Ediciones
Resultados
Síguenos en
Hola

mallorca 3 - Atlético 4

El Kun no evita la previa y el Mallorca disfruta su derrota

Quique se despide del Atlético con una inutil victoria en Palma, que no le permite mejorar su séptima plaza. Al Mallorca le salvó del descenso la victoria del Valencia en el estadio de Riazor.

Eduardo Fernández - Abascal

Tres puntos intrascendentes para el Atlético y una derrota dorada para el Mallorca. Las victorias sin premio son la que peor sabor dejan. El Atlético lo sabe pues pese vencer al Mallorca y pese a gozar del Kun será finalmente séptimo y entrará en Europa (si lo hace) por la trastienda. La Liga premia la constancia y la regularidad, dos adjetivos ocultos en el ADN y la historia colchonera. Ese es el gran trauma del Atlético que ganó cuando ya era tarde. Se plantó en la última jornada sin depender de si mismo y lo acabó pagando. Peor aún, lo pagará la próxima temporada pues no podrá hacer la gira asiática y, por el contrario, se encontrará varias chinas, en forma de ronda previa, en el camino hacia la Europa League. Por el contrario el Mallorca nunca pensó que disfrutaría tanto de una derrota. Salvó la categoría y seguirá en Primera gracias a un resultado ajeno, aunque en parte propio. Un ex, Aduriz, les allanó el camino con un gol que descendió al Deportivo.

Los insulares salieron al campo como debían, intensos, raudos y valientes mientras que el Atlético titubeaba sin saber muy bien dónde estaba, qué quería y cuánto se jugaba. Los bermellones amenazaron con dos córners y con un Nsue revolucionario, al que las piernas le queman cada vez que toca el balón. No obstante, pronto Mario, Tiago y Koke intentaron revertir la situación a base de triangulaciones, paredes y aperturas a los extremos. Así, casi sin quererlo, Kun convirtió un despeje de Juanfrán en una excelente asistencia. El argentino nunca falla, controló, se zafó de dos rivales y cruzó el balón a la red. El Mallorca reaccionó de ipso facto con un buen cabezazo de Nsue que se encontró con De Gea.

Agúero siguió a lo suyo, demostrando su importancia y su condición de rey Midas. Tiene esa capacidad cuasi milagrosa de convertir pelotazos en pases medidos con regla y dibujados con escuadra y cartabón. De esta forma estuvo a punto de hacer el segundo cuando no dio por perdido un balón a priori fácil para la defensa mallorquinista. Voló el Kun y caminó Ramis, el argentino ganó la espalda a su defensor y sólo Aouate, habilidoso en el mano a mano, le privó del gol.

Juanfran hizo el segundo en una jugada similar en la ejecución aunque distinta en la elaboración. Esta vez no fue un despeje afortunado sino un pase entrelineas de Reyes. El sevillano dejó a la defensa bermellona en jaque y a Juanfran con la posibilidad del mate. El ex de Osasuna no falló. Cruzó el balón como 10 minutos antes lo había hecho Agüero y puso el segundo en el marcador.

Bajó el ritmo del encuentro, sobre todo, el impuesto por el Atleti y Webó aprovechó un despiste colchonero para estrellar un balón en el palo. Un incisivo Pereira también lo intentó minutos más tarde pero si antes había sido el palo esta vez fue el pie de De Gea quien repelió el disparo con una estirada de balonmano.

El Atlético pudo sentenciar el encuentro en la primera mitad, y otra vez con Agüero como protagonista. El argentino hizo la pared con Reyes pero, con la izquierda, no supo definir y mandó el balón por encima del larguero.

En la segunda mitad cambió el guión. El Mallorca salió en tromba e intentó desde el inicio apretar el marcador. No le quedaba otra. Era carne de segunda, pues sólo la momentánea derrota del Deportivo en Valencia le mantenía en el hilo de la Primera. Lo sabían los jugadores e intentaron remediarlo con tres buenas jugadas que fabricó Pereira desde la izquierda. Sin embargo, unas veces De Gea y otras el desatino de los delanteros impidieron que el Mallorca acortase distancias. Pese a los fallos y el resultado, el Mallorca siguió intentándolo. Insistió por la izquierda, la banda de Varela que se vio superado por Pereira y por Tejera y sacó al campo al Chori Castro. Llamó la atención que Laudrup se jugase la vida en Primera sin el uruguayo en el once. Su velocidad, su desborde y su desparpajo son siempre buenas armas para el Mallorca y destructivas para el rival. El Atlético, quizá sabiendo también que el séptimo puesto era irremediable, bajó los brazos, se desentendió del balón, organizó la defensa y dejó la suerte, su suerte, en manos de alguna contra mágica de sus delanteros... Y le funcionó. Le funcionó porque en sus filas cuenta con dos jugadores de Champions: Reyes y Agüero, Agüero y Reyes. El sevillano sacó otra asistencia de lujo y Midas la pinchó con la elegancia y la templanza de los dioses, para luego, desde la esquina del área, batir a Aouate por el palo largo con un disparo que pareció una caricia, un gol que pareció sacado de un sueño.

El tanto del Kun fue un oasis en el desierto y los goles, goles son. Valen lo mismo si la jugada es orgásmica y levanta a una grada que si se hace de penalti, incluso si la acción es discutible. Precisamente así, de pena máxima y por una mano que quizá Valera no quiso hacer, De Guzmán acortó distancias, con tiempo aún para el milagro bermellón. Tanto que en el minuto 70 encontró su premio con otro gol, esta vez de Webó y de cabeza. De Gea ni lo vio. Tampoco vio o tampoco pudo hacer nada cuando al filo del minuto 80 Pereira rozó el empate. Emuló a Agüero, se fue de cada defensor que le salió al paso pero falló ante el guardameta. Y entre tanto brote mallorquín apareció, otra vez y otra vez de manera genuina Sergio Leonel el Kun Agüero. Regateó a Aoute pellizcando el balón con la bota y la picó para sentenciar el encuentro.

Webó, empeñado en darle emoción al encuentro y la Liga, repitió gol en el minuto 92. Sin embargo, el partido había terminado ya en el minuto 84 cuando Quique Sánchez Flores sacó al Kun del campo. El argentino se despidió de la Liga con un hat trick y quién sabe si también esos tres goles significarán su adiós al Atlético. Esa incertidumbre, y no la de entrar en Europa por la puerta de atrás, es o debería ser la gran preocupación atlética.