me costó. En las charlas daba el rotulador a un jugador y le ordenaba que se colocase en el campo. Todo muy participativo. Técnicamente eran buenos, el problema era físico. No en resistencia, donde la altura ayudaba. A nivel de fuerza, en las pelotas divididas.

¿Recibió algún tipo de indicación al llegar a Bolivia?

Dos. Primero me dijeron "a Echeverry y Valdivieso dalos por perdidos". Fueron dos pilares. La segunda, "tienes que hacer dos selecciones, una de altura y otra a nivel del mar". ¿Dos? Si casi no tengo jugadores para hacer una buena...

¿Por qué se metió en el lío?

Recibí una llamada de un chico que trabajó para el Atlético, Manolo, que intervino en la operación de Etcheverry con el Albacete. Le preguntaron en Bolivia por un técnico español y les dijo: "El loco de Azkargorta". Y allí fui en noviembre del 92. En junio del 93 había Copa América y después, el proceso de clasificación para el Mundial 94, que entonces se jugaba en dos grupos e intensivo de julio a septiembre. Siempre quise entrenar en Sudamérica. El fútbol tiene un médico de familia que le toma la tensión y la temperatura, Sudamérica, y unos especialistas, Europa. La Copa América es un máster de fútbol. Para técnicos, jugadores, e incluso para periodistas. Tiene sabor, una autenticidad desmercantilizada.

Encima comenzó goleando a Venezuela (1-7). Perfecto.

Quite, quite. A los 20 minutos perdíamos 1-0 y en la víspera algunos ya me habían atizado por hacer la preparación en La Paz y no a la altura del mar. Aún recuerdo los comentarios en aquellos 20 minutos. Me dijeron de todo. Como no contaba en las quinielas, me llamaban 'el ilustre desconocido'. ¡Y además era el V Centenario y era español! Pero todo se arregló al descanso, 1-3, y al final llegamos con 1-7.

Y llegó lo de Brasil.

Les vi la semana anterior en Ecuador y me di cuenta que no estaban bien. Incluso Parreira dejó fuera a Romario. Las aguas bajaban turbias.

¿Hizo algún trabajo específico de motivación?

La charla previa al partido impactó a los jugadores. Hablé una hora, pero solo dediqué cinco minutos a Brasil. Dije: "Brasil, tres veces campeón del mundo. Juegan con camiseta amarilla y pantalón azul. No sé que equipo sacará. En la portería jugarán Taffarel o Zeto. En la derecha, Jorginho o Cafú. En la izquierda, Leonardo o Branco. ¡Qué más nos da, si son todos igual de buenos! Ahora ¿qué haremos nosotros para ganar?". Antes les hablaban una hora de Brasil y dos minutos de ellos. Yo lo hice al revés. Y funcionó.

¿Y el partido?

Hubo una jugada que cambió el partido. Erwing Sánchez llegó más tarde porque jugaba en el Boavista. Tenía previsto cambiarle a diez minutos del final, pero entonces pitaron un penalti a nuestro favor. El lanzador era él y pensé: 'Lo tira y lo cambio'. Pero inmediatamente dije: '¿Y si falla?'. Y lo falló. Tenía el cambio preparado y lo hice, pero salí a buscarlo a la banda, lo agarré del brazo y lo giré al público. La gente se volvió loca. Estalló la grada y llegó aquel balón en profundidad que Etcheverry centró desde la línea de fondo y Taffarel se metió dentro. Y justo después, el segundo. Mucha gente ni lo vio porque aún celebraba el primero. Fue la primera vez en la historia que Bolivia ganaba a Brasil en el proceso clasificatorio para el Mundial.

La cosa siguió bien, ¿no?

Ganamos a Uruguay (3-1), a Ecuador (1-0), y luego, en la vuelta, goleamos a Venezuela en La Paz (7-0). En cinco partidos teníamos 20 goles a favor y 2 en contra.

Sin embargo la Copa América no había ido tan bien....

No tuvimos suerte, pero el equipo no estuvo mal. Quedamos cuartos del grupo. Argentina nos ganó 1-0 con gol de Batistuta, empatamos a uno con Colombia y a cero con México. Se metió como mejor tercero México, por marcar un gol más. Volvimos decepcionados, pero los tres primeros de aquella Copa América fueron... Argentina, Colombia y México.

Luego llegó la histórica clasificación para el Mundial 94. Allí jugaron mejor de lo que indican los resultados.

Sin duda. Logramos el primer empate en un Mundial, pero pudimos alcanzar incluso la primera victoria.

Primero, Alemania.

Les teníamos muy estudiados. Cuando les presionaban, retrasaban escalonadamente la pelota hasta llegar a Matthaus, que daba un pelotazo al punta. Trabajamos la presión y les complicamos la vida en la segunda parte Trucco resbaló en un balón largo y Klismann logró el gol del triunfo.

Mala suerte.

Pillería. En el descanso habían dado un manguerazo y no nos avisaron. Hacía calor, el campo estaba duro y los jugadores llevaban tacos de goma. Trucco resbaló por culpa de eso y Bolivia planteó una queja a la FIFA que quedó en nada.

Después, Corea del Sur.

Arbitró un escocés que luego pitó en la liga en Japón. Alargó el partido siete minutos el primer tiempo y otros siete en el segundo. Físicamente estábamos bien, pero los coreanos corrían que se subían por las paredes. En el último segundo, su portero regaló una pelota franca a Valdivieso, pero no se lo esperaba y del susto la echó fuera. Ahí la tuvimos...

Y para acabar, España.

Nos ganaron 3-1, pero no fue ron tan superiores. Disparamos primero al larguero por medio de Ramallo, pero aquel día Caminero marcó dos goles y el árbitro se inventó un penalti que Guardiola anotó tirándolo entre las piernas de Trucco.

Después dirigió a Chile, ¿experiencia más amarga?

Diferente. Me tocó reestructurar la selección. Me equivoqué al planificar todo en función del Mundial 98, en lugar de atender el día a día. Estuve tan presionado que llegué a sufrir un pequeño derrame cerebral. Pero no hice tan mal trabajo cuando de los 25 jugadores que fueron al Mundial, 23 estaban en mi grupo.

¿Qué recuerdos guarda de su etapa sudamericana?

Recuerdos que nunca podré olvidar. En Sudámerica, cuando juega una selección, juega un país. Los partidos son guerras: la solemnidad de los himnos, la representatividad de la nación, cómo se colapsa un país... Combates deportivos que uno siempre está obligado a ganar. Allí no hay amistosos. El fútbol sudamericano es el fútbol en estado puro, sin aditivos. Y la Copa América es la representación autóctona del fútbol de su continente.