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Eurocopa Sub-21 | R. Checa 0 - España 2

Adrián remata el festival

Dos goles en dos disparos del ariete. Soberbios Mata Thiago y Muniain. Violencia consentida de Chequia.

Luis Nieto
<b>LA PIÑA DEL GOL. </b>Todos los jugadores se lanzaron a abrazar a Adrián, el autor de los dos goles de España en el partido de ayer frente a la República Checa.
LA PIÑA DEL GOL. Todos los jugadores se lanzaron a abrazar a Adrián, el autor de los dos goles de España en el partido de ayer frente a la República Checa.

Para tranquilidad de Del Bosque, de los entusiastas del olimpismo y del país en general, un mañana espléndido le aguarda al fútbol español. Porque también hay un mundo entre nuestros jóvenes y los checos, caja fuerte que nadie había abierto en los tres últimos años. Enganchados a Thiago y Muniain, a Mata y Javi Martínez y, en definitiva, a un estilo, que en fútbol es obra de arte, la Sub-21 de Milla dejó en nada a un equipo musculado, con buena organización, excelentes resultados y una dureza intolerable. Se defendió a tornillazos y ni eso le sirvió.

España tuvo la pelota, la imaginación y los goles, firmados por Adrián. Bueno para su autoestima y para la de Luis Milla. Con su fe movió esta montaña. Dos ocasiones se procuró y en ambas dio en el blanco. Las rachas de los goleadores tienen poco que ver con la ciencia porque, en realidad, el tamaño de las porterías no está en el reglamento sino en su cabeza.

La República Checa tuvo ese aire de equipo grandullón, temible y antipático durante un cuarto de hora. Luego perdió el balón, los modales y el partido. Thiago puso la primera piedra. No hay jugador en el torneo con su repertorio, en corto y en largo, en pase y conducción, en toque y agilidad mental. Tampoco con su cambio de juego con el exterior del pie, que no es recurso barroco sino herramienta para ampliar el campo. Y es que el tiqui-taca necesita anchura para que del toque se salte al remate en tiempo razonable. Incluso en este Barça que le toca vivir Thiago echa la puerta abajo.

También resultó un acierto la inclusión de Muniain, que nos hizo despegar por las alas. Sus 18 años le han cundido mucho. Tuvo desborde, peligro e ingenio. Dejó un soberbio pase interior a Ander Herrera y le dio la tarde a Celustka. Acabó de ariete sin sentirse incómodo.

Juego y remate. Ese manejo de España, que esta vez fue un medio y no el fin, dejó sin pelota a los checos, que también perdieron el humor. Jugaron al otro lado de la ley, con la insólita complicidad del austríaco Schörgenhofer, maquinista ferroviario sin mano de hierro, quien sacó las dos primeras tarjetas a Javi Martínez y Mata por pedir justicia. Adrián la vio por levantarse la camiseta tras el 0-2. Así son algunos árbitros, para quienes preservar su autoridad está muy por encima de preservar la pureza del juego. A los checos le salió barata la montería: 31 faltas, algunas horribles, y sólo tres tarjetas.

España conquistó el partido por insistencia. Pasó pronto del mando a las ocasiones: un remate de Mata contra Lecjaks, un posible penalti a Adrián y finalmente el gol del asturiano, a pase del propio Mata. Los protagonistas bañaron su alegría en sidra virtual. De nuevo Mata y Muniain rozaron el 0-2 y por De Gea no preguntó el gigante Pekhart hasta el minuto 43. El goleador checo se vio enjaulado por Botía y Domínguez, dignísimos aspirantes al puesto de Puyol a medio plazo.

A vuelta de vestuarios, Mata y Adrián fotocopiaron el 0-1. El ariete se ayudó esta vez del recorte para abrirse el ángulo. Ahí terminó el partido. España lo enfrió sin sufrir, entregado al oficio de Mata y Javi Martínez y al ritmo de Thiago, jugador reeducado en La Masía: cada día se ensimisma menos y ya es estupendo en el juego a un toque. También ahorró la Selección energías y miró por su salud ante un rival que se extralimitó de principio a fin. Todo sin perder el buen gusto y la superioridad y concediendo sólo dos opciones a los checos, una de ellas salvada por la mano atenta de De Gea, al que la inactividad no le restó atención. El camino de Londres se vuelve cuesta abajo.