Internacional | La despedida de Ronaldo
180 millones de personas despidieron a Ronaldo
Su adiós fue un acontecimiento universal gracias a la televisión.
Ronaldo se retiró del fútbol ante 30.000 aficionados que llenaron el estadio de Pacaembú atraídos por la excitante sensación de peligro que aún produce Ronaldo en el área con un balón. La misma fascinación que sentó a 180 millones de espectadores ante su televisión expectantes por ver a Ronaldo cantar un último gol que no llegaría.
Fenómeno no derramó ni una lágrima. Su instinto goleador pudo más que la emoción y se marchó pidiendo disculpas repetidas veces por errar tres ocasiones ante un laguirucho rumano, Tatarusanu, cuya actuación chirrió ante la contemplativa actitud de sus hipnotizados defensas. El delantero que atacaba como "una manada de búfalos", como le definió una vez Jorge Valdano, colgó las botas acompañado por sus hijos Alex y Ronald. Jugó los últimos 15 minutos de la primera parte y se mostró ante el micrófono igual de escueto: "Quiero daros las gracias por reír conmigo, y sobre todo, por llorar conmigo durante mi carrera", apuntó con esa bonhomía innata que siempre esconde tras su eterna sonrisa.
Reír gracias a esas alegrías en forma de goles de todo tipo y factura. Hasta 415. Goles que provocaron un chaparrón de títulos, 22. Sólo se resistió la Champions, "la orejuda", que tanto le obsesionaba. Y llorar con sus sobrecogedoras lesiones de rodilla, talón de Aquiles de un delantero hercúleo de potencia devastadora y articulaciones de cristal. Mejor delantero centro de la historia, icono mediático, máximo goleador de la historia de los mundiales, brasileño de origen, italiano de adopción, español de corazón...
Ronaldo era capaz de marcar un gol en la jugada del saque inicial de un derbi y de correr menos metros que Iker Casillas en un partido que luega decidía él marcando dos goles. Como dice su excompañero y amigo Santi Solari, "uno debe colgar las botas antes de no poder atarse los cordones". Por eso Ronaldo se arrodilló, con dificultad, y se calzó sus botas por última vez para saltar al campo. Dormiría dándole vueltas a las tres ocasiones falladas, mientras millones de personas lo hacían recordando sus asombrosos goles.