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Champions League | Barcelona

"Ni nos drogamos, ni nos tiramos; jugamos al fútbol"

Piqué explotó y cambió el guión de una celebración sin excesos

<b>EUFORIA. </b>Los campeones llegaron al aeropuerto de El Prat a las 16:13 y luego se subieron a un autobús que dio una vuelta por la ciudad. Miles de culés recibieron al Barça.

La temporada del Barça ha sido dura en lo deportivo, pero casi insoportable fuera de los terrenos de juego. Han sido muchos meses de insinuaciones y provocaciones que casi siempre han tenido la callada por respuesta en lo que respecta al vestuario azulgrana. Y ayer, en un acto de despresurización puro y duro, Gerard Piqué verbalizó lo que todos sus compañeros -y toda la afición- pensaban.

Fue durante los actos de celebración del título de Champions conseguido el pasado sábado en Wembley. Tras una ronda de parlamentos más o menos políticamente correctos, Piqué agarró el micrófono y soltó lo que salió del alma: "Seré breve. Un amigo me comentó una frase que voy a decir ante todos vosotros. Ni nos drogamos, ni nos tiramos ni compramos a los árbitros. El Barça sólo hace una cosa: jugar al fútbol". La frase sorprendió al propio público que, tras un breve silencio, rompió en aplausos y gritos de "Piqué, Piqué".

Hasta ese punto, fue una celebración normal y corriente. Sin excesos. Ni siquiera Messi dijo una palabra más alta que otra, a pesar de que durante los festejos de la Liga prometió hacerlo: "Hace dos semanas dije que volveríamos con la Champions y aquí la tienen. Disfrútenla". Nada más.

El inicio. Todo empezó a las 16:13 en aeropuerto de El Prat, cuando Guardiola y Puyol descendieron del avión con el trofeo de la Champions League bien amarrado. Y, tras ellos, el resto de la triunfante expedición. Las caras eran de cansancio por el festival que se dieron en los vestuarios de Wembley (casi hora y media de juerga) y después en el Museo de Historia Natural de Londres (en una fiesta privada). Pero a su vez, la felicidad compensaba todo el agotamiento físico y mental que conllevó la temporada.

La rúa comenzó en el World Trade Center (en el Puerto) y, tras un paseo de casi tres horas, llegó al Camp Nou. Durante el trayecto, los futbolistas se dieron un auténtico baño de masas: miles de culés se echaron, como era de prever, a las calles para ver de cerca a sus héroes. Ya en el coliseo azulgrana, los parlamentos fueron breves y esperados: a fin de cuentas, el Barcelona hace ya bastantes años que no falta a su cita con los títulos -ganó 10 de los últimos 13-.

Abrió fuego Carles Puyol, el generoso capitán que cedió el brazalete (y la Copa) a Abidal: "Dijimos que volveríamos y aquí estamos. Cuesta mucho esfuerzo y sacrifico ganar estos títulos. Disfrutadlos".

Xavi fue el siguiente ("ahora más que nunca estoy orgulloso de ser culé y catalán"), para luego ceder el micrófono a Abidal ("quiero agradecer al capi su gesto en Wembley") y éste, a Iniesta ("mi corazón me dice que lo más grande es ser culé"). Valdés fue el siguiente y, antes de hablar, ató una senyera en el asa izquierda de la copa de la Liga: "Que se enteren. Os debíamos una desde el año pasado, pues aquí la tenéis desde Wembley para todos vosotros". Guardiola, por su parte, emplazó a la afición para la próxima temporada: "Repetiremos el año que viene, siempre con humlidad, que ha sido lo que nos ha hecho pasar tres años inolvidables".

Después vino lo de Piqué y comenzó la vuelta olímpica previa a un piromusical, que quedó algo deslucido debido a que todavía había luz natural sobre Barcelona. Normal, teniendo en cuenta que el timming de la celebración tuvo que ser modificado para que la plantilla pudiera llegar a tiempo al concierto de Shakira.

Problemas. Los hubo cuando más de 60.000 personas se quedaron fuera del Camp Nou. El estadio se quedó pequeño para recibir a los campeones de Europa. Hubo pequeños incidentes que, sin embargo, no emborronaron una justa y merecida celebración.