Partido con guasa para una España sin Xavi

En Sudáfrica había más oro que el que levantó Casillas en gesto para la historia. Y la Federación está dispuesta recogerlo allá donde abunde (2,5 millones recibe por partido y 6.000 euros por cabeza los jugadores). Hoy será a 5.616 kilómetros de Madrid, en Boston, ciudad que nos despidió del Mundial 94. Baggio nos rompió el corazón y Tassotti, la nariz a Luis Enrique. Eran los tiempos en que los cuartos nos parecían el fin del universo conocido. Hoy el estadio se ha reconstruido casi sobre la misma planta, lo comparten soccer y NFL y lo llenarán 68.756 espectadores.

El partido tiene guasa, porque a Estados Unidos le coge en la arrancada hacia la Copa de Oro (su Eurocopa). O sea, en perfecto estado de revista, con los ojos puestos en el emergente Agudelo y diez jugadores en su lista de los que tumbaron a España en la Copa de las Confederaciones 2009 (Donovan incluido), primera derrota de la era Del Bosque (si vencemos hoy, igualará a Luis como seleccionador con más victorias). Le ganó Bradley, al que hicieron primer técnico en 2006 porque no quiso el cargo Klinsmann. Tiene a la selección 22ª del ranking FIFA cuando hace cinco años era cuarta, pero seguro que el partido tendrá más barras que estrellas.

A España, en cambio, el duelo le coge en retirada, con dos terceras partes de los convocados con más de cincuenta partidos en las piernas. También con bajas: Puyol, Navas, Cesc, Javi Martínez, Mata y, sobre todo, Xavi, exonerado por Del Bosque. Hay diez jugadores en la lista con más minutos que él este año, pero no tienen su edad ni tan dañados sus tendones. El problema es que este traje de campeón sólo nos cae como un guante cuando está él. También andamos bajos de tensión cuando no hay puntos en juego. Desde que Suiza nos ganó en el Mundial encadenamos once victorias en once partidos oficiales y un triunfo (por la mínima, ante Colombia), un empate (México) y dos derrotas brutales (Argentina y Portugal) en amistosos. Hoy también corremos peligro. Llorente sienta a Torres y lo tiene merecido, pero ahorrarse a otros dos barcelonistas más, Iniesta y Busquets, suena a imprudente. Salvada la convivencia entre madridistas y culés, convendrá también salvar el prestigio. Y no estará fácil.